'Manuel' vuelve a ARCO. Y lo hace cuatro décadas después de que su exhibición en la segunda edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, allá por el 83, la convirtiese en la "primera escultura gay". Por entonces, en plena Transición, que esta obra de Rodrigo Muñoz Ballester (alias Rodrigo) formase parte de esta exposición generó más de un quebradero de cabeza a su directora, Juana de Aizpuru, que llegó a confesar que su presencia "no le dejaba dormir". Ahora, en 2023, la historia se repite, y 'Manuel' vuelve a tener su lugar en IFEMA 41 ediciones después.
Es imposible no pararse en el stand 7A05A del recinto ferial de la capital. El tumulto de curiosos ya advierte que en este espacio dedicado a la galería de José de la Mano se encuentra el protagonista absoluto de este año. Y ahí, en el centro, desnudo, está 'Manuel'. Con ella se habla del amor y el deseo. Es más, su comisario la califica como "la más bonita historia de amor no consumada del mundo". Y lo considera así porque recrea el encuentro de Rodrigo con un hombre anónimo al que el autor conoció en la piscina pública de El Lago, en Madrid. Nunca se besaron. Pero el flechazo fue tal, su obsesión con aquel encuentro alcanzó tal nivel de intensidad, que Rodrigo quiso convertirlo en arte.
Su composición tiene un porqué. "Rodrigo sueña su cuerpo, del que emerge el de Manuel, al que abraza como si se le fuese a escapar". Dos figuras en una unidas por un corazón que, gracias a una sutil iluminación, parece llevar palpitando desde su creación. En su construcción, para la que recurrió a materiales como madera, malla metálica, escayola y yeso, su autor invirtió seis años, desde 1977 hasta 1983.
Ese año, cuando la galerista Fefa Seiquer quiso incluirla en su stand, 'Manuel' era esa pieza de la que habló todo el mundo después de visitar un ARCO que acababa de arrancar. El artista entendió las reacciones opuestas de su público, que creyó que intentaba "sembrar el pánico con un San Sebastián peludo e hipersexualizado". Y ni él ni José de la Mano ven muchas diferencias con las de hoy, momento en que la censura varía, pero persiste. "En los 80 había más normalidad que ahora, que hemos intentado subir la foto en nuestros perfiles de Instagram y nos han baneado", lamentan.
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