Imaginen lanzar un dardo a la inmensidad del universo y tener que acertar en la diana. "Es como atinar a una mosca a dos kilómetros". Así describe la española Isabel Herreros, investigadora del Centro de Astrobiología (CAB), la dificultad a la que se enfrenta la pionera misión, en la que ha participado. La nave espacial DART intentará desviar un asteroide de su órbita, para prepararnos si un elemento similar amenaza con impactar contra la Tierra.
Sucederá. En algún momento caerá un meteorito capaz de causar una catástrofe en nuestro planeta. "La amenaza es real", dice a NIUS David Modrego, ingeniero aeroespacial del INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial). "El espacio está lleno de cuerpos que se están moviendo, es inevitable que alguno impacte contra nuestro planeta", asegura. "Ya ha ocurrido antes. Y no solo hablo del meteorito que causó la extinción de los dinosaurios, no hay que irse tan lejos. A principios del siglo pasado cayó uno en Siberia que provocó una gran destrucción, por suerte la zona estaba deshabitada, si no la tragedia humana hubiera sido enorme", recalca.
Se refiere al conocido como misterio de Tunguska, el meteorito que en junio de 1908 impactó en la taiga siberiana con la fuerza de 300 bombas atómicas y aplastó 80 millones de árboles en un área de 2.150 km² de bosque. "No hubo cráter porque se cree que explotó en la atmósfera y no llegó a tocar el suelo", aclara Modrego. "Pero arrasó con todo. Impresiona aún ver las imágenes de miles de árboles arrancados de cuajo".
Aquel meteorito se ha estimado que tendría entre 50 y 190 metros, "no era muy grande, pero lo suficiente para acabar con una gran urbe actual". "Se considera peligroso cualquiera que supere los 140 metros de diámetro y pueda acercarse a menos de diez millones de kilómetros", explica Modrego.
El tamaño de Dimorphos, el asteroide contra el que DART impactará, es similar, unos 160 metros, pero no está cerca de nuestro planeta. Aunque es una "prueba", es la primera misión de defensa planetaria que se realiza. "El cómo se va a hacer tiene antecedentes, porque se se va a realizar con guiado a bordo basado en navegación óptica, pero nunca se ha hecho en estas condiciones. No es lo mismo intentar acercarte a algo despacito y entrar en órbita que intentar chocarse contra él", aclara el ingeniero.
Precisamente, el 'antes' es clave para lograr el éxito. Ahí entran mentes como la de Isabel Herreros y su compañero Jens Ormö, que trabajan en el Laboratorio de Impactos del CAB. Su papel consiste en hacer experimentos a pequeña escala para predecir qué ocurrirá durante y después del choque. Qué fuerza tendrá el impacto, de cuánto será el desvío, si surgirá un cráter…
Pero hay parámetros que no pueden reproducir físicamente en la Tierra. "No podemos extrapolar la gravedad cero", explica Herreros. A pesar de ello, los resultados de las pruebas terrestres sirven para calibrar los modelos numéricos o teóricos. DART es el siguiente paso, "como hacer un experimento a escala real".
La nave que acaba de enviar la NASA colisionará con Dimorphos a finales de septiembre de 2022. Una segunda nave enviada por la ESA (misión HERA) llegará en 2024 para analizar con detalle las consecuencias del impacto. Por eso, el trabajo de Herreros y otros colegas españoles de la Universidad de Alicante o el Instituto de Astrofísica de Andalucía, no termina con el lanzamiento de DART. Siguen haciendo cálculos y experimentos. "Nos servirá para comprobar cuánto se han acercado nuestros modelos a la realidad, cuando HERA llegue a su objetivo en 2026", detalla Herreros.
Siempre puede haber errores. "DART lleva sistemas de navegación superprecisos. Diez días antes del impacto también sale una mininave que puede ayudar a redirigir el aparato. Pero al final es como atinar a una mosca a dos kilómetros", reconoce Herreros. Aunque confía en el triunfo de la misión: "Se ha tenido mucho cuidado en los cálculos".
Si estas misiones se completan con éxito será un hito en la historia de la humanidad, pues será la primera vez que el ser humano es capaz de modificar la dinámica de un cuerpo celeste.
Para garantizar nuestra seguridad hay proyectos dedicados a "buscar, analizar y ver si alguno de los objetos que detectamos tienen probabilidad de choque", avanza Modrego. Observatorios automáticos que rastrean el cielo cada noche. "No hay que alarmar a la gente, el riesgo existe, pero no a corto plazo, los astrofísicos aseguran que no hay peligro de impacto en los próximos 50 o 100 años", destaca.
Ante un impacto de un meteorito caben dos respuestas: "Destruirlo o cambiar su curso para evitar que colisione con la Tierra", dice el ingeniero. Esta segunda es la base de la misión DART lanzada este miércoles. Pero, ya que Dimorphos no es una amenaza directa, ¿por qué no ir un paso más allá y aniquilarlo?
"Si destruyes el asteroide, no te queda nada que medir. Además es un peligro", esclarece Isabel Herreros. Dimorphos orbita alrededor de un elemento mayor. Esto facilita medir las alteraciones en su recorrido tras el impacto, cuya duración es de 11 horas y 55 minutos. Se calcula que se reducirá en 10 minutos. Pero, si desapareciese, podría cambiar la trayectoria del otro asteroide.
Herreros también apunta que la misión DART no lleva explosivos o armas nucleares. "Sinceramente, no sé si tenemos la capacidad para 'destruir' un asteroide. Son palabras mayores", indica. Solo lo tocará, "le dará un empujoncito", coincide Modrego. "Lo importante es observar cómo reacciona esa roca, saber no solo si se desvía, sino si se fragmenta al recibir el impacto".
"Eso va a ayudar a definir cuál sería la estrategia a la hora de atacar un meteorito en un caso grave", asegura. "A lo mejor resulta que hay que hacer un choque más lento o que directamente el impacto cinético no es la solución".
Se trata de aprender a enfrentarse con esta amenaza . "Para poder reaccionar rápido", añade Modrego. "En una misión real habrá que darse mucha prisa. La Agencia Espacial Europea tiene otra misión que está en desarrollo, que es el Comet Interceptor, cuyo objetivo es dejar un satélite en órbita preparado para que en caso de que haya que lanzarlo contra un cometa esté ya allí la nave desarrollada, preparada para intervenir".
Hay que adelantarse al peligro. "El secreto de una buena defensa consiste en una detección precoz y en estar preparado para reaccionar cuando todavía hay tiempo de adoptar alguna medida", arguye Modrego. "Las misiones espaciales tardan años. Si detectamos un objeto que va a chocar contra la Tierra cuando le queda medio año para impactar contra nosotros, y en ese momento nos ponemos a fabricar una nave espacial desde cero que lo detenga no vamos a llegar", apunta.
Entonces, ¿en los próximos años habrá una fila de naves esperando para ser lanzadas si un asteroide se acerca a la Tierra? Herreros lo duda. Para ella, la clave de esta misión es "afinar" los modelos teóricos y tener desarrollada la tecnología. Llegar a estas conclusiones lleva años, pero construir el propio aparato se puede acelerar, cuando se controla todo el proceso previo.
La clave es que las distintas agencias están avanzando, colaborando en paralelo para luchar contra esta amenaza. "Lo importante es que por fin estamos empezando a enfrentarnos a esa posibilidad real", concluye Modrego.