‘El viaje de Chihiro’: la Alicia japonesa en el país de las maravillas

  • Vuelve a los cines, 20 años después, esta obra maestra del director japonés Hayao Miyazaki

Para todos aquellos que por pereza, desinterés, prejuicios o cualquier otro argumento no hayan visto una película de dibujos animados en su vida, ha llegado el día. Para los que hayan vencido estas barreras alguna vez pero sigan opinando que la animación es un cine infantil superado totalmente desde la pubertad, también es el momento.

‘El viaje de Chihiro’ (Hayao Miyazaki, 2001) se reestrenó este viernes en los cines para celebrar su 20 aniversario. Una obra maestra de Studio Ghibli, premiada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín en 2002 (primera vez para una película de dibujos), ganadora de un Óscar y el estreno más taquillero de Japón hace veinte años. Y no, no es una película más de animación.

Por no destripar mucho, podría decirse que Chihiro es la versión japonesa de Alicia en el país de las maravillas. Un viaje inesperado a un mundo mágico, lleno de seres extraños, alguna bruja malvada y una niña protagonista que descubre a través de esas aventuras que es más fuerte de lo que imaginaba.

Como muchas de las películas de Miyazaki, la historia permite al espectador viajar a la infancia, a esos sentimientos casi primitivos, puros. El terror de Chihiro cuando les ocurre algo a sus padres recuerda un poco al pánico de cuando te perdías por los pasillos del hipermercado. Haku, el dragón, es como el amigo imaginario que nos protegía del peligro. El Dios Pestilente, el primer gran reto que conseguimos superar. Yubaba, la bruja, la profesora que nos tenía manía y nos hacía trabajar duro.

Sin embargo, para los que no tengan tan abierto y transitado ese túnel de vuelta a la niñez, ‘El Viaje de Chihiro’ puede ser igual de conmovedor. Hay tantas metáforas con las que conectar, tanta belleza, inspiración, creatividad... Tanta cultura japonesa de la que empaparse, frases para repensar y no olvidar. “Antes había un tren de ida y de vuelta, pero ahora solo lo hay de ida... ¿Aún quieres ir?”. “Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque tú no puedas recordarlo”.

Acompaña a Miyazaki, como siempre, Joe Hisaishi, el compositor que es capaz de multiplicar la belleza y las emociones que transmiten las imágenes. ‘One Summer Day’, con esos acordes iniciales que saben a agua, es una de las canciones más hermosas del músico japonés.

Si la vida de Chihiro hubiera seguido, hoy cumpliría unos treinta años. Ya no sería una niña asustadiza, insegura, vulnerable. Eso ya lo sabemos los que hemos visto la película. Pero si volviera a visitar esa extraña casa de baños, llena de miedo e incertidumbre pero también de amor, amistad y conexiones mágicas del pasado, quedaría cautivada como el espectador que la conoce por primera vez (y también el que ya la ha visto unas cuantas veces).

Porque las obras de arte tienen eso. No importa el tiempo que haya pasado, ni el momento vital en el que uno se encuentre: cada vez que se visitan, maravillan.

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