En el trabajo, los expertos revisaron todas las vacunas más comunes como, por ejemplo, la gripe, difteria, tos ferina y el tétanos (DPT), la varicela y el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR), así como las vacunas relacionadas con la exposición o factores de riesgo especiales, como la hepatitis A o la hepatitis B, y las vacunas especiales que incluyen el cólera, la fiebre amarilla, la viruela, la rabia y la fiebre tifoidea.
Así, los científicos pudieron comprobar que no hay riesgos asociados con la administración de rutina durante la lactancia y que, incluso, la mayoría de las vacunas, incluida el sarampión, aportan beneficios tanto para las madres como para los bebés. Estos beneficios incluyen la transferencia al bebé de anticuerpos maternos y una mayor respuesta de anticuerpos y menos fiebre relacionada con la vacuna después de la vacunación infantil.
"No solo no hay daño en la administración de vacunas de rutina a las madres que amamantan, sino que se puede y debe incluir a madres lactantes en cualquier campaña de vacunación de emergencia contra el sarampión, como la reciente emergencia declarada por el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York", han zanjado los investigadores.