Los medidores de dióxido de carbono (CO2) son cada vez un instrumento del día a día en tiempos de pandemia del coronavirus. Son capaces de cuantificar el riesgo de contagio que corremos en una habitación, que compartimos con una o varias personas y el aire se concentra propiciando la transmisión de la COVID-19. Algunas comunidades ya se plantean hacerlo obligatorio en locales y centros educativos.
Los medidores de dióxido de carbono controlan en todo momento que la calidad del aire es la adecuada. Los espacios cerrados en los que coinciden grupos de varias 20 personas y para ello utilizaron un pequeño dispositivo que controla y mide la concentración de dióxido de carbono en el aire para cuando esta supere los límites de lo saludable.
Una concentración menor de 800 partes por un millón (ppm) se considera adecuada, aunque lo ideal es que roce las 500 ppm. Si supera las 800, la alerta del dispositivo salta y te avisa que es momento de abrir ventanas y ventilar la habitación.
Si el aire está cargado de dióxido de carbono, lo que exhalamos al respirar, se facilita la permanencia del virus en el aire en caso de que haya una persona contagiada con el coronavirus hablando y respirando. La capacidad de transmisión del virus por vía aérea se prolongaría durante horas al permanecer el patógeno en el aire.
Estos dispositivos que existen desde hace años han comenzado a estar en boca de todos, gracias a sus prestaciones, su utilidad y su precio contenido. En los portales de compra venta y en ferreterías se pueden adquirir por precios que van desde los 30 euros hasta los más de 100, según las exigencias de cada uno.