Paco Tomás: "Hay que ser implacable con quien usa la palabra maricón para discriminar, agredir y hasta matar"
El periodista y escritor publica 'Coto privado de infancia', una novela sobre la cruda realidad del colectivo LGTBI en los años 70
Narra episodios de acoso escolar y malos tratos sufridos por ser gay que no distan tanto de lo que sucede en la actualidad
Una novela que no es ficción: "Todo lo que compone al protagonista y sus vivencias es común a mi", reconoce el autor
Paco Tomás (Palma, 1967), es escritor, guionista, periodista y uno de los mayores referentes en la lucha del colectivo LGTBI+ en España. Acaba de publicar Coto privado de infancia (Planeta), una novela cruda y sincera en la que narra los recuerdos de un hombre gay de 52 años que no ha podido evitar construir su vida a partir del rechazo, el silencio y la falta de comprensión de su entorno frente al acoso escolar y el maltrato que sufrió de niño.
Una novela que no es exactamente autobiográfica, pero cuyo protagonista, Tomás Yagüe, tiene de Paco Tomás mucho más que la coincidencia de una parte del nombre. "Todo lo que compone a ese personaje y sus vivencias es común a mi". Confiesa a NIUS que ha sufrido escribiéndolo. "Me costaba mucho sentarme a escribir porque suponía emprender un viaje doloroso, me obligaba a abrir una caja que tenía escondida en un almacén oscuro de mi cerebro".
Paco Tomás abre las puertas al coto privado de su infancia, un lugar en el que nunca se sintió a salvo. "Elegí este título porque el coto privado de caza es un espacio donde los animales se creen que están libres. Miran a su alrededor, tienen su madriguera, tienen sus escondites, tienen campo para correr... lo que no saben es que están dentro de un coto privado donde el cazador entra a buscarlos para convertirlos en su presa. Así nos encontramos muchas veces los grupos vulnerables en esta sociedad", dice con rotundidad.
Pregunta. ¿Es el libro que querías escribir?
Respuesta. Es el libro que quería escribir, que debía escribir, y que necesitaba escribir. La novela ha sido para mi en cierto modo terapéutica y sanadora. He tenido que examinarme a mí mismo para entender desde qué punto me he construido como adulto y en qué grado todo lo que pasé de niño y adolescente: los silencios, las agresiones, el miedo, la soledad o la incompresión social han afectado al adulto que soy. Y lo han hecho de una manera brutal. Yo tuve que hacer ese ejercicio de introspección que luego he regalado a Tomás Yagúe.
P. La novela habla de la normalización de la homofobia en aquella España de los años 70
R. Efectivamente. En aquel momento era un rechazo que venía desde todas las esferas, en el colegio tus compañeros de 7 años eran los que te maltraban y los profesores lo veían con naturalidad y callaban. En casa las familias estaban educadas para odiar a sus hijos homosexuales, para intentar cambiarles, ya fuese a base de castigos, de disciplina, de desprecio e incluso de terapias de conversión. Todo a tu alrededor te hacía creer que no estabas bien, que no eras digno, que te merecías el rechazo de los demás y lo asumías como parte de ti, algo casi orgánico de tu ser.
Ese sentimiento luego aflora de mayor en miles de situaciones, te das cuenta de que estás repitiendo patrones de la infancia. Les das autoridad a los demás sobre tu propia existencia, el otro es el que decide qué lugar ocupas, y eso se traslada a todos los ámbitos, al personal, al laboral...Es algo que hay que trabajarse mucho porque si no te pasas la vida volviendo a aquel patio del colegio donde los demás decidían si tú eras digno de formar parte del equipo.
