En la España de blanco y negro no había espacio para la paleta arcoíris. La historia de la representación del colectivo LGTBIQ+ en la música, la televisión y el cine ha significado un lienzo en blanco que se ha ido coloreando con los esfuerzos de la lucha por los derechos. Un recorrido que empieza a levantar sus cimientos posteriormente al franquismo y que comienza a resurgir como el Ave Fénix gracias a las primeras apariciones de personalidades pertenecientes a dicha comunidad en estas artes.
No fue hasta 1983 cuando España pudo ver por primera vez a un varón homosexual hablar de la sexualidad entre personas del mismo sexo en pleno prime time. Un hecho que ocurrió en un programa de máxima audiencia gracias al valor de un hombre homosexual. Su nombre es Jordi Petit y su voz se alzó como un eco de esperanza durante su intervención en 'Buenas noches', presentado por Mercedes Milá en TVE. Este hecho insólito abrió la puerta al diálogo sobre la orientación sexual y supuso un gran avance que permitió el florecimiento de nuevas figuras que más tarde se convertirían en altavoces en sus respectivos campos, como la música, el cine o la misma televisión.
En el presente, la diversidad se ha convertido en un tema candente en la industria del entretenimiento de los últimos años, generando debates sobre la inclusión de personas de diversas identidades y orientaciones sexuales en todos los aspectos de la esfera cultural. En España, estos debates han recibido una gran importancia en los ámbitos de las artes escénicas, el cine, la música, y la televisión, donde las representaciones LGTBIQ+ se han convertido en objeto de análisis y reflexión.
Actualmente, en esta industria trabajan más de 100.000 personas repartidas por todo el estado español. No obstante, desde los inicios de esta factoría, los profesionales pertenecientes al colectivo LGTBIQ+ afrontan enormes desafíos para acceder a este sector tan derrochante de creatividad y talento. Este hecho se traduce en una menor representación en la esfera cultural y, por lo tanto, en la faceta artística del país. Para valorar la representación de los personajes LGTBIQ+ en la industria audiovisual, el ODA (Observatorio de Diversidad en los Medios Audiovisuales) ha realizado una investigación que ha evidenciado que, de una muestra de 1.722 personajes analizados en la ficción española, solo el 9,2% de los mismos pertenecen a la comunidad LGTBIQ+.
Estos esclarecedores datos plantean dos preguntas de vital importancia: ¿Cómo es la representación de la comunidad LGBIQ+ en la cultura española actual? ¿Hay espacio para dicha comunidad en las artes audiovisuales? Para rellenar el vacío que plantea esta pregunta, nos hemos acercado a cuatro voces destacadas dentro de este ámbito: Gabriel Benavent, director, actor y cantante valenciano con una amplia visión acerca del panorama musical; Alberto Martín, profesor de teatro, actor y cantante turolense con una carrera teatral y cinematográfica extensa; Candela Herrero, poetisa, escritora, actriz y directora con una dilatada experiencia en las artes escénicas y el entretenimiento; y David Rees, compositor, cantante malagueño y activista reconocido por su gran carrera musical internacional. A través de sus experiencias y puntos de vista desde dentro de esta industria, exploraremos los retos a los que se enfrentan las personas LGTBIQ+ en el mundo del espectáculo, así como su impacto en la representación y diversidad en el sector audiovisual.
Eran los 90 y, como cada noche, ella acaparaba la mirada de todo un país. Una mujer deslumbrante por su increíble belleza, de cuerpo feroz y un particular carácter cruzaba el Mississippi cuando se escondía el sol. Cristina Ortiz, más conocida como 'La Veneno', fue una trabajadora sexual trans y personaje televisivo que se dio a conocer en el programa 'Esta noche cruzamos el Mississippi' de Telecinco (y posteriormente, 'La sonrisa del pelícano' en Antena 3). Y es que, a pesar de la fama que le otorgaron estos programas, La Veneno era considerada por la sociedad como un personaje jocoso debido a su naturalidad, y al que no se le tomaba enserio. Una vez más, las personas trans volvían al segundo plano. Pero, ¿sigue siendo así?
