La Navidad de este año será distinta. Distinta (y mejor) que de la del año pasado, pero también distinta de las que celebrábamos antes de que la covid llegara a nuestras vidas. Porque, aunque la situación es mucho mejor que hace un año, el virus todavía sigue ahí. Esto no ha terminado, y ello implica que hay que seguir tomando ciertas precauciones. ¿Celebrar? Este año sí, pero no todavía como en la Navidad de 2019.
Este año, lo acabamos casi todos vacunados. En estos momentos, casi un 80% de la población ha recibido ya la pauta completa de la vacuna: más de 37 millones de personas. Pero aún quedan unos 5 millones de adultos sin vacunar, a pesar de haber podido hacerlo. Los menores de 12 años tampoco lo están, porque no hay vacuna disponible de momento para ellos.
En este panorama, es probable que las comidas y cenas navideñas sean más numerosas y relajadas. La vacuna cambia la partida, porque nos protege de la covid grave, pero cuidado: en las reuniones en interiores sigue habiendo riesgo de contagio. ¿Cuánto? En NIUS hemos tratado de calcularlo. Pueden verlo en los vídeos que acompañan a este artículo.
Utilizando el simulador desarrollado por la plataforma “Aireamos”, y con la ayuda de la divulgadora sanitaria Patricia Ripoll, hemos analizado el riesgo de contagio en una cena familiar, en cuatro escenarios diferentes, según las medidas de protección que se tomen. Además, hemos comparado ese riesgo con el que habría en esos mismos escenarios si nadie estuviera vacunado. Son escenarios y cálculos teóricos, y hay que tener en cuenta que algunos de los parámetros que influirán en el mayor o menor riesgo de contagio son inciertos.
Empezamos calculando el riesgo en un salón en el que las ventanas están cerradas y nadie se pone la mascarilla en ningún momento. El peor de los escenarios. A la cena asisten 14 personas, y una de ellas tiene covid. En este caso, el simulador indica que el riesgo de contagio es alto. Se contagiaría un promedio de 5,49 personas, casi la mitad.
En un escenario así, el 39% de los presentes pueden salir de la cena contagiados. Y es que la tasa de ataque, es decir, la cantidad de virus que hay en el aire y la dosis infecciosa que puede haber inhalado cada persona es altísima: del 96,04%. “Son niveles exagerados”, advierte Ripoll.
Antes de seguir con los demás escenarios, aclaramos los parámetros de base utilizados en todas las simulaciones.
Calculamos el riesgo en un nuevo escenario, esta vez con una de las ventanas del salón ligeramente abierta. No hay ventilación cruzada, pero ya está entrando el aire y se renueva. El riesgo de contagio sigue siendo alto, pero vemos que los contagios potenciales de covid que saldrían de esa cena bajan a 3,47. En este caso, un 24,8% de los asistentes tienen probabilidad de contagio. Casi uno de cada cuatro.
La tasa de ataque también desciende, al 60.81%, pero sigue siendo alta. “La escasa ventilación y la falta de mascarillas mantienen la tasa de ataque en niveles elevados. La cantidad de dosis infecciosas inhaladas por los individuos que están la sala sigue siendo elevada”, asegura Ripoll.
En este escenario, lo que cambia es que abrimos las dos ventanas del salón. Es decir, hay buena ventilación. El aire se renueva de forma adecuada y eso es básico para dispersar esa nube de aerosoles cargados con partículas víricas. Los contagios potenciales bajan todavía más, a un promedio de 2,28 casos. El 16,3% de las personas de la sala tienen probabilidad de contagio.
El simulador nos dice, sin embargo, que el riesgo de contagio sigue siendo alto, y la tasa de ataque también: del 39.95%. ¿Por qué? Porque “mejora la ventilación, pero la falta de mascarillas mantiene la tasa de ataque en niveles de riesgo. La cantidad de dosis infecciosas inhaladas por los individuos que permanecen en la sala sigue siendo alta”.
Este sería el mejor escenario, teniendo en cuenta que hay una persona contagiada en la sala. No es probable que se cumpla en la realidad, pero es importante saber que, si se toman estas medidas, el riesgo de contagio baja mucho. El tipo de mascarilla también cuenta, claro. Hemos hecho los cálculos presuponiendo que los 14 asistentes llevan mascarilla quirúrgica y no muy bien ajustada. Se la ponen todo el tiempo mientras no están comiendo. En estas condiciones, los contagios potenciales bajan a 1,3 casos. El 9,3% de los presentes tienen probabilidad de contagiarse.
