A Benedetta Tagliabue (Milán, Italia, 1963) no le molestan los coches en las urbes. Es más, cree que le dan valor añadido. "Creo que son necesarios unos cuantos coches en la ciudad y a mí me encanta una ciudad mixta, que admite más cosas. Lo encuentro más rico y más correspondiente con lo que es una ciudad", asegura.
Tagliabue es una de las arquitectas del momento con mayor prestigo y proyección internacional. Lleva en España desde finales de los años 80. Aquí vino de la mano de su marido, el prestigios arquitecto Enric Miralles, fallecido en el 2000. Juntos crearon el Estudio Miralles Tagliabue (EMBT) -un estudio de enorme renombre del que Tagliabue es la actual directora- que ha proyectado edificios públicos y privados tanto en Europa como en China, algunos tan emblemáticos como el Mercat de Santa Caterina de Barcelona o el Parlamento de Escocia en Edimburgo.
Tagliabue ha sido reconocida por los prestigiosos RIBA Stirling Prize en 2005 por el Parlamento de Escocia, RIBA International al mejor edificio del 2011 por el Pabellón Español de la Expo Shangái 2010 y RIBA Jencks Award en 2013 por su contribución internacional a la teoría y práctica de la arquitectura. La arquitecta italiana acaba de participar en WomenNOW Summit que convierte cada año Madrid en la capital europea de las mujeres.
Pregunta. Llegaste a Barcelona de la mano de su marido, Enric Miralles, a finales de los años 80. ¿Cómo fue aterrizar en España en aquella época y qué supuso para usted?
Respuesta. No conocía para nada España, y para mí era como algo a descubrir. Tenía como un aura muy fuerte en ese momento. Yo venía de una Italia, de una Europa que había vivido muchas desilusiones, con cierta decadencia, que no creía en las cosas. Y en España, en cambio, era un momento de un entusiasmo fantástico. Las cosas pasaban de verdad, la gente parecía muy cohesionada, con ganas de hacer. Era entusiasmante la idea de poder venir a España.
P. Barcelona estaba además en aquella época en plena preparación de sus Juegos Olímpicos…
R. Sí, y se notaba mucho. Barcelona era toda una obra. Había este espíritu de construir y hacer. Para mí fue una experiencia fantástica.
P. Durante su matrimonio con Miralles hicieron obras importantísimas, pero tras su fallecimiento, usted no se viene abajo y se convierte en una arquitecta de renombre internacional.
R. Yo digo siempre que es la fuerza de la desesperación. Siempre cuento que Enric era una persona que arriesgaba mucho, tenía una fuerza excepcional. Era como volar alto con una avioneta supersónica. Y, de repente, desaparece el piloto y tú estás en el aire. Y pensé: "Aquí, o hago algo o no me salvo". Y ha sido esto, que en el momento del pánico y la desesperación encuentras unas fuerzas que no sabías que tenías. La desaparición tan repentina de Enric ha sido una enseñanza terrible, pero al mismo tiempo una enseñanza fuerte sobre nuestras capacidades humanas.
P. Dice que Enric era muy arriesgado, ¿usted también lo es?
R. Él era muy arriesgado y yo también, en ese sentido, de que los retos siempre los aceptaba. Su arquitectura era muy bonita, muy novedosa, pero con esa sensación de no ver el desafío de la novedad. Enric sus novedades las interpretaba siempre como algo casi antiguo, como llegar al origen de las cosas. No se daba cuenta de que muchas veces las cosas nuevas pueden casi fastidiar. Había mucha gente que se enfadaba con Enric. Y era por eso, porque Enric rompía moldes, y hay mucha gente que no puede soportar romper moldes. Enric los rompía sin darse cuenta, lo hacía por amor al arte.
P. Y su arquitectura, ¿cómo la definiría? ¿Qué parte le quedó de Enric y cuál ha aportado usted?
R. Me es más difícil hablar de mí misma. Yo también adoro los desafíos. Si no hago cosas experimentales y nuevas, me aburro. Y lo más importante para mí es no aburrirme en un proyecto. Hacer proyectos donde siempre aprendo alguna cosa. Para aprender, hay que investigar un tema, ir a fondo. No puedes decir: "Ah, esto lo hago como el otro". Eso no vale, porque entonces el proyecto significa que no te gusta y se nota. En este sentido, sigo en esta locura de Enric de buscar retos para entretenerme más. Cuando aceptas el desafío, tienes que poner todo el alma, porque si no, no lo haces bien, tienes que aplicarte mucho.
P. Estamos saliendo de una pandemia, ¿cómo han cambiado las ciudades en este tiempo?
R. Ha habido un cambio evidente porque durante la pandemia algunas ciudades, como Milán, Barcelona, París, han empezado a aplicar medidas de reducción de tráfico o de eso que se llama urbanismo táctico, que no me gusta tanto, porque en principio tendría que ser algo hecho con los vecinos y al final está hecho a través de una corporate, que lo hace igual en todas las ciudades del mundo. Hacen ver que está pintado el suelo de colorines, como si lo hubieran hecho los niños, cuando lo hace el ayuntamiento… Es al final una táctica para reducir el tráfico en el centro.
P. ¿Y no está de acuerdo con reducir el tráfico en el centro de las ciudades?
R. No me parece una gran idea esto de poner a la gente en la calzada. La calzada es muy tóxica, donde han pasado coches todo el rato. Para separar los coches de la gente tienes que poner barreras, pero sé que a la larga puedes llegar a tener algo más bonito, con una integración mejor entre la parte peatonal, la de bicicletas y la zona para los deportistas, con un tráfico más controlado y más limpio.
