Hablar con José Carmena es como ver pasar el futuro delante de tus ojos. Y da un poco de miedo. Porque hay cosas de ese futuro que cuesta entender, si uno no se dedica a la neurociencia o a la neurotecnología, campos en los que Carmena es puntero, uno de los mayores expertos del mundo. El científico valenciano es catedrático de Ingeniería Electrónica y Neurociencia en la Universidad de California-Berkeley, en la que entró como profesor en 2005, aunque ahora se considera "más un emprendedor", según nos cuenta en esta entrevista. En 2017, de hecho, fundó la empresa biotecnológica iota-Biosciences.
Esta semana ha estado en Madrid participando en las "Jornadas Neurocientíficas y Educativas" de la Fundación Querer, que todos los años traen a científicos de primera línea especializados en problemas neurológicos. En su charla, Carmena explicaba cómo la neurociencia y la neurotecnología pueden ayudar a personas con discapacidades motoras o enfermedades mentales. Y cómo lo están haciendo ya. Es sólo el primer paso de un camino que ya se ha empezado a recorrer, con cientos de ensayos en marcha en todo el mundo, en el que neurociencia, neurotecnología e inteligencia artificial van de la mano. Primero para curar, pero no sólo. También para aumentar las capacidades de nuestro cerebro.
Tras su intervención, hablamos con él de cómo nos va a ir cambiando la vida -y nuestro cerebro- en el futuro. Pero al decir "futuro", no hablamos de varias décadas. ¿Se imaginan comunicarse con Siri sólo con el pensamiento, sin hablar? Pues para cosas como esta, por ejemplo, podríamos estar hablando de cinco años. Y esto se queda pequeño con respecto a lo que viene. Una revolución a la que la ética ya sigue los pasos, pero muy por detrás.
Pregunta: Cuando hablamos de neurociencia y neurotecnología, hablamos de curar enfermedades o trastornos relacionados con el cerebro, pero también de "mejorar" sus capacidades.
Respuesta: La neurotecnología ha venido para quedase, y con la inteligencia artificial (IA) hay una simbiosis de la que van a salir muchísimas cosas para gente con discapacidades, pero también para la sociedad en general, como productos de consumo. Ahora, la farmacología es lo único que hay en este momento para curar enfermedades a nivel de cerebro. La neurotecnología es otra rama. Hablamos, por ejemplo, de estimulación eléctrica en vez de tomarte una pastilla.
Cuando yo empecé con esto, en EE.UU. éramos cuatro laboratorios, ahora hay cientos en todo el mundo, y cientos de ensayos clínicos. No me gusta hablar de plazos, pero dentro de nada será como el que se pone un marcapasos. Ponerse un dispositivo para controlar una prótesis o para recuperar memoria perdida, por ejemplo.
P: Cuando nuestros hijos pequeños sean adolescentes, ¿esto puede ser algo normal?
R: Sí. La neurotecnología aplicable ya está ocurriendo.
P: Habláis de "dispositivos implantables". Suena a ciencia ficción, pero es ciencia a secas, y es algo que ya empieza a verse.
R: Sí. Siempre hay gente que se sorprende mucho de esto, pero cuando yo empecé, en 2003, ya se hablaba de esto.
P: Puede que 10 años no suene raro hablar de implantar un dispositivo…
R: Ya ocurre. Hay casi medio millón de pacientes en el mundo implantados con estimuladores para párkinson, un dispositivo invasivo implantado en el cerebro que les alivia el temblor. Y también existe algo parecido para la epilepsia. Lo que pasa es que todo esto va entrando poco a poco, porque es caro. Pero es una cuestión de desarrollo, las preguntas científicas sobre esto ya están resueltas. Ahora falta que salgan empresas que lo desarrollen. Y en España ya hay muchas que lo están haciendo. Se está creando un ecosistema de empresas, y eso es muy importante: salir de la pura investigación e ir a la práctica.
P: En tu charla, has hablado de aplicaciones neurotecnológicas para problemas motores porque es lo más “fácil” para empezar, pero a partir de ahí hay todo un campo por desarrollar. Has hablado incluso de poder "desaprender enfermedades mentales vía manipulación neuronal".
R: Sí, es una hipótesis de trabajo. El modelo farmacológico tiene fallos, no está personalizado, las enfermedades mentales las tratas, pero no se curan. Una hipótesis es que, si pudiéramos caracterizar el circuito relacionado con la depresión o con algunos problemas de comportamiento, por ejemplo, de la misma forma que se puede inducir plasticidad neuronal estimulando ciertas neuronas, se puede pensar que si supiéramos cuáles son los marcadores a nivel neuronal de estas enfermedades, podríamos manipular estas neuronas y conseguir el efecto de “desaprender” esa condición negativa.
