Eugenia Tenenbaum: "El arte no ha sido solo una cosa de hombres blancos heterosexuales"
Eugenia ha publicado su libro, 'La mirada inquieta', el que hace un recorrido por la historia del arte
Ella defiende que el arte debería ser para todas y explica qué es lo que nos ha alejado de él
"Lo que estamos haciendo es buscar en la historia cosas que los hombres que se dedican al arte han pasado por alto"
Piensa en alguna obra de arte, en algún cuadro o alguna escultura. Seguramente te parezca algo alejado de ti, algo con lo que no disfrutas. Un sentimiento que no es tan recurrente si hablamos de música o de cine. Quizá te suceda esto porque lo relacionas con esas clases soporíferas en las que te explicaban las obras sin tener en cuenta una mirada y unas inquietudes actuales. Una mirada y unas inquietudes que desde hace unos años sí que llevan considerando diferentes historiadoras del arte.
Como es el caso de Eugenia Tenenbaum (Santiago de Compostela, 1996). Ella, a través de sus redes sociales, donde cuenta con miles de seguidoras, demuestra que el arte nos pertenece a todas. Y nos lo hace más cercano explicándolo desde las perspectivas de clase, de género y decolonial. Una forma más fresca de entenderlo que ahora ha plasmado en 'La mirada inquieta', un libro en el que hace un recorrido por la historia del arte con el fin de obligarnos a cuestionarnos todo lo aprendido para encontrar nuevos significados. Y, de paso, comprender mejor quienes somos.
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Pregunta: Tanto en el libro como en tus redes sociales defiendes que el arte puede ser disfrutado por todas.
Respuesta: Parto de la base de que el arte debería ser para todas. Uno de los comentarios más asiduos que me he encontrado de mis seguidoras en redes sociales es que, hasta que se encontraron con mi contenido, la historia del arte y los museos no eran para ellas. Que se sentían ignorantes por no entenderlo. Algo que por supuesto no es así, aunque por desgracia se conciba como algo elitista o excluyente.
P: ¿Por qué crees que ocurre esto? ¿Por qué sucede con el arte y no con el cine o la música?
R: Al final, durante gran parte de la historia occidental, el arte ha pertenecido a las élites. Ya sean las políticas, las eclesiásticas o las civiles. No estaba destinado para que fuera visto por la mayor parte de la población. Con la llegada del S. XX sigue sucediendo un poco igual: gran parte de las obras no están pensadas para estar expuestas en museos, sino para decorar las casas de las coleccionistas o para que se especule con su valor. Por ello, el arte no ha estado al alcance de la gente, por lo que es relativamente complicado que en un siglo o siglo y medio se deje de concebir como algo elitista. Pero además, al establishment le interesa que esto suceda, porque les otorga caché.
P: Rompes con esas barreras y lo acercas a todas gracias a una mirada actual. Una mirada con perspectiva de clase, de género y decolonial.
R: Creo que es lo que ha faltado y lo que muchísimas personas estábamos esperando. Esta mirada hace que la gente se sienta más cerca porque les ofrece una información que quizá no estaba a su alcance. Aunque se trate de metodologías que no son nuevas, sí que producen una curiosidad muy ligada a este sentimiento. Al final, como la historia del arte es tan amplia, me parece interesante que sea inclusiva, para así ayudar a conectar. Demostrar que el arte no ha sido solo una cosa de hombres blancos heterosexuales.
P: Una revisión que ha hecho que a muchas historiadoras del arte y a ti se os acuse de malversadoras.
R: Es un problema al que siempre nos tenemos que enfrentar las historiadoras del arte feministas, a las que se nos acusa de mirar al pasado con ojos del presente. Pero en realidad, lo que estamos haciendo es buscar en la historia cosas que generalmente los hombres que se dedican al arte han pasado por alto. No volvemos la vista atrás para inventar, sino que regresamos al ayer para demostrar que se han pasado por alto cosas e indicar por qué.
P: Este revisionismo te lleva a romper algunos falsos mitos. Como que los seres humanos no vivimos en un primer momento en relaciones de igualdad. Y como ejemplo pones a la Venus de Willendorf y las pinturas rupestres.
