Incendios de California: el cóctel meteorológico explosivo que los hace incontrolables

eltiempohoy.es 13/11/2018 13:02

El calor y la sequía, un escenario difícil

El sur de California es conocido por ser destino de veraneo de muchos estadounidenses por su clima que bien podría recordar al de la Costa del Sol española. Pero es precisamente ese clima envidiado el que está dificultando la extinción de las llamas. La ausencia de lluvias y el extremo calor característicos en esta zona en las estaciones de verano y otoño explican que los fuegos sean una constante en el sur de California en los últimos años. La baja humedad alcanza así cifras récord y no hay lluvias en camino por ahora.

Fuegos, en muchos casos provocados

El que ya es el fuego más devastador en la historia del estado de California, con 16 focos activos, es resultado también de la acción humana, como lo son muchas catástrofes naturales de nuestro planeta. Una chispa y las consecuencias del cambio climático hacen el resto. La temperatura en algunos casos llega a ser 16 grados Celsius superior a lo que solía ser en la misma época hace años. Desde 2010 los fuegos se suceden y son cada vez más destructivos. A lo largo del 2018 han saltado las alarmas en dos ocasiones (el pasado agosto con el fuego en Mendocino, en el norte de California).

Ráfagas importantes del llamado 'Viento del infierno'

El viento de Santa Ana o 'viento del infierno', como se conoce, arrasa de norte a sur. Las llamas se extienden y se crean nuevos focos de incendios fruto del aire extremadamente caliente de esta época del año. La propagación con estos vientos se produce tres veces más rápido y el resultado son fuegos más intensos por la temperatura del aire, que es cada año más elevada. Además de secar la vegetación ya de por sí seca, aviva las ascuas haciendo prácticamente imposible apagar del todo los incendios de California.

Con estas condiciones, que dibujan el escenario perfecto para la propagación y difícil extinción de las llamas, California afronta una situación que parece apoderarse del estado dejando a su paso cenizas y desánimo en los residentes (hay al menos 42 muertos y 200 desaparecidos).