Salir de compras puede dejar de ser sinónimo de elegir algo que nos gusta entre una variedad casi ilimitada de ofertas. La alianza entre la inteligencia artificial y la minería de datos, también conocida como ‘big data’ avanzan en esa dirección de forma que cuando entremos en un comercio sus dependientes ya sabrán casi todo sobre nuestros gustos y podrán ofrecernos exactamente aquello que seguro que compraremos.
Si antes éramos polvo, hoy somos datos. Las empresas de todo el mundo han multiplicado su hambre de conocimiento de sus clientes, no por filantropía sino por avidez comercial. Internet es la cocina donde se elabora este menú que tiene dos ingredientes fundamentales, la inteligencia artificial y la minería de datos (big data).
Los clientes de los supermercados E-Mart ya disfrutan de esta nueva experiencia de compra. Algunos de los casi 200 centros que esta cadena de supermercados surcoreanos tiene en su país dispone de los modernos carros de compra inteligente con firma y apellidos españoles.
Eli es el nombre de lo que la empresa valenciana Robotnik con sede en Paterna denomina “dispositivo autónomo y colaborativo”. María Benítez, su responsable de marketing señala con profusión todo lo que el carro automático Eli hace para ayudar a los clientes del supermercado: “es capaz de seguir al cliente por la tienda mientras este va seleccionando la compra, guiándonos al lugar donde se encuentran los productos que buscamos, evitando que tengamos que mover cargas muy pesadas, sorteando obstáculos, permitiendo el pago automático y acompañándonos hasta el parking para hacer la descarga de los artículos al coche”.
A Eli solo le falta pensar por nosotros, podría hacerlo pero por el momento esta función la tiene desactivada.
Cuando le den esa característica será como el tendero de barrio de toda la vida en el que hacíamos la compra todos los días durante años: conocerá nuestros gustos, los productos que nunca faltan en nuestra cesta y nos sugerirá nuevos artículos que se adecúan a nuestras preferencias. Y es que lo que a estos profesionales les costó años analizar, sintetizar y aprender, a todos los Eli solo les hará falta manejar los datos agregados que las empresas de minería de datos o ‘Data Brokers’ tienen de nosotros y de
personas con perfiles parecidos.
Estos traficantes de datos son los soldados de una batalla global que enfrenta a cara de perro a Estados Unidos y China, mientras que el resto de países, España entre ellos, solo somos peones en una guerra por el control de los datos.
Los profesionales de las ‘Data Brokers’ cruzan nuestro perfil público en las redes combinándolos con los que proporcionamos a miles de aplicaciones de forma más o menos consciente para, al final, elaborar un perfil que se adapta a nuestros gustos como un guante a la mano y que se complementa con los de personas parecidas a nosotros o con hábitos similares.
Esta ingente información palidece frente a la que disponen Google, Microsoft, Facebook, Instagram o Twitter. Con sus ingentes bases de datos nos conocen mejor que nosotros mismos y sus productos son capaces de elegir para nosotros la ropa que compraremos, los alimentos que llenarán nuestra nevera o cómo disfrutaremos de nuestro ocio.
Carlos García Fernández, cofundador y máximo ejecutivo de Strategy Big Data, una empresa dedicada a la transformación digital aplicando técnicas de big data y machine learning, explica que “cuando tenemos hábitos de compra no solo de una personas sino de otras muchas, podemos identificar no solo cuáles son nuestros gustos sino también los de personas parecidas a nosotros o que tienen una forma de comprar muy parecida a la nuestra. Y sabiendo lo que esas personas han comprado, podemos saber lo que a ti te va a interesar”.
García apunta a ejemplos como el de Amazon que a pesar de disponer en su catálogo de millones de referencias apenas nos presenta unas docenas de ellas que se ajustan perfectamente a nuestro historial de búsqueda en su página.
Las empresas están apostando con fuerza por esta mercadotécnia del futuro pero que ya es una realidad. Estas pueden crear pasarelas de negocio uniendo nuestros perfiles de Instagram y Facebook (Instagram Shopping) de forma que sus productos aparezcan en nuestro muro como parte de un catálogo múltiple de ofertas ajustadas a nuestras preferencias.
Salir de compras ha sido siempre uno de nuestros pasatiempos favoritos además de una necesidad casi de
primer orden. La combinación de inteligencia artificial con la minería de datos está cambiando esta experiencia. Si hasta ahora elegíamos lo que más nos gustaba de una amplia oferta, ahora son los propios dependientes los que nos ofrecerán lo que probablemente compremos.
Si acabamos de ser padres, nos presentarán artículos para la edad y las características de nuestro bebé, pero si es una tienda de ropa sabrán qué tipo de prenda es la que tenemos en mente aunque aún no lo tengamos del todo claro. Se trata de un mercado en el que nuestros datos tienen un valor dependiendo de lo amplios o concretos que sean.
Para muchos expertos estamos en la frontera de nuestro derecho a la intimidad. Una linde que no es igual en todos los países desarrollados y en los que España se sitúan en el pelotón de cabeza. Porque no solo compramos ropa o alimentos, sino también seguros médicos o de vida y nuestros perfiles más personales en manos de estas empresas pueden afectar a las ofertas que nos hagan. Nuestra predilección por viajes de riesgo o compartir en redes sociales datos de nuestra salud darán a las aseguradoras un conocimiento más ajustado a nuestra realidad, algo que es muy probable que hagamos al responder a sus cuestionarios genéricos.
Carlos García duda de que esto pueda considerarse una invasión de la intimidad, “en la medida en la que nosotros tenemos una interacción con el mundo digital hay gran parte de nuestros datos que estas empresas usan, de manera individual o agregada y se trata de una información muy valiosa”.
Para que en España esta nueva realidad avance en la dirección correcta, el responsable de Strategy Big Data reclama una “mayor implicación de la Administración así como de las Universidades”.
María Benítez, de Robotnik, tiene claro que esta agregación de datos "no tiene que ser mala por sí misma" aunque defiende que "se respeten ciertos límites" en este proceso cuyo fin último es "mejorar la experiencia de compra".