Dos cómicas españolas en Londres: Little Soldier o la belleza del fracaso
Es una compañía integrada por las cómicas españolas Patricia Rodríguez y Mercè Ribot, que hacen teatro en inglés y representan en Londres ‘Nothing Happens (twice)’, su último espectáculo
La obra gira alrededor del ‘Esperando a Godot’ después de que la organización que controla los derechos de Beckett no les permitiera interpretarla por ser mujeres
Es también un viaje desde sus inicios como dúo en 2010 y, a partir del teatro físico de Gaulier, con exquisita crudeza, muestran sus debilidades y defectos
Con bombín, pantalón y americana dos o tres tallas más grandes, con orgullosa actitud de derrota, como dos vagabundas, como si fueran Charlie Chaplin y Buster Keaton, mirando a los ojos al público, así se presentan en el escenario Patricia Rodríguez y Mercè Ribot. Son dos actrices españolas que hacen tragicomedia en inglés y proceden del teatro físico y del gesto. Su último espectáculo se llama ‘Nothing happens (twice)’ (dos veces, nada sucede) y es un viaje desde sus inicios como compañía con Little Soldier hasta la representación de ‘Esperando a Godot’, de Samuel Beckett, que era su gran sueño como cómicas, o su no representación porque no les permitieron escenificarla.
Cuando se plantearon cuál sería su próximo espectáculo, coincidieron en que querían reflexionar sobre su recorrido artístico y vital en el Reino Unido. “En el proceso de creación revisamos los primeros correos electrónicos que nos enviamos donde nos contábamos qué espectáculos queríamos hacer y uno de ellos era ‘Esperando a Godot’”, cuenta Ribot. “Y dijimos pues vamos a hacerlo”, dice Rodríguez.
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Contactaron con el Beckett Estate, que es la organización que se encarga de controlar los derechos en todo el mundo de las obras del dramaturgo irlandés. “Al pedir los derechos nos dijeron que no podíamos hacerla”, dice Rodríguez. “Sí -añade Ribot-. El Becket Estate prohíbe a las mujeres hacer los personajes masculinos de la obra, o sea todos”. A partir de ahí, decidieron hacer una obra que girara alrededor del Godot de Beckett, tratando los mismos temas de la obra, con toda la tensión por querer y no poder representarla.
La imposibilidad teórica
‘Esperando a Godot’ es una obra escrita en dos actos en la que los dos protagonistas, dos hombres con aspecto de vagabundos llamados Vladimir y Estragón, se pasan toda la obra esperando a alguien que nunca aparece y que nunca se llega a saber quién. Forma parte del teatro del absurdo.
El título de la obra está extraído del artículo que escribió sobre ‘Esperando a Godot’ la crítica literaria Vivian Mercer en el ‘Irish Times’ en 1956. Decía: “Beckett ha logrado una imposibilidad teórica: una obra en la que no pasa nada, pero que mantiene al público pegado a sus asientos. Es más, dado que el segundo acto es una repetición sutilmente diferente del primero, ha escrito una obra en la que no pasa nada, dos veces”.
‘Nothing happens (twice)’ está dirigida por Úrsula Martínez y, con Godot de fondo, narra las peripecias de Ribot y Rodríguez en Londres desde que se conocieron en 2010 en un taller de Paul Hunter, el fundador de Told by an Idiot, la histórica compañía británica de teatro físico y de creación colectiva. Patricia Rodríguez, de 45 años, nació en Gijón y es asturiana. Estudió becada en la prestigiosa escuela de Phillippe Gaulier, el gran actor del gesto, en París. Aquel aprendizaje marcaría su dirección como actriz.
El juego y la improvisación
“[En la escuela de Gaulier] se trabaja mucho con el juego, con la improvisación y con el placer de estar en el escenario -cuenta Rodríguez--. Gaulier reivindica lo más primario, el trabajo de las expresiones físicas y que todo lo que sucede encima del escenario es producto del juego de dos actores y del director. No es un trabajo estático con un texto. Es juego e improvisación”. Tras vivir una temporada en Australia y Barcelona, en 2005 Rodríguez se trasladó a Londres, donde reemprendió su carrera como actriz.
Por su parte, Mercè Ribot, de 39 años, es catalana. Nació en Palafolls y estudió Ciencias Políticas en Barcelona. Al terminar la carrera, en febrero de 2005, se marchó a Londres para estudiar Teatro Contemporáneo en la escuela de interpretación East 15, centrada en el teatro de Gaulier y de su maestro LeCoq. “Allí ponen mucho énfasis en que tú mismo te produzcas tu propio trabajo, que montes tu compañía, hagas tus propios proyectos y encuentres a gente con la que tengas afinidades”, cuenta Ribot.
Con esta mentalidad, al terminar la escuela continuó haciendo talleres de una semana con diferentes compañías, en especial de comedia física y de clown, y precisamente en uno de esos talleres, el de Paul Hunter, coincidió con Rodríguez. La conexión personal y escénica fue instantánea.
En Londres, Rodríguez había trabajado en distintas compañías hasta que adaptó el monólogo ‘Pakita’, que era la traducción al inglés del texto de Ernesto Caballero ‘Solo para Paquita’. Era una comedia sobre una chica dejada por su novio que acude a un grupo de autoayuda para mujeres con el corazón roto. Aquella fue su carta de presentación en el Reino Unido y tuvo una muy buena acogida por parte de la crítica y del público en el circuito alternativo por el que siempre se han movido Rodríguez y Ribot.
