La localidad onubense de Zalamea la Real ha vuelto a celebrar, como cada Viernes Santo, la procesión de la Vía Sacra, una liturgia de la Semana Santa que data de 1776 y a la que como marca la tradición solo pueden acudir los hombres de la localidad, sin que las mujeres se acerquen por el recorrido en ningún momento.
Tan sólo la covid-19 en 2020 y 2021 y la Guerra Civil ha impedido a lo largo de más de dos siglos y medio el desarrollo de esta procesión que se mantiene en el tiempo con pocos cambios y que emula al viacrucis que, en Sevilla, se realizaba desde la Casa Pilatos a la Cruz del Campo, y que se inicia con el sonido de la corneta al caer la noche, y con una campana que toca 10 veces.
En ese momento, los hombres se han ido trasladando a la iglesia parroquial de la Asunción, y con paso acompasado, y tras la cruz de guía de la Hermandad del Santísimo Cristo Yacente, estos varones han ido desde allí emulando el camino de Cristo desde el Pretorio hasta el Gólgota, del Calvario hasta el Sepulcro de Arimatea, cantando una salmodia antiquísima en verso que va narrando el acontecer de la Pasión del Señor.
Delante del cortejo un corneta y una esquila avisan por todo el pueblo del paso del mismo para que las vecinas que haya por las calles se recojan en sus casas.
Esta procesión, que constituye una de las tradiciones más singulares de la celebración cofrade de la provincia onubense y que sirve de colofón de los actos penitenciales de Semana Santa en Zalamea, fue instituida por Gabriel Alejandro Sanz, director de las minas de la comarca en el último tercio del siglo XVIII, aunque seguramente y con alguna diferencia a cómo se hace desde entonces, se celebraba con anterioridad.
Fue consolidada cuando el 8 de septiembre de 1776 año en que se construyó y bendijo la Ermita del Santo Sepulcro, rememorando los Santos Lugares, como estación final del Vía Crucis que componen un total de 15, en vez de las 14 que tradicionalmente conforman este tipo de actos litúrgicos.