Un cartel de neón parpadea a las puertas de una antigua fábrica de trenes del Berlín Oriental. Los tubos de gas azulado alternan entre dos palabras superpuestas: el nombre de la exposición: 'Apnea' y el del artista: Pejac.
Para acceder es necesario atravesar una de esas cortinas de gruesas tiras de plástico que suelen verse en los mataderos, metáfora, quizá, de lo que hay en el interior: más de medio centenar de obras en diferentes técnicas y formatos que desnudan y descarnan el alma del artista español en su última y más ambiciosa exhibición en solitario. "Han sido más de dos años ya no solo de trabajo, sino de mi vida, los que he puesto al servicio de esta exposición", comenta.
Nada más entrar, confeti esparcido por el suelo recrea la obra del puntillista Seurat ‘Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte’. A la derecha hay una playa. Con sus tumbonas y su sombrilla a la orilla de un mar de plástico que nos alerta del daño que le hacemos al planeta. A la izquierda, en otra gran sala, un enorme barco de papel naufraga y deja caer sobre el cemento los fardos con los que traficaba, rellenos de juguetes.
Las paredes de ladrillo están repletas de lienzos, la mayoría de gran formato y en diferentes técnicas. Hay una recreación de la grieta con la que el artista cántabro rindió homenaje a los sanitarios del Hospital Universitario de Valdecilla en su ciudad natal, Santander, durante la pandemia.
Hay bosques que emergen calcinados de grandes lienzos de madera, un arponero que cabalga listo para disparar a lomos de una ballena sobre un lienzo de pan de oro, patinadores sobre icebergs que se derriten, mares de neumáticos que que se zambullen en un inmenso remolino...
"Todas las piezas de APNEA ocupan un lugar esencial dentro del rompecabezas que supone una exposición de estas dimensiones", explica el artista, "pero si me preguntas por una pieza en concreto, tal vez por el esfuerzo invertido y su complejidad, la talla en madera de los ciervos "Still" es esa obra. Creo que expresa muchas de las cosas que nos han pasado a todos en los últimos dos años. Simboliza que seguimos aquí y seguimos teniendo sentimientos como la ternura o la atracción y es un homenaje a todos los besos de la historia de la pintura, desde Rodin, pasando por Klimt o Toulouse-Lautrec".
Extraer el lirismo de aquello que, a priori, no debería tenerlo, es una de las señas de identidad del artista español que ha expuesto en ciudades como Londres, París o Venecia y cuyas obras de arte urbano lo han llevado a las calles de Nueva York, Tokio, Moscú, los campos de refugiados de Jordania, o a la cárcel de El Dueso, en Cantabria, entre otros. Ejemplos de ello en 'Apnea' pueden ser la rosa que emerge de la porra de un antidisturbios o la bailarina que danza al son de la melodía de una caja 'fuerte' musical.
Sutileza y mensaje se unían también, como preludio a su exposición en Berlín, en 'Landless Stranded', su última intervención urbana en la Iglesia de la Santa Cruz de la capital alemana en la que, a modo de pedida de auxilio, un niño refugiado se encaramaba a su enorme cúpula blandiendo una bengala humeante para llamar la atención de todo aquel que quiera verla y socorrerlo.
Pregunta: Tus obras suelen aludir a los grandes temas de la actualidad y en muchas ocasiones las realizas en colaboración con personas y organizaciones implicadas en dichas causas. ¿Qué importancia le das a la obra y a su mensaje?
Respuesta: A nivel artístico intento ser consecuente con mis contradicciones. Todo lo que me rodea me afecta e influye en mi trabajo. Suelo partir de las cosas aparentemente pequeñas para hablar de los grandes temas. No pretendo concienciar a la gente con mi trabajo pero cuando veo que éste puede llegar a ayudar en determinados casos a determinadas personas siempre es una satisfacción.
En el caso de 'Landless Stranded', como en otros anteriores, el arte urbano me ha abierto puertas para establecer vínculos con organizaciones o personas que con mi trabajo de estudio serían impensables.
Para la intervención de la iglesia de la Santa Cruz en un inicio pensé en intervenir la fachada con algún tipo de mural, pero al ver que tenían tanta predisposición y entusiasmo en la colaboración decidí dar un paso adelante, o más bien hacia arriba. Fue cuando les presenté la idea de llevar la escultura de un niño refugiado a modo de símbolo, ya no solo de los refugiados sino como punto de partida para hablar de algo más amplio. Esta ha sido una instalación dedicada a todos aquellos que no encuentran su lugar en el mundo, los marginados de la sociedad. Va para todos ellos esta escultura.
P: La obra suscitó algunas críticas e incluso comentarios xenófobos contra los refugiados en tus redes sociales. ¿Te sorprendió?, ¿Cómo lo acogiste?
R: Nunca me sorprenden las críticas. Ni las positivas ni las negativas. Creo que siempre va a haber gente que hagas lo que hagas te va a criticar. Tengo la fortuna de que hay mucha gente a la que le gusta lo que hago, que apoya mi trabajo y que me hace sentir que lo que hago les conmueve o les afecta positivamente. Intento trabajar de una manera honesta y una vez terminada la obra, lo que venga, bienvenido sea.
