“¡Abrígate, que vas a coger frío!” ¿Quién no ha escuchado, o ha dicho, esta frase alguna vez? Detrás de ella, el afán de que los hijos (que suelen ser quienes más la escuchan) no se resfríen. ¿Cuánto hay de cierto en ello? ¿Cuánto tiene que ver el frío con ponerse enfermo?
“El frío debilita localmente el sistema inmune y entonces, las bacterias o virus que están ahí para infectar, latentes, se aprovechan de ello”, explica el bioquímico y catedrático de la UCM José Manuel Bautista. Es decir, que sí tiene mucho que ver. El frío hace de detonante, en el caso de que haya virus latentes. Y los puede reactivar. Desde la Antártida nos llega una historia que lo ilustra perfectamente.
La ha difundido en Twitter el climatólogo Arturo Sánchez-Lorenzo. Cuenta este científico la historia de un misterioso brote catarral ocurrido en una base británica de la Antártida, en 1969. Misterioso porque ocurrió en invierno, cuando los investigadores llevaban ya varios meses completamente aislados en la base. “La teoría, y estudios en bases similares lo habían confirmado, era que los virus de tipo respiratorio desaparecían durante ese aislamiento de tantos meses. Es decir, una vez aislados a los pocos días desaparecía cualquier síntoma de resfriado o enfermedad respiratoria”, explica en Twitter el científico.
Pero, para sorpresa del médico de la base, se produjo un “brote con síntomas de resfriado que afectó a 10 de los 12 investigadores, una vez transcurridas 17 semanas desde el comienzo del aislamiento”, es decir, más de cuatro meses. ¿Qué lo había causado? El médico tomó muestras de todos, pero los estudios de la época no dieron con la causa. El médico concluyó que el brote debía tener un origen vírico, en un rinovirus o coronavirus, pero lo complicado era saber cómo se había producido la infección inicial.
Descartadas otras hipótesis, "lo más razonable para el médico es que, a semejanza de otros virus en humanos y animales, el virus hubiese permanecido, en uno de los investigadores, de forma latente todo ese tiempo, y reactivado semanas después”. ¿Pero por qué se reactivó? Pues, volviendo al inicio de este artículo, parece que el frío tuvo mucho que ver.
Sánchez-Lorenzo explica que la causa más probable, apuntada por el propio médico de la base, fue “una anomalía meteorólogica, y es que los días previos al brote hubo una bajada brusca de temperatura y humedad”. El frío podría estar detrás, por tanto, de la reactivación de ese virus latente en uno de los investigadores, y habría ayudado además a extenderlo al resto, generando el brote.
“Posiblemente el virus estaba latente en alguno de ellos, y al venir días de mucho frío, se reactivó en esa persona. Al estar todos más juntos de lo habitual, esos días, se generó ese brote”, explica Bautista. Y lo ocurrido no es raro, sino bastante habitual. Pero el caso de la Antártida es importante para ilustrarlo “porque ahí están aislados totalmente, y la hipótesis es muy plausible. El médico tiene la certeza de que no se han relacionado con nadie, y por eso concluye, con una cierta certeza, que tuvo que ser un virus latente”.
Esto, en otros contagios que ocurren de forma habitual en nuestro día a día, no es tan fácil saberlo. “No sabes si te has contagiado por otra persona conviviente, o porque has cogido frío al salir a la calle y en ese momento, de forma local, se ha debilitado el sistema inmune y lo has desarrollado”. En cualquier caso, lo que sabemos es que el frío activa virus latentes, “porque hay un oportunismo de los patógenos que hay en tu garganta, por ejemplo, o en las mucosas en general”. ¿Pero cómo ocurre este proceso?
Bautista recuerda que, en general, mantenemos la temperatura del cuerpo a unos 36,5º C y que en la protección de los tejidos juegan un papel muy importante los linfocitos T, que reconocen a virus o bacterias y los atacan. Pero algo tan simple como el frío puede cambiarlo todo.
“El frío disminuye la circulación local de esos linfocitos, que son los que pueden entrar dentro del tejido para eliminar las posibles infecciones que se originen. Con el frío, las células del sistema inmune no migran bien y los tejidos se debilitan, de alguna forma. Y esa debilidad local del sistema inmunitario hace que se produzca una infección, porque se reactivan virus que estaban latentes, que ya no son mantenidos a raya por los linfocitos T”.
