En un vuelo con dron, a cargo de un equipo científico dependiente del CSIC, se observa desde el mar la creación de la plataforma volcánica en la costa de La Palma, la llamada fajana que rompe el acantilado para crear una planicie y que alcanza ya unas 28 hectáreas de superficie. La formación no es la única, ni mucho menos, en la isla.
Si nos desplazamos unos kilómetros al sur por el suroeste de la isla son visibles las formadas por la erupción del volcán de San Juan en 1949 y otras solidificadas siglos atrás, en 1712 y 1585, un terreno de reciente creación que, con diferentes legislaciones y tal y como ocurre también en otras islas de Canarias, ha acabado siendo utilizado principalmente para la agricultura, pero también para la construcción de urbanizaciones, restaurantes y hoteles, entre playas de ceniza negra. También como piscinas naturales sobre la misma plataforma volcánica, como se aprecia en otras fajanas del norte de La Palma.
Tras la creación de una nueva fajana, "los geólogos tenemos que trabajar en la reconstrucción después que ha pasado esto. ¿Qué tenemos que hacer? Avisar en materia urbanística un mapa de riesgos geológicos", explica Carlos García Arroyo, vicepresidente del Colegio Oficial de Geólogos y presidente de la ONG Geólogo del Mundo.
"En sí, la fajana, por decirlo de alguna manera, es inservible. Después ya se trata de moldearlo, de generar un ambiente donde se puede construir o explotar de alguna fajana", señala Stavros Meletlidis, vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN).
La nueva fajana creada por las erupciones de estos días en Cumbre Vieja pasa a ser propiedad del Estado y su utilidad depende de la actual ley de costas. El recorrido de la colada podría ser declarado también espacio natural protegido.