Cada cuarenta segundos muere una persona por suicidio en el mundo. En España es la primera causa de muerte no natural y la segunda en jóvenes de entre 15 y 29 años. Un serio problema de salud pública que tiene, sin embargo, un margen para actuar: por cada suicidio consumado hay otros 20 intentos, y entre el 30% y el 40% de los que lo consiguen habían tenido tentativas previas. "Se puede evitar, no al 100%, siempre habrá casos que se nos escapen, pero la mayoría se pueden prevenir, por eso es muy importante estar alerta ante las señales de alarma", explica Junibel Lancho, la conocida psicóloga especializada en la prevención del suicidio.
En 2018, junto a la Asociación La Barandilla, puso en marcha el primer Teléfono Contra el Suicidio, que en cuatro años atendió más de 8.500 llamadas. Como voluntaria en esta línea atendió personalmente alrededor de 2.000 llamadas, hasta que en mayo de 2022 el gobierno arrancó el 024, el actual número de atención a la conducta suicida.
Su lucha contra esta lacra, sin embargo, no ha cesado. Recientemente ha inaugurado un área de atención y prevención del suicidio (911 385 385) con el fin de dar soporte psicológico a todas las personas que lo necesiten, tengan recursos o no, y lo más importante, sin lista de espera. Además, acaba de publicar un libro que recoge toda su experiencia, No puedo con tanto dolor (La Esfera De Los Libros). "Un botiquín de auxilio para afectados, familiares y educadores, con testimonios reales y recomendaciones concretas para alcanzar una buena salud mental que es lo fundamental para acabar con los suicidios".
Pregunta. Mientras atendía el Teléfono Contra el Suicidio ¿pudo intervenir en algún suicidio en curso?
Respuesta. Sí, en varias ocasiones, y por suerte se salvaron. Me viene a la cabeza el caso de una persona que cuando nos llamó ya había ingerido los medicamentos para acabar con su vida hacia unas horas y ya le costaba hablar, no se expresaba bien, no se la entendía apenas, pero con mucho esfuerzo conseguimos que nos dijera dónde se encontraba y pudimos enviarle los servicios de emergencia. Pudimos llegar a tiempo.
Siempre he defendido que el teléfono es una herramienta potente para frenar ese primer momento de crisis. Me alegro que después así lo entendiera también el Gobierno. La intervención de un psicólogo formado en la prevención del suicidio en ese instante puede salvar muchas vidas. Cuando se toma esa fatal decisión y se lleva a cabo es porque hay una desconexión consigo mismo y con el entorno, pero a veces, por un milisegundo, se enciende una lucecita, algo se conecta y eso les empuja a pedir ayuda, de repente deciden llamar y ahí está nuestra oportunidad.
El teléfono es la primera tabla a la que te agarras, luego tienes que tener el acompañamiento y tienes que tener un proceso terapéutico, si no es posible que vuelvas a intentarlo.
P. Ha hablado con miles de personas con ideación suicida, ¿qué les une a todas?
R. La desesperanza, el no ver ninguna solución a sus vidas más que acabar con todo. Desean dejar de sufrir, no pueden con más dolor y no quieren tampoco seguir infringiendo dolor a sus seres queridos. Tienen una visión deformada de la realidad motivada en la mayor parte de los casos por el trastorno que sufren, como depresión o trastorno bipolar. A mi me han llegado a decir que lo tenían todo preparado, que se habían hecho seguros de vida para no dejar tirada a la familia, y no son conscientes de lo importante, del daño emocional que produce un suicidio en los que se quedan, pero en ese momento de crisis no lo ven, creen lo contrario, que la familia va a estar mejor sin ellos.
Por eso es fundamental pedir ayuda, cuando hay un intento de suicidio, cuando hay ya una verbalización de esa ideación, hay que irse a un profesional, porque es algo que la familia no puede solventar sola. Pero el mensaje tiene que ser positivo, la gente tiene que saber que si hay un buen acompañamiento y un buen proceso con esa persona, la persona sale adelante, pero es cierto que hay que dedicarle mucho tiempo.
