La mayoría de nosotros acudimos al supermercado sin fijarnos mucho en algunos detalles interesantes de los alimentos que más consumimos en nuestro día a día. Damos por hecho que los envases, las etiquetas y los códigos de barras de algunos productos están ahí de forma natural, a la mano, para ser depositados en la cesta sin atender a nada más.
No solemos reparar en el complejo y eficiente sistema que posibilita, por ejemplo, comprendamos cierta información nutricional y alimentaria de un solo vistazo. Los huevos son un buen ejemplo. ¿Te has preguntado alguna vez cómo se imprime la fecha de caducidad en la cáscara y qué tinta se utiliza?
Es sorprendente la cantidad de datos útiles que podemos sacar de la cáscara del típico huevo que cogemos de la nevera. Bastaría con entender el código alfanumérico para identificar qué huevos son de mejor calidad o han sido producidos de forma sostenible. Podemos conocer el origen y el método de producción del huevo (0 para ecológico, 1 para campero, 2 para suelo, 3 para jaula), el código de la provincia donde fue producido e incluso la granja específica de la que salió. También, por supuesto, la fecha de caducidad, el número de lote (para la trazabilidad hasta el origen). A veces aparece hasta el sello de calidad de la Unión Europea que garantiza que el huevo cumple estándares de bienestar animal.
En definitiva, la información impresa en la cáscara nos garantiza como consumidores una cierta seguridad alimentaria: la frescura, calidad y origen de ese huevo que nos llevamos a la boca en una buena tortilla, por ejemplo.
Para el profano, parece difícil que un alimento tan delicado no se dañe al ser sometido a un proceso industrial, pero afortunadamente es otro paso más en la cadena de producción. Se suelen utilizar tecnologías de marcado láser o inyección de tinta de grado alimentario en etapas iniciales del proceso, antes de que el huevo esté completamente formado. Así se garantiza que la marca no dañe la integridad del huevo. Por supuesto, la tinta térmica con la que se imprime la información en la cáscara es apta para el consumo humano.
Según explica en su página web la empresa Surjet, especializada en etiquetado, “La mejor forma para realizar el marcaje y codificación de huevos es utilizar una impresora industrial para huevos […] Este tipo de dispositivos están diseñados para que puedan imprimir en una superficie pequeña y débil como la cáscara, sin dañarlo o romperlo.
Después del marcado del lote, los huevos pasan siempre por un control de calidad que revisa la cáscara para buscar daños superficiales o estructurales. A partir de aquí, cuando se ha comprobado que no hay ‘rotos’, el alimento se empaqueta y se distribuye. Como consumidores, los huevos siempre nos llegan con la información necesaria para su consumo seguro.