En los inicios de la industria audiovisual española, el número de personajes LGTBIQ+ era muy inferior al de los heterosexuales. Rara vez hacían aparición, tanto en la pequeña como en la gran pantalla, personajes de dicha comunidad, y si esto sucedía, sus interpretaciones siempre reforzaban una imagen estereotipada de ellos mismos. Hablamos con la actriz y directora Candela Herrero, con la que reflexionamos acerca de la evolución de la representación LGTBIQ+ en la ficción actual de nuestro país: “Yo veo que la ficción actual, por suerte, ha tenido como un cambio para bien en esto en comparación a otros tiempos”, explica la escritora, que cree que “aun así hace falta, todavía, mostrar más realidades. A veces considero que se muestra desde un lugar demasiado estereotípico”.
Es por esta razón, que profesionales de la esfera cultural pertenecientes al colectivo LGTBIQ+ se han mostrado muy críticos ante estos hechos que crean caricaturas relacionadas con los clichés y la orientación sexual. Desde el punto de vista de Herrero: “¿Por qué en esta ficción tenemos que caer en el prototipo de que, en una pareja lesbiana, siempre hay una que es más ‘femenina’, y la otra es como más ‘masculina’? Para mí, eso es lo que no funciona”. Ante esta situación, la actriz asegura que “son los estereotipos que nos ha hecho creer la sociedad y los prejuicios, y en realidad, para nada tiene que ser así”.
Sin embargo, la ficción española no solo tiene una asignatura pendiente con los modelos que muestra acerca de sus personajes LGTBIQ+, sino que, además, las tramas de estos también son distintas. Los datos demuestran que el porcentaje de figuras de este colectivo, cuya trama reside en un conflicto por su orientación sexual, asciende hasta un 43,27% en las series de nuestro país. La problemática que se plantea también radica precisamente en la tendencia a centrar las historias de personajes del colectivo únicamente en su sexualidad o su identidad de género, tal y como señala Herrero: “Creo que el problema está cuando crees que la trama de un personaje LGTBIQ+ es un conflicto porque es gay, lesbiana o trans. Para un personaje hetero, su conflicto no lidia con que sea hetero”.
Tras esta coyuntura, la actriz lanza una hoja de ruta en la que la ficción española puede basarse para ser más inclusiva y equitativa sin dejar ningún color atrás: “Creo que 'Sex Education' es una serie chulísima porque trata el tema de la sexualidad, pero tiene otros conflictos. Las tramas de sus personajes no tienen nada que ver con su con su orientación sexual, ni con su raza, ni con nada relacionado”.
Cuando solo existía el silencio, apareció una voz feroz con sabor a revolución. Su nombre es Manuela Trasobares. Corría el año 1997 y la cantante transexual se encontraba debatiendo la importancia de la identidad individual en el programa de 'Parle vosté, calle vosté' en la antigua cadena Canal Nou. Harta de escuchar improperios y opiniones con tintes machistas de los colaboradores y tertulianos allí presentes, la mezzosoprano hizo arder el plató aquella madrugada valenciana. La cantante de ópera tiró la copa que había en su mesa y esputó un discurso de sororidad y feminismo sin precedentes: “Tenemos que ser fuertes, y tenemos que unirnos todas”, y añadía: “¿Por qué nos hemos de reprimir?”. Acto seguido, los aplausos del público hicieron el resto. Sin embargo, ella todavía no sabía que se había convertido en el reflejo de todos aquellos espejos que estaban a punto de desquebrajarse.
En junio de 2020, el compositor Pablo Alborán actuó como un reflejo más. El gran artista malagueño compartió su homosexualidad con sus seguidores a través de un vídeo en su cuenta de Instagram. En este comunicado, también transmitió su deseo de vivir libremente su vida personal. Esta valiente declaración generó una gran repercusión en los medios y en la sociedad, siendo muy apoyado, especialmente por la comunidad LGTBIQ+.
