Cada cuatro años se sucede un año bisiesto, consistente en agregar un día al mes de febrero, una particularidad que corrige los desfases periódicos que se producen en el calendario y que se da precisamente en 2020. La razón está en que cada año tiene 365 días y, además, 5 horas y 48 minutos que no se contabilizan, por lo que cada cuatro años se suma un nuevo día, de modo que febrero tiene 29 días y el año 366.
La expresión año bisiesto deriva del latín 'bis sextus dies ante calendas martii' (sexto día antes del mes de marzo), que correspondía a un día extra intercalado entre el 23 y el 24 de febrero por Julio César. En el calendario juliano, el 24 de febrero era el sexto día antes de las calendas (primer día del mes) de marzo. Los romanos no contaban los días del mes del 1 al 31, sino que tomaban tres fechas de referencia: calendas, nonas e idus. Para contar se incluía el día de referencia (en este caso, el 1 de marzo).
Ya en el calendario gregoriano, hecho por el papa Gregorio XIII y que es el que se sigue utilizando hoy por hoy, este día extra se colocó al final del mes de febrero, que en vez de 28, pasa a tener 29 días. En este calendario, la norma que se aplica es que un año es bisiesto si es divisible entre 4, a menos que sea divisible entre 100. Sin embargo, si un año es divisible entre 100 y además es divisible entre 400, también resulta bisiesto. Según los expertos, este sistema elimina los años que determinan el fin de cada siglo y que terminan en 00, cuyo siglo no es múltiplo de 4.
En el año 49 a.C., el dirigente Julio César llegó a Egipto y en las tierras de la faraona egipcia Cleopatra encontró un excelente calendario, en contraposición al romano, que estaba lleno de desfases. Entonces encargó a Sosígenes de Alejandría, astrónomo, matemático y filósofo, la tarea de diseñar el conocido como calendario juliano.
Este calendario tenía una duración de 365 días y un día adicional inicialmente cada cuatro años, para compensar un desfase natural producido por la revolución no sincrónica de la Tierra en torno al Sol. La compensación de los desfases que tenía acumulados el calendario romano obligó a que el año 46 a.C. se convirtiera en el año más largo de la historia, con 445 días de duración para compensar e iniciar nuevamente de cero.
Este calendario fue oficial en Roma durante los siguientes siglos, incluso en el Concilio de Nicea se advirtió que había un error de Sosígenes, pero no hicieron nada por corregirlo, hasta 1582, cuando se adoptó el calendario Gregoriano.