R: Exacto. Lo que nos ha llegado de la prehistoria es que las mujeres eran las recolectoras y los hombres los cazadores y los artistas que pintaban en las cuevas y creaban estatuillas. Pero en realidad no tenemos ni idea de quién las hizo. Son culturas que no han dejado un rastro escrito. Lo único que podemos hacer es imaginar y teorizar. A partir de los años 60, en el momento en el que la teoría feminista empieza a introducirse como metodología de investigación en determinadas disciplinas, ha habido muchas estudiosas que se han dado cuenta de que se ha llevado una mala praxis profesional con respecto a lo que nos han contado.
En el libro pongo un ejemplo de un estudio realizado por unas historiadoras en el que se cambia la manera de analizar la Venus de Willendorf. En vez de examinarla de frente, lo hacen de manera cenital y caen en que esa visión se parece más a la que puede tener una mujer desde su propia perspectiva. Contratan a una modelo embarazada y le hacen fotografías desde arriba y se dan cuenta de que las formas encajan a la perfección.
P: También rompes con esa idea de que en el pasado no había mujeres artistas. Y, de que si las había, su relevancia iba en función de su belleza o sus relaciones amorosas.
R: En función de su belleza, de las relaciones sentimentales que tuvieron con los hombres, o de un trauma, que muchas veces estaba impulsado por la violencia de género. Me refiero a violaciones, malos tratos, abortos... Parece que las artistas nunca son valiosas por sí mismas, aunque estuvieran trabajando en el mismo centro de la estructura artística. Esto también es un problema. Nos han enseñado a educar nuestra mirada de una manera, pero cuando nos enfrentamos a una artista, parece que siempre tenemos que convencer a la gente que lo que hicieron tenía valor. Que trabajaron para tal papa o en tal corte. Cuando en realidad son obras que se justifican por sí solas. Algo que parece que no hace falta hacer cuando se trata de hombres.
P: Un pasado que parece que sigue rimando con el presente.
R: Para mí esto es una de las mayores utilidades de la historia del arte. Al final, por mucho que cambie el envoltorio, el núcleo sigue siendo el mismo. Los mismos sistemas de opresión que pueden determinarse y encontrarse en la Edad Media, Moderna y Contemporánea, siguen presentes hoy en día. Por eso yo creo en la capacidad educativa. No solo centrarnos en un análisis formal, es decir, no centrarnos en si nos gusta o no, dónde se enmarca, sino qué nos está diciendo de la época en la que vivimos hoy en día. Porque siempre se pueden trazar puentes.
P: Tanto es así que en el S. XIX, cuando las mujeres empiezan a tener más presencia en la calle, se las pinta siendo perseguidas por hombres. Como si ellas invadieran el espacio de ellos.
R: Me interesa muchísimo esta pintura porque es cuando se produce la quiebra entre los grandes temas de la historia del arte y los pequeños, los que están mucho más ligados a la cotidianidad. Es como tener acceso a unos registros visuales que antes no teníamos. Existía la pintura de género y costumbrista, pero no como en este siglo. Son registros muy novedosos que toman cuenta de cuál era la cotidianidad.
En este contexto, surgen una serie de cuadros en las que aparecen mujeres que se desplazan por las calles de las urbes para ir a trabajar. Mujeres que son jóvenes, viajan solas y no tienen carruajes. A ellas, que se les ha intentado domesticar en casa, sufren situaciones de acoso en estos espacios públicos. Una tradición de más de 400 años que no permitía a las mujeres transitar el espacio público.
P: Como explicabas antes, es un libro para abrirnos la mente y reflexionar de manera diferente. Porque, como dices en un momento, el arte y su historia también nos pertenecen.
R: Al final, cuando hablamos de patrimonio la premisa esencial es que nos pertenece porque formamos parte de la humanidad. Y sobre todo, cuando está exhibido en instituciones públicas, creo que estas tienen que tener en cuenta lo que está pidiendo la población. Al final somos el público al que se dirige. Si hay un gran número de personas que se sienten alejadas de los museos y que no se sienten legitimadas para disfrutarlo, es un fallo nuestro como profesionales, pero también de los museos por no esforzarse en cambiar la situación y que el arte sea para todas. Y que la historia esté también a nuestro alcance. Forma parte de nuestra genealogía y debe formar parte de nuestro imaginario, ya que es de allí de donde venimos y hacia donde vamos.