A Andrea Camilleri nunca le fue del todo simpático su comisario Montalbano. Él hubiera sido más mordaz, lo diría a la siciliana, sin eufemismos ni rodeos. Pero estamos hablando de un muerto y de un desaparecido, así que hay que mantener el respeto. El autor estaba tan harto que en su último libro se encara directamente con el personaje por escrito. “Te seré clarísimo, me estás haciendo escribir una novela de mierda, una chorrada que no se sostiene”, le dice el escritor a su creación. El ajuste de cuentas que Camilleri tenía pendiente con Montalbano se produce sólo ahora, un año después de la muerte del novelista. Misterios de la literatura policiaca.
El escritor había prometido que la saga de Montalbano, que ha dejado decenas de buenos bocados para llevarse ahora a la playa, terminaría. Pero sólo después de que le llegara el final a él, el único que podía decidir los designios de su personaje estrella. El 17 de julio de 2019 Andrea Camilleri se fue, a los 93 años. Y en la víspera de su aniversario, por fin sale publicado en Italia ‘Riccardino’, su obra póstuma. Un asesinato y una trama detectivesca más, nada nuevo en ese sentido. Lo interesante vendrá de esa conversación pendiente, pero no adelantemos acontecimientos.
Contaba la leyenda que el libro estaba guardado en una caja fuerte de Sellerio, su editorial de confianza, y que Montalbano moría al final. Pero decía Camilleri que en las oficinas no había ninguna caja fuerte y que el final de Montalbano le sorprendía a sí mismo. Mejor no hacer spoilers. Al menos a nosotros mismos, no hasta el final del artículo. Lo sabido es que ‘Riccardino’ estaba escrito desde hacía 15 años y sólo al final de su vida el autor lo revisó. Este jueves han salido en italiano las dos versiones, la original y la definitiva.
No quería Camilleri que le pasara lo mismo que a su amigo Manuel Vázquez Montalbán -de quien toma su nombre Montalbano-, que en su afán por matar al el detective Pepe Carvalho, terminó muriendo antes que el personaje. Así que, supersticiosos como son los italianos, Camilleri firmó un pacto con el comisario, editorial y el diablo. Nada de muertes inesperadas antes de tiempo.
De esta forma, el escritor se permitió seguir dando rienda suelta a sus historias después de idear su epílogo. Entre que terminó de escribir ‘Riccardino’ y su publicación, aparecieron un buen puñado de montalbanos, más de uno por año. Ya fuera por la venganza de hacer envejecer al personaje, por pura dependencia de él o simplemente por el negocio.
El caso es que el escritor siempre se lamentó de estar ligado a las aventuras de su policía. Lo que de verdad le gustaba a Camilleri era la Historia, pero en eso no coincidía con su público, que le pedía continuar con la saga. Y, así, al menos en una conversación póstuma, se lo hace saber al personaje, con quien se enzarza en una acalorada discusión. “¿Por qué no me dejas en paz y te dedicas a tus novelas históricas, de las que tanto presumes? Primero le dices a todos que son esas las únicas que cuentan, que yo soy sólo un lastre. Pero luego te pones de nuevo los calzoncillos y vuelves a mí”, le dice esta vez el personaje al autor. Dos testarudos frente a frente. La misma persona.
Camilleri elige este ejercicio de metaliteratura, inspirado en Pirandello, para despedir su obra. De nuevo puede que por venganza, para hacérselo pasar mal. Pero quizás también porque no supo hacerlo de otro modo. Como ese matrimonio que siempre se promete una charla y de la que cada uno extrae conclusiones opuestas. El personaje se rebela contra su creador, toma vida propia, le cuenta cómo piensa proceder en su último caso, y el escritor termina respondiendo que ya está bien.
En esas se cruza en la trama el actor que lleva dando vida a Montalbano en una serie televisiva desde hace décadas. “Ha llegado Montalbano”, “pero, ¿quién, el verdadero o el de la televisión?”, dicen los personajes en su libro póstumo. Todo es confuso, una burla más. Camilleri se debe estar riendo a carcajadas en su tumba del cementerio protestante de Roma, mientras los periodistas y los lectores tratan de entender el final. Fundido a negro, como en Los Soprano.