La figura del Cid acompaña a Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) desde hace dos años, cuando comenzó un trabajo de investigación donde ha leído las diferentes versiones que los historiadores han hecho del héroe, incluso aquellas en las que se afirma que sólo fue una invención literaria. "Que existió, hoy nadie lo pone en duda". Pero Sidi (Alfaguara) no es un libro de historia, ni tampoco de ficción.Sidi Es otro relato revertiano.
La novela, estructurada en cuatro partes, tiene un estilo cercano al western americano donde cuenta, con un estilo cinematográfico, la fiereza de un puñado de hombres en un mundo de conjuras y sangre.
No es el Cid que ha sobrevivido hasta nuestros días, el Cid de Valencia, el más famoso, alguien con prestigio, poderoso y respetado. En Sidi, Pérez-Reverte nos habla de otro Cid, del infanzón desterrado, que con una mesnada de 40 hombres, en un mundo duro y en un paraje hostil, consigue hacerse una leyenda en poco tiempo. "Me interesaba hacer una reflexión sobre el liderazgo. Cómo un hombre duro, en un mundo duro, consigue que un grupo de guerreros le sea leal y luche y muera por él. Por qué mecanismos de astucia, de talento, de inteligencia y de nobleza un ser humano consigue que otros lo secunden. Este era mi desafío".
Pérez-Reverte sitúa el relato en un momento, el siglo XI, donde la palabra España no existía. No era más que una amalgama de reinos cristianos y musulmanes, que guerreaban unos contra otros, y donde las lealtades y las traiciones iban a la par. Díaz de Vivar define perfectamente este momento con una frase: "Si flaqueo, muero, si retrocedo muero, si no venzo muero". Pero el autor dice que éste no es un libro de historia. "Hay muchos Cid en la tradición literaria española. Y esta es la mía. Es un relato de frontera, aquello era nuestro lejano oeste".
Y como un western se lee. La persecución del Cid con su hueste de mercenarios persiguiendo a una aceifa de moros que arrasa cuanto encuentra entre el río Guadamiel y la Sierra del Judío tiene tantos paralelismos con la película Centauros del desierto que casi se vislumbra entre las páginas a un John Wayne con calzas y cota de malla. "Me planteé la novela así. Me dije: 'Cómo contaría John Ford la historia del Cid'. Y su fotografía estuvo presente en mi cabeza mientras trabajaba. Quería darle esa mirada cinematográfica. La caballería, las incursiones de los apaches que aquí son los moros…. Todo ese ambiente de frontera. Ese paisaje seco, de luz, de calor, de polvo, de horizonte ha pesado mucho en la gestación".
Paz, lealtad y coherencia son tres palabras que vertebran la novela. El rey de Zaragoza le dice al Cid: "Tu coherencia te hace peligroso". Un concepto que parece estar hoy en desuso. "Los hombres honestos son peligrosos siempre, en todas las épocas, antes y ahora. La sociedad desconfía de ellos porque son menos comprables, menos manipulables, menos sobornables. Y a mí me fascinan por eso. El peligroso es aquel que no juega según las reglas del grupo, y eso lo hace fascinante narrativa y literariamente".
Lo que no es comprensible es cómo un personaje cuya vida se mueve entre el mito y la realidad, dependiendo del historiador, haya sido tan poco visitado en la literatura, en el cine.
"Porque el franquismo le puso la camisa azul y contaminó su época y su historia. Todos los personajes se los apropió como precursores. Don Pelayo, el Cid… Luego llegó la izquierda al poder y en vez de limpiar esos símbolos, en vez de depurarlos y de quitarles esa carga bastarda, sólo supo arrinconarlos. Y salieron del imaginario colectivo, de la educación. Hemos perdido tanto por estupidez, ignorancia o por maldad...".
Como cualquier novela de Arturo Pérez-Reverte, Sidi tiene una lectura actual, aunque, según el autor, el Cid hoy no entendería nada de lo que pasa actualmente. "No comprendería este mundo para nada. El Cid es un guerrero que se busca la vida, que se gana el pan cada día en la frontera con su espada, con su sudor, con su sufrimiento. Nada que ver con esto. Supongo que si el Cid pasara a caballo por delante de las Cortes, pararía a escupir y seguiría cabalgando hacia el horizonte".
Es la única concesión que a esta entrevistadora le da sobre la actualidad política. No quiere hablar. No puede. Bastante activo es en la redes sociales, que dice que usa para no sentirse un abuelo aislado y egoísta. "Tengo más de dos millones de seguidores. Hay estúpidos que me siguen, gente inteligente que me sigue, amigos y enemigos. Es un experimento interesante. Me acerca mucho a la condición humana. Las redes sociales son buenas para no amar al hombre ni para despreciarlo del todo. Es una herramienta interesante que me permite ajustar cuentas".
Pérez-Reverte sigue diciendo alto y claro que el mundo al que pertenece no le gusta. Se relaciona poco con el entorno, no hace vida social, ni política ni literaria. Su único antídoto, su biblioteca. "Tengo 30.000 libros con los que vivo y trabajo. Cuando estoy muy agobiado, voy, saco un libro de Homero, de Montaigne, de historia y es como si me tomase una aspirina que atenúa el dolor. Los libros para mí son el único analgésico en este mundo".
Olvidó añadir: y el mar.