Estos primeros días de julio habrá varios eventos observables al anochecer. Por un lado, el eclipse penumbral de Luna la madrugada del domingo, que será visible desde España, y que estará acompañado en el firmamento del brillo inusual de Júpiter y Saturno. Y por otro lado, el Triángulo del verano que dibujan cada año en el Hemisferio norte las estrellas Deneb, Vega y Altair. Es lo que se llama un asterismo.
Una amalgama de estrellas de tres constelaciones separadas se deja ver al anochecer con total claridad, a falta de nubes que lo impidan. Las protagonistas son Vega, una de las estrellas más brillantes del cielo, que se encuentra en la constelación de Lyra; Deneb, la más alejada de la Tierra, que forma parte de Cygnus y a su vez es la cabeza de otro asterismo conocido como la Cruz del Norte, y Altair, una de las más cercanas y visibles, en Aquilia.
El Triángulo de verano es el asterismo más grande, por delante de la Osa Mayor. La distancia aparente de Altair a Deneb mide 38 grados, 34 grados de Altair a Vega y 24 grados de Vega a Deneb.
El ojo nos engaña ligeramente con el Triángulo del verano. La estrella Vega aparenta ser la más brillante, y si embargo Deneb lo sería más de no ser porque está más alejada de la Tierra. En cuando al tercer astro, Altair, a única razón por la que es visible a pesar de su pequeño tamaño es el contrario: está relativamente cerca de nuestro planeta, a unos 17 años luz.
El nombre se lo debemos a Oswald Thomas, director en dos ocasiones del primer observatorio de Austria, el Urania-Sternwarte, y del también austríaco Zeiss Planetarium. Aunque el Triángulo del verano lo puso de moda a fines de la década de 1950 Patrick Moore, un astrónomo amateur inglés que presentaba la serie de la BBC The Sky at Night.