P. ¿Qué es lo más duro que recuerdas de todo aquello?
R. Quizás el silencio cómplice y el ataque constante a la identidad, porque cuando te llamaban marica tú no sabías qué significaba, no sabías qué te estaban diciendo porque solo eras un niño. El escucharlo un día y otro te obligaba a mirarte al espejo a diario pensando qué será ser marica, qué soy yo. Me llaman niña, pero yo no soy una niña, que hay en mí que están viendo los demás y yo no veo, qué tengo que reprimir para que esa gente deje de verme diferente y no me ataque más. Esa es una mochila muy pesada que no puedes compartir con nadie porque ni siquiera tú entiendes lo que significa. Te transmiten que tienes algo malo, pero no sabes qué es porque no tienes herramientas suficientes.
P. En la sociedad de 2022 siguen existiendo bullying, acoso y maltrato a la comunidad LGTBI. ¿Desanima mucho a los que lleváis tanto tiempo trabajando por vuestros derechos?
R. Es cierto que desgraciadamente sigue existiendo. Se ha mejorado, sería ridículo pensar que estamos igual que en los años 70, no estamos igual, faltaría más. Ahora un chaval o una chavala LGTBI de 16 años puede verbalizar su condición sexual, puede gritarla en las redes sociales, y si tiene algún problema puede pedir ayuda, porque hay redes de apoyo, entonces no existían.
Pero sí es verdad que estamos sufriendo un retroceso muy importante, alarmante y peligroso que hay que frenar. El enemigo sigue siendo el mismo, en los años 70 y en 2022: el patriarcado. E incluso usa los mismos argumentos de entonces para intentar destruirnos, además, con estrategias muy perversas: sembrando las discrepancias dentro de las propias comunidades. Lo han hecho con el feminismo y ahora lo están haciendo también con la comunidad LGTBI. En redes ves discusiones de personas trans con personas cis, por ejemplo, cuando somos comunidades que tenemos que ir juntas en esta lucha y arroparnos. Y eso el enemigo real lo disfruta mucho porque siente que nos está debilitando y que va a poder devolvernos a la casilla de salida.
P. La eterna estrategia de divide y vencerás...
R. Claro, y no podemos permitirlo. No sería justo que después de tantas lágrimas, de tanto sufrimiento, de tantos muertos...porque dentro del colectivo LGTBI, como dentro del feminismo, como dentro de las personas racializadas, del colectivo migrante, tenemos muertos. No sería justo que nos devolvieran al pasado, por todas esas personas que ya no están, que se dejaron la piel, no lo podemos consentir.
P. Se me viene a la cabeza una víctima bien reciente, Samuel Luiz, asesinado al grito de maricón
R. Es consecuencia del discurso de odio que vivimos ahora. Eso es homofobia y debía ser agravante en el juicio. Hay que ser implacable con quien usa esa palabra para discriminar, agredir y hasta matar. El derecho a la libertad de expresión que se arguye para atacar a alguien es la excusa más intoxica que he visto yo en mi vida. Puedes decir a una persona LGTBI que es una enferma, por decirlo no te van a meter en la cárcel, pero tenemos que empezar a dejar claro que esa forma de pensar es mala, es mala de naturaleza. No sirve decir que es que es tu opinión, no. Es un pensamiento perverso y hay que empezar a entenderlo así, hay que cambiar ese chip.
P. En el libro hay un personaje, el hermano mayor de Tomás, Toni, que simboliza a toda esa parte de la sociedad que a día de hoy no ha cambiado
R. Sí, me he inventado a ese personaje para representar el patriarcado. En él aglutino todas aquellas cosas tremendas que me parece que forman parte del patriarcado y que a día de hoy todavía están muy vigentes. Este personaje me ha servido para mostrar el resurgir de los pensamientos que alimentaron a nuestros padres y que parece que hoy día ganan adeptos. Este auge se enlaza directamente con las ideologías de extrema derecha, que se están asentando en las instituciones buscando aliados en la gente que ve sus privilegios amenazados por la cuestión que sea. Los colectivos que siempre hemos sido vulnerables empezamos a tener voz propia. Las mujeres se hacen fuertes en el feminismo, se van aprobando leyes, como el Sí es Sí, el colectivo LGTBI va conquistando derechos antes impensables y ellos sienten que esto amenaza su statu quo. En ellos es donde la extrema derecha encuentra el caldo de cultivo bajo la promesa de que con ellos todo va a seguir como antes.
