Microplásticos en todas partes: en los peces, la sal, la miel y ahora también en la lluvia
Y en el hielo de los Pirineos: la ciencia ya se está interesando por este asunto
El plástico lo inunda todo. A su presencia en ríos, mares y océanos, se suma ahora su hallazgo en forma microscópica en lugares tan remotos como las Montañas Rocosas o los Pirineos, incluso en el Ártico. En el caso de las cordilleras estaría implicada la lluvia y en el segundo, las precipitaciones en forma de nieve. A la espera de lo que deparen las distintas vías de indagación científica que se están llevando a cabo para conocer el origen de estas partículas, lo cierto es que estas fracciones de polímeros presentes en la fabricación de envases de plástico de un solo uso viajan cientos de kilómetros para depositarse en zonas inhabitadas y de enorme valor medioambiental.
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Una amenaza para el planeta
Además de los perniciosos efectos del calentamiento global, la mayor amenaza para los océanos son las 320.000.000 toneladas de plástico que se han vertido sobre sus aguas, de los que casi 270.000 toneladas son microplásticos que dañan la fauna vegetal y terminan en el aparato digestivo de los animales marinos, ya sean peces, tortugas, ballenas, focas o aves, entre otros. Cifras que abruman y que han puesto en alerta a las autoridades de medio mundo, pero sobre todo a la ciudadanía que se muestra cada vez más preocupada y concienciada con esta debacle natural, de consecuencias impredecibles.
Microplásticos en zonas inhabitadas
Un escenario nada halagüeño que se traslada ahora a los lugares más recónditos del planeta. Un grupo de investigadores del Servicio Geológico de Estados Unidos que estudiaban la contaminación por nitrógeno en las Montañas Rocosas se han topado con fragmentos de plástico y fibras en casi la totalidad de las muestras de lluvia que recogieron. Los expertos, que pudieron constatar la presencia de estos fragmentos a más de 3.000 metros de altura, consideran que la basura y la ropa sintética son las vías principales de su procedencia. Estas minúsculas porciones ascienden hasta la atmósfera sumándose a las nubes y, por lo tanto, al ciclo del agua que las hace recorrer miles de kilómetros y descender luego a la Tierra.
Fragmentos en los Pirineos franceses
Hace unos meses, otro grupo de investigación de Ecolab de la Facultad de Ciencias Agrícolas y Biológicas de Toulouse (Francia) pudo documentar una tasa diaria de 365 partículas de por metro cuadrado en el sur de los Pirineos franceses. Los responsables de este estudio alertaron sobre la enorme cantidad de partículas en una zona donde no hay poblaciones en un radio de 100 kilómetros. Ambos informes confirmarían la contaminación del aire y del agua de lluvia por microplásticos, una nueva preocupación, ya que se desconocen los efectos que tienen en la salud de seres humanos y animales. Hace apenas dos años, una investigación reconoció que los fragmentos inferiores a 25 micras pueden entrar en el cuerpo por la nariz y por la boca, y las inferiores a cinco micras terminan en nuestro pulmones.
Amenazados el Ártico y los Alpes
Pero la última hora que nos llega tampoco es nada halagüeña. Especialistas del Instituto Alfred Wegener del Centro Helmholtz para la Investigación Polar y Marina (Alemania) acaban de publicar en Science Advances el hallazgo de fracciones en el Ártico y en los Alpes. "Es evidente que la mayoría del microplástico en la nieve proviene del aire", aseguraba Melanie Bergmann, cuya hipótesis avala estudios anteriores sobre la presencia de granos de polen, que tienen el mismo tamaño que las moléculas de plástico.
Según publican varios medios especializados, los investigadores de AWI encontraron la concentración más alta en un camino rural en Baviera: 154.000 partículas por litro. Incluso la nieve en el Ártico contenía hasta 14.400. Asimismo, la atención el origen en ambos casos, ya que los primeros contenían distintos tipos de caucho, utilizados sobre todo en neumáticos, y los segundos estaban formados por nitrilo, acrilatos y pintura. Un estudio más que corrobora la presencia de microplásticos en la atmósfera, lo que explicaría la altas cantidades halladas en el hielo marino del Ártico.