P. ¿Por qué se han incrementado tanto los suicidios entre los adolescentes y los jóvenes?¿Qué se está haciendo mal?
R. Están fallando muchas cosas desde el principio. Por eso yo en el libro empiezo hablando de la educación y la atención que los niños precisan desde que nacen, esos son los mimbres necesarios para que luego tengamos adultos con resiliencia, con una adecuada inteligencia emocional, con una buena salud mental. Pero la sociedad actual, las prisas, el trabajo parece que nos está impidiendo prestar la atención debida a lo niños u otras veces nos está llevando la superprotección, que eso no es educar, porque al niño no hay que hiperprotegerle, hay que darle las herramientas necesarias para que salga adelante. Estamos creando niños metidos dentro de una burbuja, obsesionados con que el niño no sufra, con que el niño lo tenga todo... y eso es un error, porque la vida nos va a traer momentos duros, momentos de fracasos, momentos de frustración, y hay que tener herramientas para saber enfrentarse a ello, porque si no se produce lo que está sucediendo, niños con depresión, ansiedad, angustia, con trastornos en la alimentación, niños que se autolesionan o niños con ideaciones suicidas.
Yo llevo 30 años dedicándome a esto y jamás había tenido a tantos niños con este perfil en consulta, era algo excepcional. Ahora estamos desbordados, en las consultas de pediatría, en los centros de salud mental, en los colegios... los niños desde los ocho o nueve años ya tienen episodios de depresión. Es evidente que estamos fallando en su atención desde la infancia.
P. ¿Qué precisa un niño para crecer con buena salud mental?
R. Pues lo más importante es el cariño, dedicarle tiempo, saber de sus cosas, escucharle, reforzarle en lo que hace bien, darle responsabilidades acordes a su edad y permitir que su cerebro se desarrolle también de forma adecuada, no podemos darle, como estamos haciendo, a un bebé una tablet o un móvil porque lo único que vamos a conseguir es que luego, cuando llegue al colegio, tenga falta de atención, falta de aprendizaje, que haya perdido su creatividad, porque no le hemos permitido que se aburra, si le estamos dando todo el rato lo que desea para que no "de la lata", que esto se hace mucho, al final va a ser un niño que se va a frustrar terriblemente cuando no consigue lo que desea porque no lo ha aprendido.
Y luego, cuando ya es adolescente, es importante dejarle que se explique, no estar constantemente juzgándole, consultar su punto de vista, respetarle al fin y al cabo como ser humano, porque eso le va a convertir en un adulto equilibrado, con un buen bienestar emocional, que es el objetivo a conseguir.
Yo insisto mucho en que sería necesaria una Escuela de Padres, desde el jardín de infancia hasta la adolescencia, porque si los padres aprenden uáles son las fases que atraviesa el cerebro de sus hijos, cuáles son las variables psicológicas en el crecimiento y evolutivo del niño o de la niña pues se van a dar cuenta de muchas cosas, les va a enseñar cómo tratar a esos chavales que tienen en casa.
P. ¿Cuáles son las señales de alerta de que algo va mal en la mente de niños y adolescentes ?
R. Pues lo primero, cuando veamos que hay un cambio de conducta, un cambio de comportamiento. En niños sobretodo pequeños, de edades entre diez y 14 años, es habitual que empiecen a tener quejas somáticas, como que les duela la tripa, la cabeza, las piernas, que digan que no quiere ir al cole porque están cansados cuando antes iban contentos al colegio. Eso es una parte importante.
Luego estar pendientes de si están más irascibles, si se enfadan por todo o se ponen a llorar enseguida. También si cambian sus hábitos, si dejan de comer, si pierden el apetito, si les cuesta dormir o tienen muchas pesadillas por la noche, muchos miedos. Si empiezan a ir mal en el cole, si dejar de hacer las tareas, si suspenden, cuando nunca lo habían hecho...
Si observamos que se juntan varias de estas cosas, varias de estas señales, entonces hay que pensar que quizá está pasando algo. En ese momento hay que preguntarles, interesarse por lo que les sucede, apoyarles y no menospreciar sus sentimientos, no decirles que lo que les preocupa es una tontería, porque entonces se cerrarán en banda y no te volverán a decir nada.