P: Las reacciones de la gente son precisamente lo que busca un artista urbano, ¿no?, de eso sabes bastante.
R: Lo que hace que me guste tanto el arte urbano es la conexión que tiene con la calle, con la gente. Y el factor sorpresa que tiene. El hecho de que te lo puedes encontrar la vuelta la esquina. Creo eso es lo que hace que esté en constante crecimiento. En esencia, para mí el arte urbano es pintar para todos sin el permiso nadie. Y aunque no siempre pintemos sin permiso, siempre pintamos para todos.
P: En 'Apnea' has metido los bisontes de Altamira en un sacapuntas. ¿Es un homenaje a esos primeros artistas urbanos de la prehistoria?
R: Sí. la pieza del sacapuntas es un guiño a esos primeros artistas que, bajo techo, pintaban en mi tierra, Cantabria, hace miles de años. Lo que hicieron me parece sorprendente y admirable. Y que además aún hoy se mantengan y podamos disfrutarlas... también hay que decir que tuvieron la suerte de que por aquel entonces no existieran el agua a presión de los servicios de limpieza que utilizan algunos Ayuntamientos, sin la perspectiva que da el paso del tiempo, para juzgar qué es o no digno de ser conservado.
P: 'Apnea' es la exposición individual más grande y más ambiciosa de tu carrera y la has producido tú mismo con tu equipo. ¿Supone eso ser algo así como mitad artista y mitad empresario?
R: Cuando la gente piensa en los artistas muchos nos suelen ver como soñadores, bohemios o incluso vividores en muchos casos. Al ver que nos dedicamos a nuestra pasión entienden que nos divertimos muchísimo haciendo lo que hacemos... Pero no por ser nuestra pasión tiene que ser algo divertido. A veces es todo lo contrario.
Yo me tomo muy en serio mi trabajo y mi equipo también. Hablo de mi equipo porque una exposición de la magnitud, las dimensiones y de la envergadura que ha sido 'Apnea' en Berlín el mes pasado, solo se puede llevar a buen término con un magnífico equipo de personas detrás y al lado. Cuando te autoproduces, como es mi caso, tienes que estar atento a todo: desde lo importante hasta el más mínimo detalle. Si falla un pequeño aspecto, si se te escapa cualquier cosa, puede afectar al resultado final.
Ahora que ya ha pasado casi un mes de 'Apnea' puedo decir que estoy volviendo a encariñarme con cada una de las obras. Cuando trabajas largo tiempo y con tanta intensidad en algo llega un momento en que puedes llegar incluso a aborrecer tu propio trabajo.
Por eso, el hecho de revisitar ahora mi obra ya casi como espectador y poder sentir lo que lo que ha sentido la mayoría de la gente que ha ido a ver 'Apnea' me parece que es algo muy grato.
P: En 'Apnea' has expuesto diferentes técnicas pictóricas, en diferentes soportes, has llevado escultura, instalaciones... ¿Huyes de la fórmulas o es amor por la experimentación?
R: Creo que el objetivo, aparte de no aburrir al visitante, es no aburrirse uno mismo. Para mí buscar y probar es un reto y eso es apasionante.
Meter la pata las veces que haga falta: la prueba - error (o la prueba - horror), porque muchas veces hago cosas realmente deficientes, forma parte del proceso creativo y no me imagino mi trabajo sin esta parte de investigación constante. Lo que al final muestro al público, ya sea en una exposición o en mis redes sociales, es la consecuencia de un proceso muy largo hasta que llego a algo que me parece que es lo mejor que puedo dar de mí mismo.
P: Y al echar la vista atrás, ¿Qué ves?
R: Sí que es cierto que la perspectiva del tiempo me hace ver mi obra de una manera cada vez más benevolente. Cuándo hace diez años veía lo que había hecho tiempo atrás veía muchos más defectos de los que veo ahora en lo que hice hace cinco años. Espero que dentro de otros cinco o diez años vea lo que he hecho en Berlín y me parezca una obra madura.
Sigo evolucionando y probando. Sería incapaz de encontrarme cómodo explotando una fórmula y no moviéndome de ahí.
P: No sigues fórmulas pero sí tienes señas de identidad y una de ellas es recurrir, reinventar y homenajear a los grandes.
R: Creo que dentro del arte contemporáneo no hay que renegar de tus influencias ni de tus grandes maestros. Es como el hijo que se acuerda de los consejos que le dio su padre y lo hace con cariño. Para mí los clásicos son, por así decirlo, como mis padres a nivel de arte. Te hablo de Monet como te puedo hablar de Basquiat, David Hockney y tantos otros.
Tengo la suerte de haber podido estudiar bellas artes en diferentes facultades en distintos países y eso me ha dado ciertas habilidades para poder defenderme a nivel técnico, poder hablar, poder contar cosas y experimentar artísticamente en diferentes idiomas, por así decirlo. Eso me hace sentir cómodo porque cuando se me ocurre una idea nueva puedo trabajar sobre ella, siempre con mis limitaciones, pero sin complejos.