La tasa de ataque también desciende mucho, al 22,75%. “Como mejora la ventilación, y a la vez se incluyen mascarillas, ello baja la tasa de ataque. Pero la falta de ajuste y el tipo de mascarilla influyen en la todavía ligeramente elevada cantidad de dosis infecciosas que inhalan los asistentes”, advierte Ripoll. De hecho, el simulador nos indica que el riesgo de contagio sigue siendo alto.
¿Qué pasaría si cambiamos el tipo de mascarilla? Si, en vez de llevar una quirúrgica, los asistentes a esa cena, llevasen FFP2 bien ajustada y la tuviesen puesta todo el tiempo que no comen. Pues que el riesgo de contagio, ahora sí, sería bajo. Los contagios potenciales se reducen a 0,02 casos.
Sólo el 0,1% de las personas que hay en el salón tendrían probabilidad de contagiarse. “Porque si mejora la ventilación y se incluyen mascarillas eficaces, con un correcto ajuste y correcta filtración, la tasa de ataque se vuelve mínima”, explica Patricia Ripoll. “Si las cosas se hicieran bien, puede no salir nadie infectado de esa cena. Es un escenario teórico, poco real, pero cuanto más nos acerquemos a la teoría, menos riesgo estaremos asumiendo”.
Estas son las cuatro simulaciones del riesgo de contagio que puede haber en esa cena navideña, según tomemos medidas de protección o no. Pero ¿qué pasa con la vacunas? ¿Qué papel están jugando en ese riesgo de contagio?
Lo vemos si comparamos las simulaciones realizadas, en las que 11 de las 14 personas están vacunadas, con esos mismos escenarios pero con ninguno de los asistentes vacunado. El riesgo de contagio se dobla en todos los escenarios.
Y ello teniendo en cuenta una cosa importante: que aunque cambiemos la situación de inmunidad de los asistentes a esa cena (del 80% al 0%), la tasa de ataque no cambia. Es decir, la cantidad de virus en el aire y de dosis infecciosa que le correspondería a cada individuo sería la misma que antes. La diferencia, por la que se dobla el número de infectados, la marca el hecho de que no estén vacunados. Vean.
Escenario 1: sin mascarillas y ventanas cerradas
Si nadie estuviese vacunado, el resultado es que se contagiaría un promedio de 12,48 personas, de las 14 que asisten. Son casi todas, y el doble que antes, que se contagiaban 5,49.
Escenario 2: sin mascarillas y poca ventilación
En este caso, si nadie estuviese vacunado, pasaríamos de 3,47 contagios potenciales a 7,9. Es decir, al doble.
Escenario 3: sin mascarillas y buena ventilación
También se doblan los casos en este escenario, si prescindimos de la vacuna. Pasarían de 2,28 con vacunados a 5,19 sin vacunados.
Escenario 4: con mascarillas y buena ventilación
Ocurre lo mismo que en los anteriores, a pesar de llevar mascarilla. El promedio de infectados que saldrían de este escenario es de 2,95, en vez de 1,3 cuando había un 80% de vacunados en la cena. Si, además, las mascarillas fueran FFP2, los contagios pasarían de 0,02 a 0,06.
En conclusión, todos estos resultados muestran que "la suma de todas las medidas de protección -vacuna, mascarilla, ventilación- es lo que ayuda a prevenir contagios. Comprobamos que por sí solas no son suficientes, pero juntas sí, y cuantas más mejor", afirma Ripoll. Sigue vigente, por tanto, la teoría del queso suizo que se hizo famosa hace un año.
Ripoll apunta otras dos cosas. "Si en una cena hay personas no vacunadas, los resultados demuestran que cobra más importancia todavía llevar mascarilla y ventilar correctamente para reducir el riesgo de contagio". Los no vacunados contagian más que los vacunados. También se demuestra la importancia, subraya, de la tercera dosis de la vacuna. "Hay que seguir vacunando, poner la tercera dosis para que la protección frente al contagio no decaiga".