P. Va a contracorriente, ahora que todo el mundo defiende sacar los coches de las ciudades.
R. Creo que son necesarios unos cuantos coches en la ciudad y a mí me encanta una ciudad mixta, que admite más cosas. Lo encuentro más rico y más correspondiente con lo que es una ciudad. Una persona con una disminución física, o con un perro, o con niños… no todos son atletas que pueden ir en bicicleta. Tiene que haber de todo, un poco más de admisión de un tejido mixto de usuarios. Reducir el número de coches y hacerlos más verdes me parece bien. Pero una decisión para que sea solo peatonal, solo de bicicletas, solo con transporte público, me parece pobre.
P. La pandemia también ha traído una nueva concepción del ocio, donde las terrazas han invadido las aceras y todo se hace al aire libre. ¿Va a influir esto en el urbanismo de las ciudades?
R. Yo pensaba que las terrazas se podían integrar bien en las ciudades, mejor de cómo se había hecho en los años precedentes a la pandemia. Pero ahora ha sido pum, el extremo opuesto, aunque ya sé que ha sido por temas de emergencia. El problema es que se han puesto terrazas por todos sitios de la ciudad. Esperemos que no siga así. Porque la mayoría de la gente que vivimos en Barcelona nos estamos dando cuenta que es una locura, vives en medio de un pub, y eso tampoco es justo. El espacio público no puede ser solo para fiestas y bebidas.
P. ¿Qué le parece que las ciudades hayan ido poco a poco expulsando a sus vecinos de clase media debido a los desorbitados precios de las viviendas y se hayan convertido en algo así como parques temáticos?
R. Sí, es verdad, pero no hay que olvidar que hace solo 20-30 años esto era totalmente al revés. Es decir, que nosotros vivimos en el casco antiguo porque en los años 90 el caso antiguo no valía nada. Son muchos cascos antiguos de España en los que estamos todavía así. Con lo cual, no se ha gentrificado totalmente. Yo creo que todavía vive una parte de los antiguos inquilinos y eso es lo que hace al casco antiguo algo más interesante. No tendría que transformase en el barrio turístico por excelencia, esto lo odio. Como decía antes, me gusta una ciudad más mixta, que me parece más rica, también en el sentido del casco antiguo… Cuando vinimos a vivir aquí hace 30 años, el precio por metro cuadrado de los edificios del casco antiguo respecto al resto de la ciudad era 10 veces menos. Todavía quedan rasgos de esa época y es lo que hace a las ciudades más antiguas más verdaderas.
P. Hablando de viviendas, ¿por qué solo se muestran casas museos, tan alejadas de una casa real?
R. A mí me gusta la vida. A veces, miro mi propia casa y me paso con el desorden. Yo creo que las casas tienen que reflejar las vidas de los habitantes. Las casas más bonitas que conozco son aquellas donde hay vida, de generaciones, cuidadas, cómodas y donde se puede vivir.
P. Ha hecho importantísimos edificios en Asia, como el Museo Zhang Da Qian en Neijiang (China) o el Taichung Tower, en Taiwan, ¿en que se diferencia la arquitectura que se hace ahí de la que se hace aquí?
R. A nivel arquitectónico y a nivel social. Asia es un lugar pobladísimo, sobre todo China, y esto influye en la arquitectura, lógicamente. Toda la historia es bastante diferente. Han tenido una época comunista. Yo me acuerdo de haber ido a China en los años 80 y era una arquitectura feísima. Una arquitectura que decía: "Todo tiene que ser contemporáneo, libre de prejuicios estéticos". Y realmente eras ciudades horrorosas, en manos de técnicos e ingenieros. Hasta los años 80 no hubo arquitectos individuales. Sólo había institutos de diseños que eran los que diseñaban toda la China. La progresión de la arquitectura en China es algo muy nuevo. Poco a poco se ha puesto ese toque de belleza, de arte en la arquitectura que antes no había.
P. ¿Los clientes chinos piden cosas muy diferentes?
R. La verdad es que no, piden cosas muy similares, pero las piden con más fuerza. Ahora para ellos es importante hacer edificios icónicos, que sirvan, pero que al mismo tiempo sean referencia para la ciudad. Quieren crear ciudades menos uniformes, que sean reconocibles. Porque si tu tienes ciudades de 20, 30 millones de habitantes, esto es una gran dificultad. ¿Cómo haces para distinguir un barrio de otro? Ahora eso lo tienen muy presente y piden a quien es capaz de hacerlo que les ayude a dar una identidad a cada lugar de sus ciudades. Son muy rápidos en aprender y toda la parte más contemporánea, de estudios de medio ambiente, de cómo introducir el tema ecológico, sostenible, lo tienen muy presente. Son tan rápidos que cuando descubren una cosas, poco después son los más expertos en ese tema.
P. Entre diseño y funcionalidad, ¿con qué se queda?
R. Son dos cosas que conviven, y que le dan valor la una a la otra. Eso es lo más difícil, pero una buena arquitectura es así.
P. ¿Cómo será la vivienda del futuro?
R. No lo sé, no lo sé... muy confortable, muy bonita, muy ligera, capaz de aportar cambios con gran facilidad, con una grandísima integración con el verde, la naturaleza, el aire y el cielo... Como los edificios verdes, con jardines integrados, con energía que se produce en la misma fachada, capaces de consumir cero energía, todo eso se está ya viendo y experimentando y creo que se puede hacer muchísimo más. Una vez que tienes una tecnología, necesitas mucho tiempo para sacarle todas las posibilidades. La tecnología avanza rápido, pero todavía tenemos tiempo para ir inventando cosas magníficas que a nadie se le había ocurrido alrededor de esas nuevas tecnologías.