"Decía Carmen Martín Gaite que una de las conclusiones a las que había llegado después de estudiarlo mucho y darle muchas vueltas, es que a las solteras que no van a encontrar marido se las margina o se las caricaturiza, pero nunca se habla con ellas realmente". Así se presentaba hace dos años en Málaga el documental 'Solteronas', cinta en la que el realizador y escritor Manuel Jiménez Núñez les daba voz a un grupo de mujeres que, dedicadas sobre todo al cuidado de sus familias, sufrieron el estigma de la mujer 'incompleta'.
Pero 'Solteronas' (Espasa) es hoy también un libro en que el que el autor se ha explayado, ya fuera de los rigores del tiempo de metraje, para contar a estas mujeres en "todo su esplendor". Un verdadero ejercicio de reivindicación de aquellas 'tías', siempre dispuestas al sacrificio por la familia y a las que la sociedad del pasado siglo XX solía tratar con cierto desdén y en algunos casos hasta desprecio.
¿Dirías que 'solterona’ es una calificación que ya hemos dejado atrás?
A ver, el apelativo concreto, 'solterona', sí que creo que ha quedado atrás. Nadie de menos de 50 va a llamar a nadie solterona. Aunque una cosa es el término y otra que cualquier mujer sin pareja siga teniendo que escuchar en cada reunión familiar cosas como “se te va a pasar el arroz” o “a ver cuándo nos das una alegría”, de las que siguen sin librarse. Por jóvenes que sean.
¿Qué te llevó a interesarte por este perfil de mujer en el que literalmente nadie se fijaba antes?
Pues como suele pasar un proyecto te lleva a otro. Estaba rodando 'Ocultas e Impecables. Las Sinsombrero 2', en el que hablamos de las intelectuales y artistas españolas que decidieron quedarse en España al acabar la Guerra Civil, cuando una de las entrevistadas me habló del término “solterona”. Y hubo como un click en mi mente. Piensa que al estar sumergido en la realidad de la postguerra en aquellos momentos el término resonó muy fuerte en mi cabeza. Pensé en mi tía Mari, y en cómo todos y todas tenemos cerca a una de esas solteronas. En lo duro que tuvo que ser para ellas no cumplir con la norma establecida. Estar señaladas. Y, sobre todo, en la enorme carga negativa que encerraba la palabra.
¿Cómo encontraste las historias que recoges?
Tuve mucha suerte, la verdad. Quería que el abanico fuese lo más representativo posible. Transmitir que había mujeres de todo tipo que no habían contraído matrimonio. De ámbitos rurales, urbanos, distintos niveles económicos, socio-culturales. educativos. De todo tipo vamos. Así que comenzamos una búsqueda total. Movilicé a amigos, familiares, conocidos, compañeros… cualquier persona con la que me relacionaba era preguntada por si conocían a alguna mujer que nunca se hubiese casado de más de 55 años. Aunque fueron clave los clubs de lectura de la provincia de Albacete. Una de nuestras amigas nos puso en contacto con ellos y varias de nuestras protagonistas salieron de allí.
¿Qué papel jugó la dictadura franquista en la vida de estas mujeres?
Jugó un papel fundamental. Aunque el tema de la estigmatización de la soltería femenina no es algo exclusivo de nuestro país, el comienzo de la dictadura marcó el fin de los logros que había ido consiguiendo la mujer en los años 20 y la devolvió al hogar. El papel de la mujer volvió a ser el de ser esposa, fundamental, y después madre. El famoso ángel del hogar que si no cumplía estos sagrados preceptos le estaba fallando a todos. A su propia familia, a la sociedad y a ella misma. Nada que no estuviese ya inventado. Nos empeñamos siempre en devolver a la mujer a las cuatro paredes del hogar y a los cuidados. Algo que nos ha venido siempre súper bien.
¿Crees que en los últimos años se está reivindicado el trabajo de las personas que cuidan?
Ojalá. Precisamente estoy haciendo un documental sobre el Alzheimer y lo primero que he aprendido es que los cuidadores son los olvidados, aunque verdaderos, superhéroes del siglo XXI, por encima de los de Marvel. Pero estamos muy lejos de reconocerles su labor, ni siquiera la conocemos. Y aquí también salen perdiendo las mujeres, como señalaba anteriormente. Fíjate en el dato que encontramos, de 2024: actualmente el 91,7 % de las personas que deciden reducir su jornada laboral para dedicarse al cuidado de algún familiar en nuestro país son mujeres. Así que deberíamos generalizar en cuidadoras, más que en cuidadores.
‘Solteronas’ fue primero un documental estrenado este mismo año ¿Por qué la necesidad de adaptarlos al formato libro?
Realizar este documental ha sido de lo mejor que he hecho en la vida. Fue toda una experiencia conocer a estas maravillosas veinte mujeres que me abrieron las puertas de sus vidas y de sus historias. Veinte historias que tuve que condensar en 90 minutos, que es lo que el formato documental me permitía, así que fue más doloroso que nunca no incluir historias que me parecían de una riqueza brutal. Y de ahí la necesidad de escribir el libro, que me permitía explicarlas en todo su esplendor, sin dejarme fuera nada de lo que habían compartido conmigo.
¿Qué aporta el lenguaje textual a la narración de estas historias?
Sobre todo le aporta profundidad. Como señalaba, el documental 'Solteronas' intenta transmitir lo que supuso no casarse en una sociedad como la nuestra, pero el libro me permite además desarrollar cada una de las veinte historias contextualizándolas con todo el material del que me valí para la documentación del libro. Todo lo que generalmente queda fuera de un documental y que solo me sirve para decidir qué y cómo quiero contar algo aquí está incluido.
¿Crees que el trabajo de cuidados intrafamiliar debería ser reconocido económicamente?
Debería, sí. Si volvemos al libro, es importantísima la figura de la T.A.S. Tía Abuela Solterona. Esa tía que dedicaba su vida al cuidado de los demás. De sus padres, de sus sobrinos y sobrinas, de sus hermanos y hermanas. Siempre sin recibir nada a cambio más allá de un techo, comida y, afortunada y generalmente, el inmenso cariño de todos los que las rodean. Porque si algo bueno he descubierto es que es enorme el cariño que se las tenía y se las tiene. Aunque ellas hayan llegado a minusvalorarse. Una de ellas afirma en el libro: “Mi tía abuela, que era un ideal de persona. Mi tía abuela solterona, la T.A.S. Ponlo así, con mayúsculas: Tía Abuela Solterona. Como yo. Que somos el nivel más bajo de la familia, lo más inferior que hay. Fíjate que yo creo que la que más sentí fue su muerte. Ella fue la que cuidó a mi madre y a sus hermanos desde pequeños, porque se quedaron sin madre cuando mi madre tenía seis añitos. Siempre estuvo con nosotros. Vivía con nosotros, aquí, en esta casa. Que yo no sé si quería más a mi madre o a mi tía abuela, la verdad. Era la persona ideal. Fíjate que hasta mi padre, que no era parte de su familia ni nada, la quería muchísimo, muchísimo, como si lo hubiera sido. A veces hasta le contaba cosas a ella antes que a mi madre”.