Empecemos por el principio: no todos los incendios son provocados. Las altas temperaturas y los vientos fuertes favorecen su aparición 'accidental'. El cambio climático ha dejado este año, de hecho, un verano especialmente seco y caluroso. Dentro de los provocados, la mayoría son por "uso tradicional del fuego mal aplicado", término técnico para denominar la quema de rastrojos, y las "imprudencias impunibles", es decir, las barbacoas o el abandono de cristales o plásticos que provocarán las llamas. Solo el 5% de los provocados, son causados por pirómanos.
Son pocos casos, pero los más difíciles de investigar. Los pirómanos son personas que aparentan normalidad, que actúan en escenarios muy amplios y, casi siempre, sin testigos. Sin embargo, las autoridades policiales han encontrado el talón de Aquiles de estos enfermos: son reincidentes. Volverán a quemar con el mismo patrón de conducta y esto será clave en la investigación del ‘modus operandi’ del pirómano.
El perfil del pirómano
"El fuego forma parte de mí", "no sería nada sin el fuego"… Los pirómanos suelen decir frases como estas. Tienen baja autoestima y se refugian en el fuego para dar sentido a sus vidas.
Theresa Gannon, psicóloga especializada en piromanía en la Universidad de Kent (Inglaterra), explicaba a la BBC: "Por lo general, cuando hablábamos con incendiarios, tendían a mencionar acontecimientos específicos que sucedieron en la niñez". Muchos recuerdan anécdotas en las que el fuego era el centro de atención, como cohetes, barbacoas u hogueras de campamento, y lo asocian como algo positivo, incluso emocionante.
Otros, sin embargo, rememoran momentos negativos. Relacionan el fuego con un acontecimiento aterrador durante su niñez y, por eso, utilizan las llamas para asustar a otras personas siempre que se sienten amenazados.
El resultado, en cualquiera de los casos, es un nivel alto de 'normalización del fuego' en estos individuos. Esto quiere decir que acaban viendo como algo corriente prender cosas sin motivo: "Por ejemplo, puedes tener a una persona que ha desarrollado un conocimiento que la hace pensar que de alguna forma puede controlar un incendio. Esto lo vemos mucho en la prensa, fuegos que alguien inicia y se salen de control", informaba Gannon al mismo medio de comunicación.
Incendian sofás, ropa, incluso casas… pero esto no es todo. En la mente del pirómano pulula la idea de que quemar cosas es un derecho. Muchos pacientes con este problema han manifestado que prendían fuego a cosas para impartir justicia: quemar casas de padres maltratadores de sus hijos, incendiar bosques por la tala masiva de sus árboles…
Un trastorno que puede tener solución
Los pirómanos sufren un trastorno mental que necesita un seguimiento psiquiátrico. Las terapias que se utilizan, sobre todo en criminales prolíficos, suelen ser grupales. Es una manera de que el pirómano escuche desde fuera experiencias parecidas a las suyas y que pueda recapacitar. Los expertos hablan de 'parada de pensamiento' como la técnica más eficaz (aunque lenta) de acabar con este trastorno. Consiste en intentar cortar con la obsesión, una vez que se desata, y buscar una vía alternativa a sus problemas de autoestima.
No se puede asegurar que un tratamiento psiquiátrico y psicológico acabe por completo con esta tendencia obsesiva. Aun así, el trabajo que se realiza con estos pacientes obtiene resultados: "mostraron una disminución de actitudes violentas y criminales, y mejoraron sus estrategias para lidiar con la rabia", contaba Theresa Gannon a la BBC, tras su experiencia con pirómanos.
Pirómanos en España
La tasa de impunidad de los incendios forestales en España es muy alta. No ha habido castigo en un 2% de los casos en el último año. Ante esta situación, la Xunta de Galicia, decía al diario El País que es necesario “un incremento de la vigilancia policial y de la legislación vigente”. Si bien son muchos los pirómanos que todavía andan sueltos, El Tiempo Hoy recuerda a algunos que todavía siguen cumpliendo prisión.
Brais tenía 22 años cuando, en 2013, decidió prender fuego a uno de los campos gallegos. Un joven tímido, introvertido, que estaba estudiando un módulo de FP y que vivía con sus padres en el concejo pontevedrés de Pinzas. Prendía hojas con mecheros y coleccionaba fotos de aviones cisterna soltando agua. Todos sus fuegos no llegaron a sumar 100 hectáreas, pero el juez determinó prisión por riesgo de fuga.
"Soy un amante de la naturaleza". Así se definía Francisco Javier M. M, un mallorquín que fue autor de 24 incendios en ocho municipios de las Islas Baleares en 2012. Su ‘modus operandi’ era siempre el mismo: quemar en zonas boscosas siempre a pie de carretera para después poder huir del lugar de los hechos en su coche blanco. Su condena fue de 17 años y medio de prisión.