Polilla gitana: las luces de las casas están atrayendo a la plaga que daña los árboles
La polilla gitana es un riesgo para nuestros árboles, sobre todo las encinas
En Madrid y Andalucía se han detectado focos que están comprometiendo la vegetación
En personas más sensibles pueden causar efectos urticantes si se tocan
Al caer la noche, las luces de las casas pueden atraer a la polilla gitana, una especie distribuida por todo el territorio y una de las “principales plagas de nuestros bosques”, explica a EFE la conservadora de la Colección de Entomología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Amparo Blay.
Migran durante el verano
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Se trata de la especie común de “Lymantria dispar (Linnaeus, 1758)”, ubicada en la Península e Islas Baleares y cuyo vuelo, al alcanzar la madurez, se produce durante el verano, “entre los meses de junio hasta agosto”, señala Blay.
Respecto a su comportamiento, la conservadora apunta que el macho es “muy activo al volar durante el día, principalmente al crepúsculo” mientras que la hembra permanece posada en los árboles, “a la espera de ser fecundada por el macho mediante la atracción de sus feromonas sexuales”.
Una amenaza para nuestros bosques
La polilla gitana resulta una amenaza en áreas boscosas, “sobre todo de los encinares”, sostiene Blay, ya que las hembras “suelen poner entre 100 y 500 huevos” y que ello repercute en la formación de “pequeños discos de color marrón cubiertos de la anal de la hembra”, recoge EFE.
Esta acción, advierte Blay, puede causar efectos “urticantes si se tocan”, sobre todo en “aquellas personas más sensibles”, aunque señala la diferencia con especies como la procesionaria de pino (Thaumetopoea pityocampa), ya que las orugas salen durante el mes de abril y “pupan en mayo sobre el propio árbol o incluso sobre piedras cercanas al árbol en el que han estado”.
La especie, de distribución Paleártica, se despliega desde el oeste de Europa, hasta el norte de África y llega “hasta China y Japón”, además que, añade Blay, “también ha sido introducida en Norteamérica”.
Detectada en Madrid y Andalucía
Esta polilla, también conocida como lagarta peluda, de gran tamaño, ha llegado a ciudades como Madrid en el presente verano, al sentirse atraídas por las luces artificiales durante el ocaso y pueden hospedarse en armarios o estanterías, al igual que ocurre con otras polillas que escogen las viviendas españolas para anidar.
Sin embargo, este lepidóptero supone una amenaza para encinas y alcornoques, ya que, según la Subdirección General de Conservación del Medio Natural de la Comunidad de Madrid, su ataque compromete al desarrollo del árbol, con la “disminución de la producción de corcho y bellotas”.
Así, el debilitamiento del alcornoque dificulta la extracción del corcho “de forma adecuada” por lo que este departamento insta, a través de un programa de Sanidad Forestal, a “retrasar la operación hasta que se haya recuperado” y en el caso de ataques graves, “los árboles pueden llegar a presentar la apariencia de haber sufrido un incendio”.
Este organismo, además, informa que cuando las defoliaciones producidas por la ingesta de brotes y hojas son tan acusadas, la supervivencia del árbol “puede llegar a verse comprometida”.
Por su parte, la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, también informa en su portal web que su presencia afecta directamente a la producción de las masas de encina y alcornoque de Andalucía, con consecuencias como “la pérdida de la cosecha de bellota”.
En el caso del alcornoque, coinciden estos organismos públicos, resulta conveniente “retrasar el descorche” durante el tiempo que esta especie provoque “defoliaciones severas”.
Por su parte, desde Ecologistas en Acción, también alertaron el pasado mes de mayo sobre su presencia en el Campo de Gibraltar y que su población podía ocasionar amenazas como “alteración y pérdida del paisaje, pérdida en la emisión de oxígeno, dificultad en la extracción del corcho o pérdida de crecimiento de la masa arbórea”, entre otros.
La organización advirtió que en el caso de un rebrote de este especie, conllevaría unas consecuencias “negativas”, tanto para la calidad como para la supervivencia de “nuestros maltratados bosques”.