“¿Y si la ciencia confirma que Dios existe?”: ya está en España el polémico ensayo que ha arrasado en Francia

Han sido listos los autores deDios, la ciencia, las pruebas’ (Ed. Funambulista). Han colocado como prologuista de su ensayo sobre la existencia de Dios a un reputado científico, agnóstico para más señas, y premio Nobel de Física en 1978 por sus descubrimientos relativos al Big Bang. Robert Woodrow Wilson escribe en el exordio del libro que, si como sugiere la teoría del Big Bang, el universo tuvo un comienzo, entonces es pertinente preguntarse si un espíritu superior tuvo que ver con ese comienzo.

Pero no solo eso. También reconoce Wilson que para gozar del universo tan perfecto que tenemos ahora -perfecto para la vida del hombre sobre la faz de la tierra- el Big Bang se debió configurar de “manera ultraprecisa”. El premio Nobel conviene que es complicado explicar solo por el azar nuestra existencia en la tierra, como se viene pensado desde Darwin. Wilson no es el único científico que acepta esto. Ya dijo Einstein que “Dios no juega a los dados” o Voltaire imaginaba un “relojero”.

¿Pero es pertinente preguntarse si la ciencia puede probar la existencia de Dios? Incluso un ateo tan eminente como el biólogo evolutivo Richard Dawkins opina que sí. “La hipótesis de Dios es una hipótesis científica sobre el universo que hay que analizar con el mismo escepticismo que cualquier otra. (…) O bien existe, o bien no existe”, escribió Dawkins en ‘El espejismo de Dios’.

Bajo esta premisa, los ingenieros Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies tratan de probar que Dios existe porque la ciencia lo prueba. Reconocen que hasta el siglo XX la ciencia no estaba del lado de Dios porque el espacio que antes ocupaba había sido cubierto por el éxito de los avances médicos o técnicos. El darwinismo, el marxismo, Freud y Nietzsche terminaron de enterrar a Dios y colocar en su lugar al hombre y a la ciencia. Ese era el ambiente.

Pero los autores de ‘Dios, la ciencia, las pruebas’ creen que todo cambió a principios del siglo XX, cuando se acumularon una serie de evidencias científicas que ayudaron, a su juicio, a desenterrar la idea de Dios. Entre esos descubrimientos están la termodinámica, la relatividad, la mecánica cuántica, el principio de indeterminación, el Big Bang, la entropía, el ADN y la descodificación del genoma.

A riesgo de ser burdo, se podría resumir su tesis de forma muy sucinta: si el mundo tuvo un inicio y tendrá un final habrá algo o alguien que lo creó; si la Tierra es un escenario tan perfecto e ideal para la vida humana es imposible que su creación fuera azarosa. No puede haber suerte en algo tan perfecto para el hombre como nuestro planeta. Se habla de un “ajuste fino” del universo y se recupera “el principio antrópico”. Todo en el Universo está creado para el hombre, y quien lo creó es Dios.

De la suerte histórica del pueblo judío a milagros como el de Fátima

La segunda parte del ensayo abunda en argumentos filosóficos e históricos. Quizá sea la parte más polémica. Los autores creen que la ciencia ha refrendado verdades que ya estaban contenidas en la Biblia (y que en el momento de su redacción eran humanamente inalcanzables) y que solo la existencia de Dios explica la suerte histórica del pueblo judío o milagros como el de Fátima.

Hay un capítulo titulado “¿Quién pudo ser Jesús?”, sobre el que Informativos Telecinco elaboró un vídeo con motivo de la Navidad. Para los autores es inconcebible que un hombre que murió solo y olvidado (y odiado por muchos), haya tenido tanta influencia en la historia de la humanidad. No hay una explicación racional para entender cómo sus palabras lograron convertirse, andando el tiempo, en el mayor superventas de la historia.

Olivier Bonnassies intentó responder a esta pregunta en una conversación desde París: “Solo hay dos explicaciones posibles. Si Dios existe y Jesucristo tiene una relación con él, entonces tiene sentido. Pero si Dios no existe, la figura y la herencia de Jesucristo desafían todas las leyes de la sociología y de la historia”.

Se puede estar de acuerdo o no, pero no conviene dejar de leer por prejuicios esta obra. En Francia, ese país tan afecto al laicismo, ya ha vendido más de 250.000 ejemplares. 

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