El frío activa, hace de detonante, pero no es el único factor externo que puede jugar este papel. Hay muchos virus o bacterias que pueden permanecer latentes en nuestro organismo, y muchos factores externos que pueden reactivarlos y desencadenar una infección. El estrés, por ejemplo, está detrás de muchos de estos procesos. Estudios recientes, por ejemplo, lo relacionan con la covid.
“El estrés, al ser una actividad proinflamatoria, hace que se reactiven virus. Tanto el estrés general que podamos padecer, como el local -por el frío por ejemplo- pueden estar detrás de la activación de faringitis o gastroenteritis, por ejemplo. Estamos hablando de virus o bacterias que se reactivan”.
Explica Bautista que “el virus del Herpes, por ejemplo, se ha comprobado que el 50% de la población hemos estado en contacto con él en algún momento. Y, sin embargo, no hemos visto brotes de herpes”. Porque no se activa. Aunque sí lo hace en determinadas personas, “por el estrés, que se ha visto que hace de detonante”.
Ocurre también con la tuberculosis, “que permanece latente en la mayoría de las infecciones”. Explica el científico que “el sistema inmunitario la mantiene a raya, pero se ha constatado que un 10% de esas infecciones latentes se pueden reactivar”.
Y otro ejemplo: la hepatitis B. En este caso, “hablamos de un virus persistente también, que a veces no se elimina en la primera infección y se queda en células, de forma latente. Se puede seguir replicando, más lentamente y a niveles muy bajos, por lo que permanece contenido por el sistema inmune. Hasta que llega algo que hace de detonante”, advierte Bautista.
La latencia (y reactivación) de virus y bacterias se ve claramente en los casos de personas inmunodeprimidas. “En las personas con VIH, por ejemplo, siempre aparecen más herpes y más tuberculosis, tienen muchas enfermedades víricas”. Y Bautista explica que "la latencia es un mecanismo común en muchos virus"
"Es muy frecuente en adenovirus, papilomavirus, herpesvirus… pero estudiar la latencia es complicado”. Porque si un virus no da la cara, si no hay un detonante que lo reactive, no es fácil hacerlo. “A veces, vemos que alguien es seropositivo a un virus pero no presenta la enfermedad, y en esos casos lo sabemos. Pero en general solo se descubre haciendo screening de la población, como se ha hecho con el herpes zóster, o cuando se reactiva”.
Advierte, además, de que cada sistema inmune actúa de forma diferente, por lo que es difícil establecer una regla general para la latencia y reactivación de los virus. “Sabemos la capacidad que tienen los virus de infectar latentemente a los organismos y no ser eliminados, y ocasionalmente, aprovechado una cierta debilidad, pueden volver a infectar porque están ahí presentes. Pero cada sistema inmune es único y reacciona de forma distinta”, advierte.
Sabiendo todo esto, la pregunta es obligada en el panorama actual en que nos encontramos. ¿Podría tener algo que ver la latencia de los virus con la covid persistente Bautista no lo descarta. “Yo creo que no es descartable que tenga que ver con que haya una cierta contención del virus, pero incompleta”.
Explica que los que superan bien la covid lo hacen porque “se ha eliminado, aparentemente bien, el virus”. Pero “puede ser que la covid persistente tenga que ver con que el sistema inmune no lo acabe de eliminar, y quede ahí latente. O que se siga reproduciendo muy lentamente y haciendo muy poco daño, pero en varios tejidos, por eso la gran variedad de síntomas distintos que tienen estos pacientes”.
Recuerda el investigador que los receptores ACE2, que son los que permiten la entrada del virus en nuestro organismo, están en muchas células, “y no podemos descartar que haya un cierto tipo de latencia del virus, que, si no puede ser eliminado por un sistema inmune activo y fuerte, puedan servir de refugio”.
Bautista cree que detrás de la covid persistente puede haber varios factores, entre ellos “la gran capacidad que tiene este virus de diseminarse por el organismo, y una falta de eliminación completa por parte del sistema inmunitario”. ¿Cuál sería el detonante de la reactivación del virus, en este caso? A día de hoy, no lo sabemos.