P. ¿Sientes miedo ante el auge de Vox?
R. Me asusta y me preocupa. Me preocupa enormemente porque además visibiliza algo serio y es la complicidad de toda la gente que les vota, que les anima, que les aplaude sus declaraciones incendiarias. Una complicidad que viene incluso desde la supuesta derecha moderada y que no es para nada moderada. Esa supuesta derecha democrática que es capaz de alinearse con el discurso de la extrema derecha para captar votos, porque no olvidemos que el PP es la nave nodriza de VOX. Entonces, en lugar de alejarse de algo tan nocivo, lo que está haciendo es mutarse con ello con tal de recuperar votantes, todos los que estaban dentro de su nave y que la están abandonando. Me parece todo un escenario tan apocalíptico, tan desagradable, tan aterrador, que no podemos bajar la guardia y sobre todo debemos transmitirle a la gente que si tú coges una papeleta y la metes en la urna apoyando esa manera de pensar, esa manera de discriminar a otros seres humanos, eres cómplice, cómplice del que asesina y cómplice del que discrimina y cómplice del que veja. Eres cómplice, con ese simple gesto te has convertido en cómplice.
P. Otra cosa que reflejas en tu libro y que se mantiene actualmente es que el peso sigue cayendo sobre la víctima en vez de sobre el agresor
R. A mí es que me parece que esa es una de las lecciones en las que tenemos que ponernos a trabajar desde ya. Hemos creado todo un discurso que lo que está haciendo es revictimizar a la víctima, someterla a una presión extra, a una ansiedad extra, la víctima es la que tiene que denunciar, la que tiene que huir, la que tiene que defenderse, cuando sufres una agresión y tardas en contarlo se siembra la duda. ¿Por qué no se lo has contado a nadie? Por favor, que en ese momento uno está psicológicamente perdido, se es absolutamente vulnerable y encima le estamos leyendo la cartilla de todo lo que tiene que hacer y no ha hecho. Basta ya. Me parece que a la víctima lo que hay que hacer es ayudarla, hay que arroparla, hay que facilitarle la vida, hay que darle ánimos, hay que estar a su lado, hay que ser aliados. A quien hay que cuestionar, a quien hay que hacer las preguntas es al agresor. ¿Por qué es la víctima la que no puede dormir por las noches y el agresor lo hace a pierna suelta? Hay que cambiar el foco.
P. ¿Es posible superar las secuelas psicológicas de tanto daño?
R. Hace falta terapia, pero yo creo que sí es posible. La herida no sé si se cura, pero por lo menos deja de doler. Y eso es importante, porque en el momento en el que sientes ese dolor, tienes que decidir qué vas a hacer con ese dolor y puedes construir o destruir desde ese dolor. Entonces yo propongo que construyamos, que aprendamos, que protejamos, que creemos toda una red de apoyo y de afectos en lugar de destruir, porque ese rencor y esa necesidad de vengarte de todo un sistema de organización tan brutal como el patriarcado, eso al final te va a agotar.
P. El libro es crudo, pero deja abierta una puerta a la esperanza
R. Si no añadimos la esperanza estamos jodidos. Si pensamos que nada de esto va a ser mejor, que no hay un lugar debajo del arco iris para nosotros, como cantaba Judy Garland, estamos jodidos, muy jodidos. Es verdad que no hay que bajar la guardia, ya hemos aprendido que cuando nos relajamos y disfrutamos de lo que hemos conseguido, las alimañas vuelven para robarnos los derechos y libertades logrados... pero siempre hay que pensar que podemos construir un mundo mejor, porque respertar y aumentar los derechos y libertades de las personas LGTBI, de las mujeres, de las personas con discapacidad, de las racializadas, de las migrantes, nos hacen mejor como sociedad. Y eso es algo que beneficia a todos porque nos permite habitar un mundo más justo y digno.