Elena, la abuela que ha ganado un concurso de cartas tras aprender a escribir a los 76 años: “Creí que se iban a reír”
Elena García no pudo ir a la escuela de niña y su sueño siempre fue aprender a leer y escribir
Sus nietas le ensañaron durante la pandemia con cuadernillos Rubio
A los 78 años ha escrito su primera carta y con ella ha ganado un concurso al que se han presentado miles de personas
Elena García tiene 78 años y una espinita clavada en el alma. "No haber aprendido de niña a leer ni a escribir". Aunque solo fue dos días a la escuela los recuerda con nitidez. "Me dieron una cartilla para aprender las letras, de esas en las que se repasan con un lapicero, pero no me dio tiempo a acabarla". Sus padres no le permitieron volver a las aulas. "Éramos siete hermanos y había muchas bocas que llenar. Enseguida me mandaron a trabajar", relata a NIUS toda una vida después. "Primero ayudé en el campo, luego me puse de niñera, cuidando los bebés de las familias ricas", detalla. Así hasta cumplir los 15, la edad en la que emigró de su Jaén natal hasta Alicante en busca de una vida mejor.
"Si alguien me hubiera dicho entonces que iba a ganar un concurso de cartas no lo habría creído nunca", dice con orgullo. "Bueno, ni ahora tampoco me lo creo, cuando me lo dijeron mis nietas pensé que era una broma", reconoce. Porque Elena, hasta hace bien poco, solo sabía escribir su nombre. "Es lo único que aprendí de jovencita para poder firmar", explica. "Y cada vez que he tenido que hacerlo me he puesto muy nerviosa, siempre me ha dado vergüenza hacerlo mal y que se rieran de mi".
Una vida de entrega al trabajo y a los demás en la que no cabían sus propios sueños. "Al llegar a Alicante trabajé de limpiadora durante años. Después me casé, tuve tres hijos y ya no hubo tiempo para mi". Fue su marido, José Manuel, quien le hizo de lector y de escribiente. "Ya ha muerto, pero él era quien me leía las cosas que yo no entendía y rellenaba los papeles cuando hacía falta", recuerda.
Poco a poco, casi sin darse cuenta, "con las revistas, los periódicos y viendo las noticias de la televisión", Elena aprendió a juntar letras y a entender su significado. "Aprendí a leer un poquito, lo justo para defenderme", pero la otra asignatura pendiente, la de la escritura, la aprobó hace muy poco, en plena pandemia.
Aprender a escribir a los 76 años
"En 2020, durante el confinamiento, como teníamos mucho tiempo libre, le compramos unos cuadernillos Rubio y bajábamos casi todas las tardes para practicar con ella, porque vivimos enfrente", dice una de sus nietas, Elena Tur, de 27 años. "Aunque en su día a día no tiene necesidad de escribir mucho, queríamos que tuviera confianza para redactar la lista de la compra, para poner el felicidades de la tarjeta de cumpleaños de sus nietos o su firma sin ponerse nerviosa", añade Andrea Tur, otra de las nietas. "Siempre hemos sabido que es una de las cosas que le habría gustado hacer para ella (y no por los demás) aunque nunca lo haya dicho en voz alta", dicen las dos hermanas gemelas.
"Nunca nos ha pedido que la enseñáramos", avanzan, "pero ha sido por no molestar", añade la abuela. "A las mujeres de su generación las educaron así, aprendieron pronto a ocultar sus deseos, los importantes eran siempre los de los demás", recalcan.
Ambas son conscientes de la felicidad que le han regalado a su abuela enseñándola a leer. "Cuando mi hermana y yo nos ponemos a practicar con ella es cuando más la escuchamos reírse, tiene mucho sentido del humor, se ríe de su mala letra y aprovecha para contarnos recuerdos de cuando era joven", dicen con emoción.
"Al ver el concurso de Cultura inquieta en las redes pensamos que era la excusa perfecta para que mi abuela mostrara sus habilidades, lo que había aprendido", espetan. "Me liaron", dice la abuela. "Yo les dije..me vais a meter en un embrollo gordo, ya veréis como se van a reir de mi carta", asegura, "pero la verdad es que en el fondo me hacía mucha ilusión".
La carta ganadora
"Pasó una tarde escribiéndola", cuentan sus nietas. "Me dieron un bolígrafo de esos que se pueden borrar, por si me equivocaba o me comía alguna letra, que me pasa muchas veces", recuerda divertida. "Al principio pensó en contar un poco la historia de su vida pero luego se dio cuenta de que tenía que practicar más para poder escribir una hoja entera y se centró en el principial mensaje que quería expresar", explican sus nietas.
"Quería decirle a la gente que no ha tenido la oportunidad de aprender a leer y a escribir, como yo, que lo intenten, que si tienen ilusión lo hagan, porque yo me siento muy satisfecha ahora, siento como si pudiera llegar a donde me propusiera", asegura Elena.
"Participar en el concurso le ha valido para darse cuenta de que tiene capacidad de comunicarse escribiendo y para decir en alto, por una vez en su vida, algo que ella anhelaba y que se había callado siempre", indican Elena y Adriana. "Ha sido como una especie de liberación".
Son solo tres frases: "Nunca se lo he dicho a nadie: me hubiera gustado aprender a leer y escribir. Nunca dejes de intentarlo", pero suficientes para conquistar a las miles de personas que han votado por su carta.
"El concurso, llamado Palabras mayores, ha salido adelante gracias a la colaboración de Iberdrola. En él han participado cientos de personas de más de 65 años. Un jurado, integrado por los autores Adolfo Gilaberte, Juan Sobrino y por el propio equipo editorial de Cultura Inquieta se han encargado de elegir las 30 cartas finalistas que han sido sometidas al veredicto popular. Después los lectores han votado las diez mejores y la de Elena García como la ganadora.
"Cuando nos lanzamos a esta aventura epistolar, ni soñando a lo grande imaginamos todo el amor que íbamos a recibir encapsulado en historias escritas por nuestros mayores", reconocen desde Cultura Inquieta. "A través de cartas, con sus sobres y sellos delatadores de geografías lejanas, hemos recepcionado más de 1.000 cartas del puño y letra de personas llenas de vida". "Ha sido uno de los viajes más emocionantes que hemos hecho jamás en nuestra web, el de volar a otros tiempos, a otras vidas, a través de estas cartas", detallan.
El premio para la carta ganadora, 500 euros. "Lo voy a gastar en invitar a toda la familia a comer y, lo que sobre, para mi salud, plantillas nuevas, zapatos y también algún caprichito que me guste", dice. "El mejor premio ya lo tengo y es tener cerca a mis nietas", declara.
"Estamos deseando llevarla a Madrid para que vea su carta colgada en la exposición sobre el concurso que se va a hacer en el Parque del Retiro después del verano, explican sus nietas. "Allí igual conseguimos que ya se lo crea". Después, Elena tendrá la oportunidad de ver publicada en un libro -junto a las otras fialistas- la única carta que ha escrito en su vida.
"Nunca imaginé que me pudiera pasar algo así. Si lo llego a saber la escribo antes", comenta entre risas. Su máximo deseo ahora, "que se me pase un dolor enorme que tengo en el hombro para seguir practicando la escritura". Mientras, sigue perfeccionando la lectura y ya tiene nuevo reto: "Leerles de corrido un cuento a mis nietas, aunque ya sean grandes nunca lo pude hacer de niñas, y, más adelante, atreverme a leer un libro entero".