Pablo Alborán se ha convertido en un gran referente de cantante homosexual —y con gran reconocimiento— en el panorama de la música actual, el cual ha servido como un halo de esperanza a todos aquellos artistas que quieren dedicarse a la industria musical pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+. En este sentido, la afirmación del actor y cantante Alberto Martín cobra más relevancia: “en el colegio notas que hay algo raro, que eres diferente, y tampoco entiendes muy bien qué está pasando. Entonces, entiendo que, con más referentes, me hubiera podido identificar y decir: ‘ah, pues esto es normal’. En la infancia no recuerdo haber tenido referentes LGTBIQ+”. Esta reflexión demuestra que la existencia de referencias juega un papel fundamental como fuente de autorreconocimiento que contribuye a una sociedad más equitativa, respetuosa y diversa.
Algo parecido ocurrió con el joven cantante David Rees, quien con su famosa canción “Me gusta un chico” dio a conocer su homosexualidad. Conversamos con el artista y analizamos desde su punto de vista lo que supuso para él este gran paso: “El día que estaba publicándola, sentí miedo”. Y es que, en muchas ocasiones, la “salida del armario” para un artista puede traducirse en consecuencias tales como la disminución de los fans, tal y como le sucedió a la cantante canadiense Billie Eilish, quien perdió millones de seguidores al reconocer su homosexualidad públicamente. Sin embargo, esta no fue la situación que vivió Rees, quién recibió el aplauso de sus seguidores ante esta noticia: “De manera consciente, creo que mi público siempre ha sido súper abierto y no he tenido muchos problemas”. No obstante, el cantante añade que “sí que siento que no estoy tan presente en categorías musicales del día a día desde que publiqué ‘Me gusta un chico’.
Una afirmación que deja en entredicho que los artistas de esta comunidad no puedan crecer más allá de la música considerada como LGTBIQ+, pues tal y como asevera el compositor: “¿Hay algún artista LGTBIQ+ dentro del top 50 de España en Spotify? Pues yo creo que no. Si lo hay, hay uno, y eso no es casualidad, eso es un reflejo de la sociedad.”
Además, hablamos con el cantante y actor Gabriel Benavent, el cual ha tenido la oportunidad de conocer casos de distinta índole señalando que “si eres un artista normativo, te abrimos la puerta, pero si eres alguien más extraño, el cual no logro entender si eres hombre o mujer, está mal. Creo que es supernecesario que haya más referencias diversas”. Estas declaraciones hacen recordar el caso del artista internacional Sam Smith, quien en un primer momento se presentó a sí mismo como un cantante normativo y cosechó un gran éxito. No obstante, en 2017 aceptó su sexualidad queer y hoy en día sigue recibiendo un acoso voraz por parte de sus detractores debido a su orientación sexual.
Un hecho similar en nuestro país es el de la cantante Samantha Hudson, quien desde un primer momento se presentó como una artista trans no binaria y que ha recibido continuos agravios, sobre todo en el ámbito de las redes sociales. En palabras de la propia cantante para RTVE: “Te sientes rechazada, agredida física, verbal y emocionalmente todos los días de tu vida cuando eres un artista LGBTIQ+”. Una situación que también ha vivido el malagueño David Rees, pues, aunque afirma no haber recibido “mucho más allá del veneno que escupe la gente aburrida”, reconoce que ha llegado a sentir odio en las redes sociales: “De vez en cuando, da la mala suerte que leo, de repente, ‘dislike por marica’ o ‘eres gay’ como de forma despectiva.” Estas afirmaciones explican por qué existen menos referentes de esta comunidad, pues el miedo a sentir rechazo se traduce en mantener la sexualidad en privado y, por lo tanto, también en una menor representación equitativa.
En este contexto, el testimonio del actor y cantante Gabriel Benavent se remarca más al señalar la importancia de contar con referentes más diversos en nuestra sociedad: “Yo he echado en falta más referentes y mira, vengo de una generación que aun así ha tenido algunos referentes”, sin embargo, puntualiza que “actualmente, todavía harían falta muchos más, y no tan normativos”.
