El toque manual de campanas español ya es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Ese repicar imponente que sonaba en pueblos y ciudades desde hace siglos se va perdiendo, ya no es lo mismo. Ahora la mayor parte de los campanarios están mecanizados, automatizados, y ya apenas quedan campaneros, un arte que se extingue.
Si las campanas se quedasen en silencio. ¿Qué sería de algunos pueblos? "Es como que acaban de morir", cuentan desde el sector. Eso tratan de evitar parroquias, como la coruñesa de San Julián de Bastavales, donde, Manuel Patrón, el sacristán, recluta ayudantes para asegurarse que a las 01:00 horas en punto nunca dejen de sonar los 33 toques de siempre. "Hay diferencia de hacerlo automático a hacerlo manual", detalla él mismo.
Los tañidos, volteos y repiques son todo un arte: o se transmite de generación en generación o se extingue. "Confío en que vengan más jóvenes a interesarse", comenta Lino, otro de los campaneros. Esos campaneros que elegía el pueblo y trabajaban a jornada completa remunerado están envejeciendo, urge relevo. "Como cada vez viene menos la gente a misa...", señala Tino Llamas, campanero de Torres de Carrizal, en Zamora. La Unesco lo acaba de reconocer patrimonio inmaterial de la Humanidad. Cualquier impulso es bueno.