Belén Gopegui: "La privacidad en Internet es colectiva, da igual que tengas un móvil con el hardware de una patata"

La escritora madrileña publica la novela ‘Te siguen’ (Random House), en la que 'espía' a los que nos 'espían'
Ha investigado a las empresas que recaban datos sobre búsquedas y compras en Internet
"La relación con la privacidad de mi generación es diferente de la de un adolescente", explica la autora
Belén Gopegui (1963), una de las escritoras españolas con mirada más crítica, se ha puesto a investigar a los que nos espían. Y no ha sido fácil: ni saber quiénes eran ni saber cómo lo hacen. Empresas, personas, algoritmos: todo un universo difuso (aunque muy real) que se encarga de seguir las miguitas de pan de lo que buscas y de lo que compras. Es decir, de 'espiar' lo que deseas. Aunque la madrileña prefiere "no desvelar" sus fuentes, lo recabado le ha dado para poner en pie una ficción sobre la complejidad de ese cosmos al otro lado de tu móvil. Y sobre si es posible rebelarse individualmente contra ello.
La novela se llama ‘Te siguen’ (Random House) y gira en torno a cuatro personajes: León, que trabaja en una pequeña empresa que accede a los datos de la vida íntima y social. Casilda y Jonás, ambos en la treintena, y espiados por León. Y Minerva, el cuarto de ellos, directiva de una empresa más grande que la de León y encargada, justo, de vigilarle a él. Es decir, un baile en el que, de algún modo, nadie puede dejar de moverse si ponen música.
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¿Nos siguen? Respuesta corta:
Sí.
¿Nos siguen? Respuesta larga:
Retienen datos, trazan patrones con comportamiento, los utilizan para obtener beneficio, a menudo explotan vulnerabilidades con crueldad (enviar anuncios de préstamos engañosos a quienes tienen deudas, enganchar a adolescentes de quienes se conocen sus momentos de bajón, sus dudas sobre alimentación o sobre salud mental, etcétera). Se amparan en que no hay espías humanos sino modelos y algoritmos sin comprensión real. Sin embargo, la intencionalidad reside en quienes se benefician de esas acciones.
¿Podríamos decir que Belén Gopegui ha espiado a los que nos siguen para esta novela?
Podríamos.
¿Quién te ha ‘chivado’ toda esta intrahistoria diaria de la gente que trabaja en empresas que espían?
No revelaré mis fuentes.
¿Cómo ha sido ese proceso de investigación en un tema tan en las ‘tinieblas’?
Lectura, investigación, conversación, observación, imaginación.
¿Te has sentido explícitamente espiada alguna vez?
Una vez. Prefiero no dar más datos. En cuanto al espionaje sin identidad es casi ineludible. Aunque una persona se proteja con un móvil cuyo hardware es una patata y cuyo software es libre, o incluso sin móvil. La privacidad es colectiva. Esa persona que la preserva con cautela se relaciona con otras y sus datos también serán de algún modo emitidos.
¿Te ha sucedido la típica escena en la que hablas de una barbacoa y luego el móvil te enseña barbacoas?
Hoy me acaban de contar una anécdota en sentido inverso Cova de Silva, miembro del estupendo grupo Primas Hermanas (entre otros). Su canción La Conchichina, aparece en la novela. Contaba que Petit Pop, otro de sus grupos, dio un concierto en el Antroxu (carnaval en asturiano). La teclista llevaba una tablet con sus partituras pero tenía programada la apertura del sistema por reconocimiento facial y no pudo abrirla porque iba disfrazada, el dispositivo no la reconoció. El carnaval contra el espionaje, de algún modo siempre fue así.
¿En qué momento sentiste el germen de esta novela, esa primera imagen que se te apareció en la mente?
Alguien mira a una persona que mira a su vez cómo una chica sentada en un bar al aire libre sigue con la trayectoria de un pájaro hasta que éste se interna entre las ramas. La chica mira al pájaro ya posado en la rama. El observador mira cómo ella mira al pájaro. Y la tercera persona sigue observando al observador.
¿Crees que tu relación con la intimidad, más bien la de tu generación, es diferente a la relación con la intimidad que tiene un chaval nativo digital?
La relación con la privacidad sin duda es diferente. La relación con la intimidad quizá no sea tan distinta.
Tienes Instagram: ¿sueles echar un ojo, por ejemplo, lo que cuelgan otros escritores?
Miro lo que está expuesto, sin voluntad de espiar. No miro apenas cuentas del “mundillo”, quizá porque también prefiero las novelas en que los personajes no pertenecen al ámbito artístico y literario.
¿La tecnología nos hace sentir siempre un poco viejos?
No creo que sea sí en general, ahora bien, me parece imprescindible reivindicar el derecho a lo analógico, cuando menos en la administración pública, para todas aquellas personas que tengan dificultades con la tecnología y para las que, por cualquier otro motivo, necesiten atención humana.
¿Podemos hacer algo para rebelarnos contra ser seguidos sin meternos en una cueva?
Sí, aunque sobre todo se trata de no dar espacio a lo que Ivan Illich llamaba el monopolio radical, cuando el único modo de llevar a cabo acciones necesarias para la vida en común pasa inevitablemente por una empresa o un conjunto de empresas. En esos casos los gestos individuales aunque importan no son suficientes.
¿Eres optimista o pesimista con esto de la IA y el ser humano?
No comparto la oposición IA/humano, de momento no hay dos identidades autónomas, de momento hay seres humanos que arrasan con los recursos para programar redes neuronales y algoritmos sin comprensión real. Si bien algunos son útiles, la mayoría vende soluciones para problemas que no eran tales.
¿Nos estamos arrepintiendo de dar nuestros datos y nuestra intimidad a estas empresas?
Es extraño arrepentirse de aquello que no puedes controlar; al mismo tiempo lo habitual es estar comprometido con lo que hacemos y decimos. Ahí estallan, a menudo, nuestras vidas, porque es a la vez posible e imposible ser responsable de lo que no controlamos del todo, o no controlamos casi nada. Ese estallido, esa contradicción viva está en el corazón de la novela.