Marte es conocido como el planeta rojo y la Tierra, como el planeta azul. Por eso sorprenden a primera vista las imágenes de atardeceres en nuestro vecino del Sistema Solar, que son de tonos más fríos, a diferencia de los que vemos a diario, más cálidos. ¿No debería ser al revés? ¿Por qué son así las puestas de sol?
La fotografía que vemos arriba la sacó el robot explorador de Marte Spirit de la NASA que desembarcó en el planeta rojo en 2005. El sol empezaba a esconderse en el horizonte, bajo el borde del cráter Gusev.
Diez años más tarde, en 2015, el explorador Curiosity de la NASA conseguía la siguiente secuencia de imágenes frente al cráter Gale de la puesta de sol marciana.
Diferente a lo que estamos acostumbrados, ¿verdad? Las puestas de sol en Marte son mucho menos coloridas. Si bien en la Tierra son rojizas porque la composición de nuestra atmósfera favorece que prevalezcan las ondas de luz más largas (las rojas) cuando el sol se encuentra en el horizonte, en el planeta rojo lo que ocurre es, en palabras de la NASA, que “el fino polvo hace que el azul en la parte del cielo que está cerca del Sol sea mucho más prominente”.
Por el día, por el contrario, la luz diurna en Marte es rojiza por el polvo oxidado que es el responsable precisamente de convertirlo en el planeta rojo. El óxido de hierro que predomina en sus suelos le da un rojo tan intenso que incluso es visible desde los grandes telescopios de los observatorios de la Tierra.
Observar las puestas de sol marcianas, más allá de su belleza, ayuda a científicos a estudiar el alcance del polvo, que muchas veces expulsan los volcanes de la superficie del planeta. Incluso, puede ayudar a rastrear el paisaje en busca de nubes de hielo.