Muchos padres hacen caso omiso de las señales porque piensan que el cambio de sus hijos es fruto, por ejemplo, de la adolescencia, y no se interesan por lo que les sucede, entonces el niño se mete en su habitación, se pone con el TikTok, el Instagram y el resto de redes sociales y se aísla completamente de la familia, en muchos casos también de los amigos. Eso no puede ser. Tenemos que tener un ratito de comunicación con ellos, es imprescindible que te cuenten qué tal les ha ido, qué han hecho hoy, y si no contestan, insistir, porque al menos ellos tendrán la percepción de que nos preocupa lo que les sucede, de que no están solos.
P. A veces se dice que estos comportamientos de los jóvenes son solo para llamar la atención
R. Un intento de suicidio, una autolesión, no es una llamada de atención, sino de socorro. Uno no llama la atención queriéndose morir o haciéndose mucho daño. Se llama la atención de otras formas, subiéndote a bailar encima de una silla o poniéndote a chillar. Esto es una llamada de socorro. Una llamada de auxilio ante un sufrimiento que el niño, el adolescente y también el adulto, no ha sabido expresar, no ha podido compartir porque no se ha visto acompañado para hacerlo. No ha encontrado el apoyo necesario.
A veces en consulta, tanto los jóvenes como los adultos, me dicen que no comparten su malestar con nadie porque cuando lo han intentado les han dicho que no tienen derecho a quejarse porque les va bien en todo, que tienen amigos, que el colegio o el trabajo les va de cine, que tienen una buena familia.... Bueno, pues señores, las cosas no les van bien por dentro, cuándo vamos a ser capaces de entender esto. Dentro tienen algo que les duele mucho, una tristeza, un vacío que no saben cómo llenar, que hace que no vean todo eso bueno que tienen alrededor. Por eso hay que escucharles, porque es muy probable que esté atravesando una depresión, y por desgracia, cuando la depresión no se trata puede terminar en un intento de suicidio.
P. ¿Hay que preguntarles si se les ha pasado por la cabeza quitarse la vida?
R. Hay que hacerlo. Yo entiendo que para un padre o una madre es muy doloroso oír decir a su hijo que no tiene ganas de vivir, que su vida no sirve para nada, que por qué habrá venido a este mundo. Lo entiendo, pero tú, como adulto, te tienes que recomponer para poder ayudarle. No le puedes decir que está diciendo bobadas. Tienes que escucharle e inmediatamente pedir ayuda a un profesional.
P. ¿Por qué tarda tanto en llegar el ansiado Plan de Prevención de Suicidios?
R. Pues ya no sé qué decirte, porque parece que hay dinero para todo menos para esto. Un plan nacional supondría un empujón importante en la lucha contra esta lacra porque habría más profesionales para atender a personas que tienen problemas. Nosotros en España estamos en una media de seis psicólogos por cada 100.000 habitantes en la Seguridad Social. En Europa son 12 o 16. Por eso después del Teléfono Contra el Suicidio decidimos crear el área de prevención, ya de atención con psicoterapia. Porque si cuando estás mal pides cita y el psicólogo no te atiende hasta dentro de dos meses quizás no se llegue a tiempo. Es urgente un plan estatal porque se está quedando mucha gente por el camino.
Además, los políticos no se dan cuenta de que cuando una persona hace un intento de suicidio quedan afectadas seis personas de alrededor. Eso quiere decir que va a haber bajas laborales que cuestan dinero al ente público. Si prevenimos, todos ganamos.
P. Parece que se nos sigue olvidando que el suicidio es algo que puede tocarle a cualquiera
R. Así es, independientemente del nivel cultural, social o económico de la persona. Y tampoco es exclusivo de quienes tienen una patología psiquiátrica (esquizofrenia, psicosis, trastorno límite de personalidad, trastorno bipolar, etc), ya hemos dicho que la ansiedad, la angustia o la depresión pueden llevarnos hasta él, que son trastornos que sufre en algún momento gran parte de la población.
El suicidio no es culpa de nadie, pero sí responsabilidad de todos, y todos podemos ayudar a una persona con tendencias suicidas, hablando con ella, acompañándola y escuchándola. El mensaje que pretendo mandar con este libro es que el suicidio se puede prevenir, si consigo ayudar con él a una sola persona estaré satisfecha. Es necesario romper tabúes y acabar con el estigma. Hablar del suicidio, como hemos hecho en esta entrevista, puede salvar vidas.