Hasta el momento los científicos asociaban la amígdala, una estructura ubicada en la parte interna del cerebro, con respuestas a emociones desagradables como el miedo o la ansiedad.
Sin embargo, un equipo de neurocientíficos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en EE UU, ha descubierto en esta estructura un circuito cerebral que responde también a los estímulos agradables relacionados con el sistema de recompensa cerebral.
De hecho, los investigadores afirman que, aunque también se ha encontrado un sistema que controla la respuesta a hechos desagradables, la mayoría de las neuronas de la amígdala están involucradas en el circuito de recompensa.
El estudio se basa en un trabajo anterior de Susumu Tonegawa, director del RIKEN-MIT Center for Neural Circuit Genetics y autor principal de esta investigación. Aquel primer estudio distinguía entre dos poblaciones distintas de neuronas en un área de la amígdala cerebral, denominada grupo basolateral.
Las neuronas de este grupo están programadas genéticamente para codificar los recuerdos felices o los desagradables y se encargan de transmitir esa información a distintos lugares de la amígdala.
En esta nueva investigación, el equipo de Tonegawa fue más allá para identificar la conexión entre ambos tipos de neuronas y la amígdala, y también determinar la función que realizan sus células al recibir la información del grupo basolateral.
Para ello se analizaron los perfiles genéticos de las neuronas de la amígdala dividiéndolos en siete grupos según sus marcadores genéticos y su localización anatómica.
Técnicas optogenéticas
Para la realización del trabajo se usaron técnicas optogenéticas en ratones, un procedimiento que permite controlar la actividad de las neuronas mediante el uso de luz. Usando estas técnicas pudieron monitorizar las funciones que tenían las neuronas de cada población.
Encontraron que cinco de esos grupos de neuronas estimulaban el comportamiento basado en las recompensas. Cuando activaban en los ratones las neuronas relacionadas con el circuito de la recompensa, los ratones asociaban eso a una experiencia positiva y buscaban después una mayor exposición a la luz.
Esa misma población de neuronas recibía información de emociones positivas en el grupo basolateral. Mientras tanto, otro grupo de las neuronas estudiadas reaccionaba a impulsos innatos y a recuerdos relacionados con el miedo.
“Se ha generalizado que la amígdala es una estructura asociada al temor. Se piensa que está vinculada a la ansiedad o a reacciones provocadas por el miedo. Sin embargo, observando la estructura como un todo, parece que participa principalmente en los comportamientos deseables”, explica Joshua Kim, uno de los autores.
No obstante, no se descarta la posibilidad de que existan células en la amígdala que estén por descubrir y que controlen el comportamiento negativo. Las células que identificamos representan más del 90% de la amígdala cerebral. Si hay otras para el comportamiento negativo, son una fracción pequeña”, cuenta Tonegawa.
Además, según los investigadores, un último grupo no mostró ninguna relación con ambos tipos de comportamiento.
La ruta del miedo
El equipo de Tonegawa también descubrió que las neuronas de la amígdala asociadas al miedo no envían la información directamente a la parte del cerebro que debería recibir esos datos.
Esa parte del cerebro, la sustancia gris central, es la que responde a estímulos como el dolor, el estrés o amenazas externas, pero los resultados de la investigación afirman que la información no llega directamente desde la amígdala sino que hace algunas paradas antes.
Los investigadores trabajan ahora en rastrear la ruta que sigue la información sobre el miedo desde que sale de esas neuronas en la amígdala hasta que llegan a la sustancia gris central, identificando por donde pasa previamente esa información.
Además, el equipo estudia el papel que las neuronas del grupo basolateral pueden desempeñar a la hora de intentar acabar con el miedo, reescribiendo los recuerdos de malas experiencias para asociarlos a sentimientos positivos, un enfoque utilizado en terapias para tratar problemas psicológicos como la depresión o el estrés postraumático.