Los pequeños soldados
De alguna manera, ‘Pakita’ fue el germen de Little Soldier, la compañía que acabaron formando y que surgió como una proyección de sus personalidades e inquietudes artísticas. Eligieron el nombre de Little Soldier (pequeño soldado) porque es una expresión inglesa para referirse a alguien que se busca la vida para sobrevivir. Ellas han conseguido sobrevivir espectáculo a espectáculo en inglés y ante el exigente público británico y no solo eso, sino que se han convertido en una de las compañías más respetadas del off-West End, el circuito de teatro alternativo de Londres.
En un momento de ‘Nothing happens (twice)’ Ribot recuerda cuando solo le ofrecían papeles “de prostituta mejicana, de acompañante colombiana o de recepcionista española”. En doce años llevan cinco obras estrenadas, todas ellas tragicomedias. Se han atrevido con el Alzhéimer, con un musical futurista y con una versión rocambolesca de Don Quijote hasta llegar al ‘Nothing happens (twice)’.
“Escrito con una gran belleza, Becket habla [en ‘Esperando a Godot] de lo absolutamente esencial que es estar vivo. Dejando al ser humano casi en las raspas de lo que significa estar aquí -cuenta Rodríguez-. Hay elementos súper interesantes que hemos descubierto mientras hacíamos la obra como la repetición. Beckett decía que, si nos fijamos en nuestra vida, todo se repite constantemente. Hacemos las mismas cosas todo el rato. Esperamos a alguien o a que nos pase algo, la navidad, las vacaciones, a nuestro hijo”.
“Al principio teníamos prejuicios con el trabajo de Beckett”, reconoce Ribot. “Como que era muy aburrido, muy intelectual”, matiza Rodríguez. “Pero cuando empezamos a rascar un poco, nos cautivó por completo. Beckett capta la esencia de lo que es ser humano, la tragicomedia del ser humano”, concluye Ribot.
Flamencos rosas
“Hay una pregunta esencial que nos hacemos en este espectáculo y es por qué seguimos adelante”, dice Rodríguez-. En ‘Nothing happens (twice)’ se refieren a cuando hace tres años tuvieron que aceptar por dinero un trabajo como animadoras en un centro comercial del oeste de Londres. Tuvieron que disfrazarse de flamencos rosa para promocionar productos andaluces.
“De flamencas no flamencas -dice Rodríguez extendiendo los brazos y girando las manos como una bailaora- sino flamencas -hace con la mano la forma de un pico-”. “Sí –dice Ribot- y además para promocionar Andalucía, y somos una catalana y una asturiana”. “Estos son trabajos que hacen en algún momento todos los actores o casi todos -explica Rodríguez-. Es una paradoja existencial, más beckettiano que eso no hay nada”.
¿Qué hubiera dicho Gaulier si las hubiera visto vestidas de flamencas en un centro comercial de Londres? Rodríguez pone cara de pensar. “Habría dicho ‘¡Booo!” -suelta- “Habría dicho -imitando su acento francés- ‘not too bad, one is better than the other one (no está mal, una lo hace mejor que la otra)”. Ribot se ríe. “Realmente es salvaje lo que propone Gaulier. Propone estar en la mierda cada día todo el rato -prosigue Rodríguez-.
“Y dejando que la gente te vea que estás en la mierda. No intentando taparte y decir no pasa nada -matiza Ribot-. Decir ahora mismo esto está yendo muy mal y dejar al público entrar en ese momento de fracaso”. Ribot gesticula con las manos y mira a Rodríguez en busca de aprobación. Encuentra a su compañera envuelta en un espiral de pensamientos. Y sigue diciendo: “Se crea una empatía, como un amor del público hacia esa persona, hacia ti, si tienes la honestidad de vivir en ese momento”.
“Se crea esa empatía porque todos somos unos fracasados en potencia -profundiza Rodríguez-. Mucha gente piensa que cuando estamos en el escenario tenemos que ser fuertes, demostrar nuestras habilidades, nuestro talento, nuestra seguridad en nosotras mismas, cuando en realidad lo más bello es mostrar lo contrario, tus vulnerabilidades, tus debilidades, tus defectos”. “Porque la gente se ve reflejada ella misma también -remata Ribot-.
El veto femenino
En 1992, tres años después de la muerte de Beckett, una corte de París frenó una representación de ‘Esperando a Godot’ después de que el juez considerara que la participación de mujeres actrices era una “violación de los derechos morales de Godot”. Este veto femenino está presente en todo momento en el espectáculo de Ribot y Rodríguez. Hay un momento incluso en el que dicen “hagámoslo en español, no se darán cuenta”.
Eso mismo pensó una compañía italiana en una pequeña ciudad de la Toscana en 2006 cuando el Beckett Estate les denegó el permiso para que mujeres actrices interpretaran a Vladimir y Estragón. Decidieron hacerla igualmente. Los abogados de Beckett Estate llegaron hasta allí y denunciaron a la compañía. Los tribunales italianos dieron la razón a la compañía, que lo celebró como una victoria de los derechos civiles. Pero esto no lo sabían Ribot y Rodríguez. O tal vez sí que lo sabían.
Con bombín, pantalón y americana dos o tres tallas más grandes, con orgullosa actitud de derrota, como dos vagabundas, como si fueran Charlie Chaplin y Buster Keaton, mirando a los ojos al público, Ribot y Rodríguez representan su fracaso, escenifican la patética insistencia en tener éxito, el sinsentido, el tedio de la vida, la eterna espera a que pase algo en nuestras vidas que las cambie de repente y para siempre. El público se ríe y al final de las risas está la tragedia de la vida. En cierto modo, Rodríguez y Ribot colocan un espejo en el escenario. Y el público, en el fondo, se está riendo de sí mismo.