La Biblia y la Torá, el libro sagrado de los judíos, coinciden en una cosa: las diez plagas que Dios envió a Egipto para que el faraón dejara partir a los hebreos. No es de extrañar que los egipcios se echen a correr al grito de "langosta" si echamos un vistazo a las pirámides, que se han convertido en el escenario de la octava plaga bíblica.
La irrupción de estos insectos en el Mar Rojo tiene una explicación: las fuertes lluvias y ciclones provocaron en febrero un aumento de la población de langostas del desierto. Viajan hasta 150 kilómetros al día, volando con la ayuda del viento, y ya han alcanzado varios países de la zona en enjambres. Irán, Omán, Qatar, Egipto y sus países originarios Eritrea y Sudán, se han convertido en su nuevo hogar, y se dirigen ahora a Afganistán y Pakistán.
Egipto prepara 55 bases para su control, ya que uno solo de estos enjambres come tanto como 35.000 personas en un día, lo cual supone una autentica ruina para la producción agrícola, el medioambiente y la seguridad alimentaria. Las autoridades se centran ahora en reprimir la plaga antes del verano, cuando comienza su época de reproducción y podría ser del todo devastadora, y esparcen miles de litros de pesticida en las provincias donde ya se ha declarado el estado de emergencia.
No es la primera vez que Egipto se enfrenta a esta calamidad bíblica. En 1954 una plaga de langosta roja se comió 250.000 toneladas de maíz y, años más tarde, estos animales llegaron de nuevo en enjambres y pusieron alerta al país en repetidas ocasiones.
En España la escena del Éxodo tampoco es novedad. En noviembre de 2004, más de cien millones de langostas africanas llegaron a las dunas del norte del Parque Natural de Corralejo, en Fuerteventura. Se han llegado a ver en el pasado incluso en el Caribe, después de cruzar el Atlántico desde Mauritania.