El 29% de las niñas menores de 15 años y el 65% de las menores de 18 contraen matrimonio en Bangladesh y casi el 32% lo hace en los campos de refugiados sirios de Jordania. En ambos países, la pobreza y la necesidad extremas son las causas sobre las que yace tan lamentable práctica; en Bangladesh, como consecuencia de los ciclones y las recurrentes inundaciones -las últimas, durante el pasado mes de agosto- y en Jordania, por las graves condiciones en las que viven los millones de refugiados sirios.
'Girls Not Brides' (Chicas No Novias) denunciaba este alarmante incremento de las cifras de matrimonios precoces con motivo del Día Internacional de la Niña. Y es que el matrimonio infantil es una violación de los derechos humanos que tiene “un impacto devastador en la vida de los menores, les roba su infancia y eso es algo inaceptable”. Quien habla así de tajante es Pilar González, Directora de Comunicación de Plan International - España; según datos de esta entidad, en el mundo, una niña es obligada a casarse cada dos segundos, lo que supone 39.000 matrimonios al día y casi 15 millones al año.
Pero, ¿y los niños? Pues, aunque a priori pensemos en niñas, ambos son víctimas de estos matrimonios, por supuesto, no en la misma proporción. Según UNICEF Data, frente a los 156 millones de niños que en todo el mundo son obligados a casarse antes de cumplir la mayoría de edad, en el caso de las niñas esta cifra asciende hasta los 720 millones. De dicha cantidad, 700 millones contraen matrimonio antes de los 18 años y de ellas, 1 de cada 3 -unos 250 millones de niñas- tienen menos de 15 años en el momento de casarse. Lo peor, las ONG estiman que las cifras reales son mayores ya que, dado el contexto de estos países, no es posible realizar un registro 100% fiable de todos los matrimonios.
Bangladesh y el conflicto sirio, ¿qué les sucede a las niñas?
Según el informe de Human Rights Watch (HRW) 'Marry before your house is swept away' (Cásate antes de que tu casa sea arrastrada, en referencia a las consecuencias de los ciclones), Bangladesh es el cuarto país del mundo en número de matrimonios infantiles (sólo después de Nigeria, República Centroafricana y Chad); allí, el 2% de las niñas se casan antes de los 11 años lo que lo concede el deshonroso primer puesto en el ranking de países con el índice más alto de matrimonios de niñas menores de 15 años. De hecho, después de India, es el país del mundo con más mujeres de entre 20 y 24 años que contrajeron matrimonio cuando aún no habían cumplido los 15.
La situación de la población siria no dista mucho de esta realidad. Antes de que comenzara el conflicto -del año 2000 al 2009- el porcentaje de mujeres de 20 a 25 años que se habían casado con menos de 18 era del 13%. Informes como ‘To protect her honour’ (Para proteger su honor) de la ONG Care Australia denuncian el crecimiento del matrimonio infantil en Jordania (niñas de 15 a 17 años) con porcentajes que van del 12% registrado en 2011 hasta casi el 32% en el primer trimestre de 2014, pasando por el 18% en 2012 y el 25% en 2013; porcentajes que se reproducen casi en idénticas proporciones en otros países receptores de refugiados de la región como son Egipto, Líbano y Turquía.
Causas y consecuencias
Los matrimonios infantiles suelen producirse en países o regiones en los que la población se encuentra en situaciones graves de pobreza y en contextos sociales en los que la desigualdad de género está profundamente arraigada. Según la ONG World Vision, de los 25 países del mundo con las cifras más altas de casamientos precoces, la mayoría de ellos son lo que se conoce como ‘estados frágiles’, debido en gran medida a los conflictos y los desastres naturales, muchos de ellos derivados a su vez del cambio climático.
En estos países en los que el matrimonio infantil está socialmente establecido -y pocas veces cuestionado-, las crisis humanitarias provocan un aumento exponencial de las cifras. “Hay que entender que ante estas situaciones, las familias desarrollan lo que en cooperación llamamos estrategias de afrontamiento”, comenta Blanca Carazo, Responsable de Programas, Cooperación y Emergencias de UNICEF Comité Español. “Estas estrategias, por lo general, afectan a los niños y niñas de manera negativa ya que tienen consecuencias tan graves como el abandono escolar, el trabajo infantil y, en ciertos países, también el matrimonio precoz”.
Carazo reduce a dos las razones que llevan a los padres a acceder a este tipo de uniones en un contexto de crisis: pobreza y protección. “Pobreza entendida como la lucha por la subsistencia porque no tienen nada que ofrecerles a sus hijas y ven el matrimonio como la única forma posible de asegurarles dicha subsistencia; por supuesto, no podemos olvidar que en algunas culturas las niñas son consideradas una ‘carga’ para la familia por lo que el matrimonio les permite ‘liberarse’ de tener que alimentarlas, educarlas, etc. En el caso de la protección, los progenitores se preguntan qué será de sus hijas cuando ellos falten y, ante este temor, deciden casarlas porque entienden que su marido será quien las proteja”.
“My life is destroyed” (Mi vida está destruida) dice una niña de Bangladesh en el informe de HRW. Cuatro palabras, la mínima expresión para un dolor inmenso porque las consecuencias de esta situación son terribles para las menores. Cuando se casan pierden todos los derechos fundamentales asociados a su infancia y a las profundas secuelas psicológicas hay que añadir que suponen un grave riesgo para su salud física ya que son sometidas a frecuentes abusos sexuales y malos tratos, además de las letales consecuencias de los embarazos tempranos, como son la fístula obstétrica -la herida más grave asociada al parto- o la muerte, en el peor de los casos (las niñas entre 10 y 14 años tienen 5 veces más riesgo de morir durante el parto que las jóvenes entre 20 y 24).
¿Hay solución?
“Sí, pero para ello es necesario que todos los actores sociales se impliquen para combatir esta lacra”, asegura Pilar González de Plan. En esta línea, encontramos el quinto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible -que incluye la mención expresa de eliminar el matrimonio infantil, precoz y forzado-, la Convención sobre los Derechos del Niño o la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, entre otros.
“El cambio legislativo a favor de la prohibición de estas uniones no es suficiente pero sí necesario”, asegura Blanca Carazo, pero dicho cambio debe ir acompañado de otras acciones que permitan la reducción y erradicación de la pobreza y la desigualdad de género, empezando por el incremento en el tiempo de escolarización de los menores, sobre todo de las niñas, ya que está demostrado que según aumenta el nivel educativo, más se retrasa la edad en la que contraen matrimonio. Actualmente, en Bangladesh las menores que cuentan con educación primaria, secundaria y estudios superiores tienen, respectivamente, un 24, 72 y 94% menos de probabilidades de contraer matrimonio a una edad temprana.
Todas estas acciones y esfuerzos tienen resultados positivos pero “no podemos olvidar que se tratan de procesos de cambio social muy frágiles que se rompen en el momento el que estos países sufren una nueva catástrofe natural o una crisis humanitaria”, concluye Carazo.