Este argumento se ve respaldado por el testimonio del cantante David Rees, quien expone que “hemos mejorado un montón, pero no siento que estemos en un punto donde haya equilibrio entre todas las realidades de todas las personas” y añade que “tener realidades distintas siempre es súper importante y nutre a la sociedad”.
Ante esta problemática, Benavent cree que la autogestión y la confianza es la clave para impulsar más figuras LGTBIQ+ dentro de las artes de nuestro país. Tal y como declara el director: “Tenemos que ser capaces de autogestionarnos, de confiar en nuestros proyectos, de crear, y de darnos visibilidad. Ahora que tenemos las redes sociales a full, deberíamos empezar por ahí, porque el hecho de esperar a que te llamen no es opción”. Además, el actor también anima a las jóvenes promesas del colectivo a que “confíen en ellos, porque está bien ser lo que son, y que confíen en lo que tienen que decirle al mundo.”
De distinta forma, Rees también hace un llamamiento a las plataformas musicales como una fuente de libertad donde poder apoyar a artistas LGTBIQ+: “Existen plataformas como 'Spotify Equal' o 'Podimo' que tratan de mostrar esta desigualdad obvia y visible”. Además, apela a la responsabilidad de los artistas de esta comunidad en dar voz a todo tipo de realidades y crear espacios seguros para el público LGTBIQ+: “Yo siento que soy una persona que dentro de lo que puede, intenta crear un espacio abierto para todo el mundo, y creo que lo consigo”, y añade: “En mis conciertos, si hay alguien en la sala que no crea en el amor y la identidad libre, pido que se vaya abiertamente.”
Gracias a la magia del celuloide, los proyectores de los cines pudieron, al fin, demostrar una realidad hasta entonces tapiada, menospreciada y vilipendiada por una sociedad que estaba todavía por madurar. Aún persistía el gobierno de la dictadura cuando en 1961, los ojos de los telespectadores españoles fueron testigos de la primera filmación que mostró otra realidad de forma abierta: 'Diferente'. Este hecho fue sinónimo de valentía, riesgo y precaución para su director, Luis María Delgado, quién se atrevió a publicar la primera obra cinematográfica que presentó al primer personaje homosexual del que se tiene constancia en la esfera del séptimo arte español.
Tras el régimen franquista y con las fronteras abiertas de nuevo, más visionarios se adhirieron al desarrollo temático de personajes LGTBIQ+ en la gran pantalla, aunque esto sucedería al ritmo del goteo. Más tarde, ante la llegada de los 80 y con el fin del dictador, se llevó a cabo uno de los movimientos más importantes para la revolución cultural y sexual española: La Movida. De esta vibrante movilización madrileña surgieron algunas personalidades que se convertirían en asiduos de la libertad y la exploración de la sexualidad diversa del celuloide: Eloy de la Iglesia o el reconocido y galardonado internacionalmente, Pedro Almodóvar.
Sin embargo, parece que no hemos cambiado tanto en los últimos años, y es que los números no mienten. Los datos del informe ODA acerca de la representación LGTBIQ+ en la industria audiovisual desvelan que solo un 7,14% de los personajes en las películas del cine español pertenecen al colectivo LGTBIQ+, en contraste al 92,86% del resto de figuras que protagonizan nuestro cine. Estos datos sugieren una nueva pregunta de necesaria respuesta, ¿por qué existe tan poca representación de esta comunidad en el séptimo arte? El director y cantante Gabriel Benavent es uno de esos artistas que se han hecho la misma pregunta: “Nuestra comunidad aún es tema de debate. Por desgracia, todavía se discuten nuestros derechos en la política, y eso se extrapola a todos los niveles”, y señala que “todo parte desde la incomprensión”. Esta reflexión sugiere que no se trata simplemente de una cuestión de elección artística, sino que, como cualquier arte en su más pura expresión, refleja las barreras que aún persisten en la sociedad española.
