La historia de Ondina Maldonado: "Tartamudeaba al hablar de mí antes de saber que era trans no binario"

  • Es actor y cantante, ha lanzado dos discos y ha participado en series como 'Bellas Artes', 'Cuéntame' y en obras de teatro musical

  • Hace pocos años empezó su transición y en ese camino decidió estrenar la obra 'No gender' en los Teatros del Canal para dar visibilidad al universo no binario

  • "No puedo dejar de vivir porque a ti te parezca muy raro usar una letra nueva", explica y exige en esta entrevista con Informativos Telecinco web

Lo primero que hay que saber de Ondina Maldonado es que su pronombre es él y que su nombre está cambiando. Todavía no quiere contarnos cómo quiere llamarse de ahora en adelante porque haría spoiler de su nueva obra de teatro, ‘No gender’, que protagoniza en los Teatros del Canal por estos días y hasta el 2 de junio. Así que de momento, Ondina. Es actor y cantante, reconocido en el circuito del teatro musical español, aunque en la mayoría de las obras anteriores “hacía de mujer”. Ondina descubrió el no binarismo en el año de la pandemia. ¿Qué le pasaba antes? Vivía en conflicto con su cuerpo y con el “constructo social que es el género”.

Para entender lo que Ondina Maldonado nos trae con su historia, la real y la que propone en el teatro, hay que entender primero que su búsqueda es la de un mundo sin género, sin etiquetas y de respeto mutuo. “Sería guay no dar por hecho quién es la persona que tienes enfrente por lo que tu ves por el aspecto que tiene. Si vamos a pedir comida, no voy a traerte el plato, voy a preguntarte primero qué quieres o si tienes alguna alergia, porque no te conozco. En este caso igual. Hay que preguntar los pronombres, hay que preguntar: ¿cómo quieres que te llame? Y que el único peso de esa respuesta esté en la persona que te contesta, no en lo que tú creas. Quien manda en cada uno tiene que ser cada uno. ¿Cómo te llamo? El, ella, elle, y lo que contestes va a misa”.

Ondina está dispuesta a explicar esto, que parece tan sencillo dicho así, a toda persona que indague en las cuestiones de género, pero también a toda persona que lo discuta y tenga resistencia al cambio: “Yo entiendo que esto es un proceso de todo el mundo y que estamos educados como estamos educados, y que tu cerebro está haciendo clic porque no encaja, pero hay que hacer el esfuerzo”, insiste. Para que quede más claro, apela a su propia historia: antes de entender que sus pronombres podían ser “flexibles”, que podía no ser “ella” aunque parezca “ella” a los ojos de los demás, tuvo un problema en el habla: “Tartamudeaba. Me he tirado meses tartamudeando, he tenido un problema de comunicación serio, porque no me identificaba ni con la a ni con la o. Si en ese momento hubiera entendido que con la e me sentía bien, la hubiera usado. Y a los demás les hubiera dicho apáñate tú. No puedo dejar de vivir porque a ti te parezca muy raro usar una letra nueva”.

Aunque se siente cómodo con la letra e (o cómode), Ondina prefiere el pronombre él y eso también le ha traído conflictos con la mirada ajena. “No hay un pronombre que defina el no binarismo. Puedo ser él, elle, ella. Pero tienes el margen de cambiar. Con el ‘elle’ en concreto, considero que es la manera ideal de ser inclusivo”, explica.

También se le cuestiona haber empezado a tomar testosterona para cambiar su fisonomía y esos planteos aparecen claramente expuestos en la obra de teatro que escribió para él el dramaturgo Salvador S. Sánchez a partir de la historia y las ideas de Ondina, y que dirige Ferrán Carvajal. Para darle universalidad a la trama, la obra recorre referencias como Frankenstein o la historia real de la llamada “monja de Alférez”, que vivió entre los siglos XVI y XVII, se definía como Alonso Díaz y vivía como un varón y militar. 

Las críticas del afuera aparecen en el texto y en la exquisita coreografía que propone este montaje. Aunque es un unipersonal, los “golpes” de la mirada ajena se ven en el cuerpo atormentado de quien atraviesa la transición en soledad. Le exigen respuestas sobre su “mutilación”, le exigen que no se opere, en suma, que haga lo que quiera pero sin que se note. Y Ondina está para todo lo contrario: gritarlo fuerte.

