*Imagen: Scotland’s Rural College
Estas partículas contaminantes que estaban en el cuerpo de Lulú, conocidas como policlorobifenilos (PCB), no se pueden arrojar al océano desde los años 70, pero este análisis confirma que aún siguen haciendo mucho daño a la fauna animal marina y a los océanos. Es más, es ahora cuando los científicos empiezan a ser conscientes del daño que estos plásticos están haciendo, tales como desarrollar la infertilidad entre las orcas.
De hecho, aunque el caso de Lulú es el más extremo, no es el único. El resto de orcas que forman la manada, hoy con apenas ocho miembros, también han demostrado claros signos de infertilidad: en 23 años que el grupo ha sido monitorizado, ninguna ha procreado.
"La aparente infertilidad de Lulú es un descubrimiento funesto para la supervivencia a largo plazo de este grupo; sin nacimientos, cada vez es más probable que este pequeño grupo se extinga", ha señalado Andrew Brownlow, patólogo veterinario del Colegio Rural de Escocia en un comunicado. Él, que ayudó a analizar a Lulu, está convencido de que "uno de los factores en la aparente falta de reproducción de estos grupos podría ser su alta carga de contaminantes orgánicos", como los PCB.
En Lulú había 100 veces más contaminantes que lo tolerable
Los niveles de PCB encotrados en la grasa de Lulú eran extremadamente altos: según los científicos, había 950 miligramos por kilo, es decir, 100 veces más que el límite considerado como dañino para la salud de los mamíferos marinos, que es 9mg/kg.
De nuevo, Lulú es solo un ejemplo más. Un análisis realizado en 2016 mostró que la concentración media de contaminantes en orcas asesinadas en el noreste atlántico era de 150mg/kg, lo que significa que seguía estando muy por encima de la media recomendada.