Además, ya no solo reflexionamos acerca de esta representación, sino también, de aquellos factores que frenan el acceso de los actores LGTBIQ+ en la gran pantalla. Conseguir la llave para abrir un candado que todavía está endurecido por los estigmas es todavía más difícil: “Influye el hecho de que sepan que eres homosexual, o el hecho de que te vean antes de hacer una prueba como actor y vean si tienes pluma. Por esto, o te cogen o no te cogen”, declara Benavent, quién también añade que “aunque estemos cambiando, los clichés siguen estando ahí”.
Por otro lado, y adentrándose en el panorama musical, el compositor internacional David Rees considera que los artistas LGTBIQ+ se abren paso en esta industria con más dificultades: “Aún hay un estigma muy grande, y eso nos limita a los LGTBIQ+ a poder explayarnos y llegar a un público”. En muchas ocasiones, los artistas pertenecientes a este colectivo solo pueden acceder a una audiencia LGTBIQ+, pues fuera de esta comunidad no reciben tantas oportunidades laborales o difusoras, lo que genera un caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de la desigualdad en la industria de la música. “Pienso que, de una manera inconsciente, los artistas LGTBIQ+ no estamos presentes y no estamos tan en el radar. Estamos en el radar, pero en el Orgullo. En el Orgullo todo el mundo quiere contar con nosotros, pero fuera de ahí, es como que al final te colocan en otra categoría” explica el mismo artista.
Asimismo, el actor y profesor Alberto Martín señala que “aunque las cosas hayan avanzado rápido, siguen estando ahí los mismos ‘señoros’ que impiden estos avances”, haciendo referencia a los altos mandos con mentalidad tradicional, cuyas funciones tienen un gran peso en el entretenimiento español.
El testimonio de Martín va más allá, pues nos cuenta un desafortunado y sumamente grotesco episodio con una directora de cine: “Era un curso con una directora que ha dirigido grandes series aquí en España. Yo interpretaba un papel de un hombre hetero que quería conquistar a una chica. Ella insistía en que no le gustaba cómo iba vestido porque ‘un hombre no va así vestido para gustarle a una chica’. Me dejó en evidencia delante de todo el curso y se disculpó por haberme dado ese papel, como diciendo que yo no era capaz de interpretar a un hombre cishetero”. Sin duda, unas declaraciones descorazonadoras que sugieren que quizás el problema no solo tenga su raíz en la sociedad, sino también en los altos cargos de la esfera cinematográfica.
A pesar de las duras palabras del actor, Candela Herrero presenta un escenario más alentador sobre la ficción española. La actriz ha desempeñado el papel de Marieta en la longeva serie valenciana 'L’ Alquería Blanca' y se ha rodeado de un extenso y amplio equipo de profesionales del sector: “Con los compañeros y compañeras con los que he trabajado, nunca he visto que hayan tenido que reprimir su orientación sexual en absoluto”, y acerca de las barreras que puede suponer la orientación sexual para acceder a la industria del cine, apunta que “si en algún momento mi sexualidad supusiera una barrera, sería yo quién decidiría no formar parte de ello, porque no quiero trabajar con homofobia y discriminación, por mucho que me fuera a repercutir a nivel actoral”.
Sin embargo, los dos profesionales coinciden en un importante factor sobre el cual han reflexionado atentamente: el interés de la industria por albergar personajes LGTBIQ+ en sus ficciones. “Es una cuestión de interés meramente capitalista, pero creo que debería ser una cuestión de interés social”, explica Herrero, que señala al capitalismo como una de las razones por las que el cine español introduce figuras de esta comunidad en sus tramas. Martín también está de acuerdo en el papel que juega el capital en el cine: “Entiendo que es todo muy capitalista” e insta a aprovechar la situación para decantar la balanza hacia esta comunidad: “Si para cierta película o proyecto necesitan cumplir ciertos estándares de personajes LGTBIQ+, entonces perfecto. Cuanto más avance todo, más se normalice, y más se imponga desde nuestra parte, mejor”.