Con 37 años y una carrera en las tablas que empezó en la adolescencia, descubrió el no binarismo a los 33. En su familia ya había una persona trans. Su prima. Sin embargo, aunque transicionar ya no sonaba raro en su casa, no fue fácil para ellos entenderla. Ondina decidió seguir adelante porque lo tenía clarísimo: siempre había sido trans solo que no sabía definirlo. Su camino ha sido especialmente difícil porque a diferencia de otras diversidades de género, el universo trans no binario no tiene referentes. Por eso decidió ser uno. “Mi motor de arranque fue decir yo soy artista me encanta consumir danza, teatro, pero no veo cosas que me interesen que hablen de esto. Nos toca a nosotres contar nuestras historias porque si sigo esperando a que un productor hombre, blanco, hetero, cis, haga una obra sobre una persona no binaria, vamos a seguir teniendo las referencias que tenemos. Hay veces que me gustaría no tener que hacer las 24 horas activismo trans, es agotador, pero ojalá haber tenido referencias. Ojalá haber venido a ver esto con 14 años y decir ah, vale. Yo en la pandemia empecé a escuchar el término no binario. Se me abrió el melón. Hay algo de la transmasculinidad que no tiene visibilidad. Al igual que entre la ‘G’ y la ‘L’ del colectivo (LGBTI+) hay muchísimo más hueco para los gays que para las lesbianas, hay muchísima más visibilidad de mujeres trans que de hombres trans”

El problema de encajar en un género no afecta solo a las personas trans: las personas cis se someten a cirugías para encajar.

Cuando encontró su identidad no binaria, Ondina pensó en no pasar por un cambio físico. Hace unos meses, cambió de idea y comenzó a tomar hormonas. Su encuentro con Informativos Telecinco se da en plena transición: le está cambiando la voz y el cuerpo visiblemente. Sin embargo, aclara: “El no binarismo no va reñido con las hormonas. Puedo seguir siendo una persona no binaria aunque me hormone”. La decisión, cuenta, tuvo que ver con lo complejo que resultaba transmitir su nueva identidad. Todo el mundo seguía identificándolo con una mujer y estaba cansado de la violencia que eso generaba. “Hay una presión social y un sistema completamente regido por lo binario que hace que te plantees cosas más allá de lo que te plantearías si vivieras en una isla y fueras un ser asocial. Porque el género es un constructo social, no existe como tal. Pero nos lo hemos creído y es el sistema en el que nos movemos. Necesito encajar igual que tú. Hay algo de mi cambio de nombre que parte querer nombrar esta nueva etapa de mi vida, pero también es algo de sobrevivir. Si mi aspecto es más masculino, me lo pone más fácil, se entiende mejor”. 

El género es un constructo social, no existe como tal. Pero nos lo hemos creído y es el sistema en el que nos movemos.

En su caso la decisión ha afectado algo muy importante para él. Hasta hace algunos años, se presentaba como cantante y había lanzado dos discos. Su voz era dulce y aguda. Ahora es grave y todavía está estabilizándose. Tuvo que poner en pausa sus proyectos musicales hasta ver cómo trabaja con este nuevo instrumento que son sus cuerdas vocales engrosadas por la testosterona: “No hay investigación en la voz de chicos trans. Para las chicas trans hay más porque es más difícil que ellas agudicen la voz, entonces hay más técnica, más cirugías. En cambio para nosotros no hay mucho conocimiento. Me interesa saber cuánto cambia mi cuerda, mi laringe, qué pasa adentro. Estoy con unos vocal coaches, que me están ayudando a cantar y hablar, y con un otorrino, pero no hay estudios. Solo sé de un chico trans que canta”.

Paradójicamente, en este contexto, Ondina es pura voz. Porque así como están las cosas no le queda otra opción que ser referente, ser el que abre el camino para los que vengan detrás. En ese sentido, lleva la discusión de lo trans a un plano más universal: “El problema de encajar en un género no es una cosa que afecte solo a las personas trans. Hay un montón de cirugías, un montón de tratamientos e historias que afectan a las personas cis. Todos queremos encajar. Y eso es lo que debería terminarse. Todos deberíamos querer un mundo sin géneros ni etiquetas”.