Encuentran las instrucciones de Enrique VIII para decapitar a Ana Bolena
Una página olvidada de un libro de órdenes Tudor contiene detalles de cómo quería que fuera ejecutada su segunda esposa
Pidió que trajeran a un verdugo francés para que le cortara la cabeza con una espada de un solo golpe
Ana Bolena, la reina consorte, fue condenada a morir en 1536 por unas falsas acusaciones de adulterio
La mañana del 19 de mayo de 1536, la reina consorte de Inglaterra e Irlanda, Ana Bolena, de veintinueve años, cruzó el patio y el enorme portón de la Torre Verde, dentro de la Torre de Londres, caminando con serenidad y aplomo, flanqueada por dos guardias, y subió al cadalso. Enfrente había una multitud de personas. Su ejecución había levantado una extraordinaria expectación. Era la primera reina inglesa ejecutada en público.
El juicio y la posterior ejecución de Ana Bolena, acusada de haberle sido infiel a su marido, el rey Enrique VIII, está ampliamente documentada. Sin embargo, el hallazgo de un documento nuevo ha arrojado luz joven a este episodio clave de la historia del Reino Unido. Se trata de un capítulo incluido en uno de los libros de órdenes judiciales de los Tudor acumulados en los Archivos Nacionales. Los Tudor eran unos grandes burócratas y la mayoría de estos libros están llenos de minucias burocráticas sobre crímenes del siglo XVI.
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En realidad, el libro siempre estuvo allí, pero nadie había ido a parar a ese capítulo, hasta que el archivero Sean Cunningham recaló en él. Contenía las instrucciones que había dado el monarca a Sir William Kingston, que era el alguacil de la Torre de Londres, para preparar la ejecución de Ana Bolena. El monarca no dejó ningún cabo suelto. En el juicio, según el texto, se la acusó de no poder controlar sus “deseos carnales”. Ella negó todos los cargos de forma reiterada con tanta determinación que mucha gente empezó a creer que Enrique VIII se lo había inventado.
La obsesión por tener un heredero varón
La mayoría de historiadores coinciden en que se trataba de una acusación falsa, que la razón por la que le quiso quitar la vida era porque no había podido darle un hijo varón. Ana Bolena tuvo una hija con él que se convirtió en Isabel I. Enrique VIII se casó hasta seis veces en la búsqueda de un hijo que pudiera heredar su corona. Su primera esposa, Catalina de Aragón, solo le dio una hija, María.
Su divorcio le llevó a romper con la Iglesia Católica. El Papa Clemente VII no le permitió divorciarse y entonces Enrique, aconsejado por su asesor Thomas Cromwell, inició la Reforma Inglesa que terminó con la fundación de la Iglesia Anglicana o de Inglaterra. Enrique VIII se casó hasta seis veces buscando ese niño. Con Ana Bolena tuvo una niña, Isabel, y tres abortos. Hasta que la desechó.
Tras su ejecución, se casó con Jane Seymour, su tercera esposa, que fue la única que dio un hijo varón. Tres de sus hijos fueron coronados tras su muerte. El primero fue Fernando VI, el hijo de Seymour, y que reinó de los nueve hasta los quince años cuando murió de forma inesperada. Y después María I, llamada "la sanguinaria", hija de Catalina de Aragón, y finalmente Isabel I, la hija que tuvo con Ana Bolena, una de las más importantes monarcas de la historia del Reino Unido y la última de la dinastía Tudor.
La conspiración de Cromwell
La reina fue sentenciada a “ser quemada aquí dentro de la Torre de Londres en el Green [se refería a la Torre Verde, en el interior del castillo], o si no, a que le corten la cabeza por placer del Rey”. Enseguida el archivero se dio cuenta de la importancia de aquel documento. Aunque la reina había sido condenada a arder en la hoguera, que era la muerte más dolorosa que había, Enrique VIII, “movido por la compasión”, le permutó el castigo.
“En cualquier caso nosotros ordenamos que su cabeza sea cortada”, le mandaba al alguacil. Y le dejaba claro que no debía omitir nada de sus órdenes. Allí mismo, unos años más tarde, mandaría ejecutar a su quinta esposa, Catalina Howard, también acusada de haberle sido infiel. Y en 1554 fue ejecutada Lady Jane Grey, que fue reina de Inglaterra e Irlanda durante nueve días, a los 16 años, acusada de alta traición, aunque ya por orden de la reina María I.
Tracy Borman, destacada historiadora especializada en los Tudor, acudió a los Archivos Nacionales para leer el documento, que no ha sido publicado. Explicó a The Observer, que la orden judicial era un descubrimiento asombroso. Lo definió como “un documento previamente desconocido sobre uno de los eventos más famosos de la historia, realmente es polvo de oro, uno de los hallazgos más emocionantes de los últimos años. Muestra la forma premeditada y calculadora como llevó a cabo la ejecución Enrique VIII, que sabe exactamente cómo y dónde quiere que suceda”.
Siempre se había señalado a Cromwell como el principal culpable de la ejecución de Ana Bolena. Los dos eran acérrimos enemigos. Cromwell conspiró contra ella y construyó un caso de adulterio. Ni más ni menos la acusaron de haberle sido infiel con cinco hombres, incluso con su propio hermano. “Durante mucho tiempo se pensó que Thomas Cromwell tuvo la culpa, pero era Enrique VIII quien movía los hilos”, dijo Borman, que asegura que este documento refuerza la imagen de Enrique VIII como un “monstruo patológico".
El espadachín de Calais
Borman explica que, a pesar de la frialdad de las instrucciones, el solo hecho de que Enrique VIII salvara a Bolena de ser quemada, una muerte lenta y agonizante, fue una verdadero “acto de bondad” para los estándares de la época. Una decapitación con un hacha también podría implicar varios golpes y Enrique VIII había especificado que la cabeza de Bolena debía ser “cortada” con una espada. Era una forma de ejecución más confiable, pero que no se utilizaba en Inglaterra. En Inglaterra las ejecuciones eran con hacha y con la cabeza posada en un tronco de madera. Cuando el verdugo descargaba el hacha solía necesitar de varios golpes, prolongando la agonía del condenado.
La historia de Tudor está plagada de ejecuciones que salieron mal. En 1541 un verdugo inexperto requirió de hasta diez golpes de hacha para acabar con la vida de la anciana Margaret Pole, condesa de Salisbury. En 1587, María, la reina de Escocia, ejecutada por orden de su prima Isabel I, requirió de tres golpes de hacha antes de perder la cabeza.
El estilo francés, sin embargo, consistía en dar un único golpe limpio con la espada al cuello de la víctima arrodillada o de pie, sin apoyar la cabeza en ningún lado. Es por esto que envió a Cromwell a Calais, a Francia, para que consiguiera al verdugo más hábil con el manejo de la espada, para garantizar que fuera un corte limpio.
Antes de subir al cadalso, sus damas le quitaron los pendientes y el collar y le retiraron las pieles que le cubrían el cuerpo. Bolena pronunció un discurso convencional alabando al rey como un “señor gentil y soberano”. Se arrodilló delante del espadachín de Calais, que la estaba esperando, y empezó a rezar. El verdugo empuñó la espada y de un solo golpe separó su cabeza del cuerpo.