Cuando la trama de un celuloide nos cautiva o, cuando bailamos extasiados al compás de las notas de una guitarra, allí está él, una vez más, haciendo gala de su sutil y vibrante voz; el entretenimiento. Con este nos sintiéramos identificados porque despierta las emociones de nuestro ser, pero a lo largo de este reportaje, hemos visto como durante mucho tiempo, ha habido una comunidad que no ha podido sentir esa efervescencia. Hablamos de una escasa representación que la comunidad LGTBIQ+, cuyo escenario ha estado plagado de luz y de color —que diría Marisol—, pero también, de sombras.
La preocupación en referencia al modo en el que se representa a dicha comunidad es latente. En esta página se han ofrecido datos esclarecedores sobre los que se ha trabajado para intentar darles respuesta y solución. Unos números que en momentos pueden llegar a parecer duros, pero que también pueden servir para fijar el foco en ellos y tratar de darles la vuelta. Hemos tenido la oportunidad de contar experiencias muy significativas, que demuestran una vez más, que el arte es un mero reflejo de la sociedad. Declaraciones que destacan la importancia de la colaboración, la convergencia y la acción colectiva en la resolución de los desafíos: “Seamos nosotros quienes hagamos nuestros propios proyectos con la gente que tenemos alrededor. Formemos equipos para no estar esperando todo el rato a que un director de casting me llame”, concluye el cantante y director Benavent.
El poder de cambiar las cosas no solo reside en la sociedad, los gobiernos o las organizaciones, sino que los cambios también empiezan por las personas. Todos podemos contribuir a un universo más diverso con pequeñas cosas, y cada persona desde su posición: “como consumidores, sería muy positivo consumir contenido LGTBIQ+ para que se vea que nos interesa ese tipo de contenido, que nos gusta y que lo que queremos es que haya más representación”, aconseja el actor Alberto Martín, que insta a actores como él a contribuir con sus obras a la comunidad: “Por nuestra parte, intentar generar contenido y oportunidades para este colectivo”.
En medio de estos retos y complejidades que hemos explorado, es alentador escuchar las palabras de la actriz y directora Candela Herrero, quien enfatiza la importancia de ser auténtico como la clave del éxito: “Para mí el éxito es poder ser lo que uno es. Eso para mí solo te puede llevar a que te vayan las cosas bien. Diría que esa es la clave”. Sus palabras resuenan poderosamente en el contexto de esta coyuntura, recordándonos que la autenticidad y la originalidad son factores fundamentales. Al abrazar quiénes somos y trabajar desde esa autenticidad, podemos abrir puertas hacia nuevas posibilidades y soluciones creativas que transformen positivamente el mundo.
El autorreconocimiento no solo es un acto de valentía, sino también una acción de empatía con uno mismo. “Salir del armario” en la vida pública no es fácil, y más cuando la lgtbifobia ha crecido tanto en los últimos años. Sin embargo, como primer paso, el compositor internacional David Rees concluye que “lo más importante es que una persona quiera vivir abiertamente su sexualidad en su música, en su arte, en su todo y aceptarse asimismo”. Una hoja de ruta donde se pone en valor un ejercicio de evaluación personal y profesional, y la valoración de sus consecuencias, tal y como se ha visto con los casos de Rees, Billie Eilish o el andaluz, Pablo Alborán.
En este reportaje se han explicado diferentes puntos de vital importancia para comprender la representación que ocupa el colectivo LGTBIQ+ en las artes, concretamente en televisión, música y cine. A lo largo de este mar de tinta hemos contado con testimonios que nos han guiado por un túnel —a veces más oscuro, otras más iluminado—, mostrándonos diferentes perspectivas desde el interior de cada una de las industrias culturales.
Estas declaraciones, en ocasiones duras, frágiles y, en general, auténticas y reales, son solo un reflejo en los espejos de aquellos que están tratando de abrir un candado que se resiste a transicionar hacia los nuevos horizontes.
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