Imagínate un hábito dañino. El alcoholismo, por ejemplo. Imagina que pudiéramos caracterizar ese circuito en el que ciertas neuronas se activan con ciertos estímulos y hacen que el sujeto tienda a tomar esa acción. Si conseguimos manipular ese circuito para que no sea susceptible de hacer eso, la adicción decrece. A eso me refiero. A desaprender eso.
Es solo una hipótesis de trabajo, pero el gobierno de EEUU está invirtiendo cientos y cientos y cientos de millones de dólares en todo esto.
P: Ya hay muchos estudios sobre todo esto…
R: Claro. Lo que pasa es que de ahí a poder prescribir algo van a pasar 10 o 20 años. En la literatura, hay un montón de cosas sobre estimulación eléctrica en enfermedades mentales. Pero de lo que estamos hablando es de que se invierta lo suficiente para potenciar la tecnología y poder hacer estas cosas de forma permanente y escalable a toda la población.
P: Es decir, que la base científica ya está, estamos hablando de desarrollo tecnológico.
R: Sí. Quedan todavía preguntas por responder, como en todo. Y quizá aún es todo muy rudimentario, pero se pueden empezar a hacer cosas.
P: Cuando habláis de “dispositivos implantables”, ¿de qué estamos hablando exactamente?
R: De sensores muy finitos, muy pequeños, de mantas de electrodos que puedes poner encima de la corteza cerebral, o electrodos muy finos que insertan dentro de la corteza… La idea es meter en el cerebro algo que sea tan fino que sea invisible para el cerebro. Algo como de 2 micras de diámetro y muy flexible, que no lo vea.
Si metes algo rígido, de metal, eso entra perforando y llevándose neuronas por delante. Y funciona, pero tiene sus problemas: deja de funcionar a los meses, o años, porque el cerebro detecta que hay algo de fuera y envía cosas para protegerse de eso, crea como una membrana alrededor del electrodo y ya no sirve para nada.
En cambio, si lo haces muy pequeño y flexible, el cerebro ni se entera de que está ahí. Mis colegas de Berkeley han desarrollado una especie de máquina de coser con una aguja que te puede meter hasta 100 sensores en sólo unos minutos. Tienes dentro de la corteza electrodos finitos que están coexistiendo con las neuronas, en vez de una cosa rígida que atraviesa todo lo que se encuentra por delante. Esto es sólo un ejemplo de las mil cosas que hay, que se están desarrollando. Pero claro, no lo vas a ver hasta que haya un producto médico.
P: ¿El cerebro del futuro será una mezcla entre inteligencia artificial y natural?
R: Bueno, lo que se puede decir es que, cuando la gente empiece a estar implantada o a llevar cosas que te conectan con tu sistema nervioso, vamos a estar más y más conectados a nivel de cerebro-máquina. Hoy, por ejemplo, he hablado de un sistema que puede decodificar tu habla interior, cuando piensas en algo sin hablar. Pues si tienes una interfaz con eso y la conectas a un ordenador, ya estás hablando con Siri directamente con tu pensamiento. Sin hablar.
P: Hablamos de una interrelación entre la inteligencia natural y la IA...
R: No necesariamente. Cómo aprenden las máquinas puede estar relacionado, o no, con cómo aprendemos nosotros. Hay algoritmos que están basados en modelos biológicos que comprenden las neuronas, pero hay muchos otros que no. La inteligencia no tiene por qué ser biológica. Las máquinas pueden aprender y ser inteligentes y hacer cosas como chatGPT, pero eso no quiere decir que estén aprendiendo como los humanos aprendemos el lenguaje.
La inteligencia puede ser algo general, universal. Y la inteligencia humana es una forma de expresar eso con neuronas, en un órgano que es el cerebro.
P: Es decir, que la inteligencia humana es una forma de inteligencia, pero no la única.
R: Sí, es una hipótesis. El aprendizaje humano es un tipo de aprendizaje. Pero el aprendizaje de un algoritmo matemático no tiene por qué estar basado en ese aprendizaje humano. Hay modelos que no están basados en cómo aprendemos nosotros. Puede haber IA que no tenga nada que ver con la natural. El tema es cómo vamos a interaccionar con todas esas IA, ya sea por comandos de voz o cuando tengamos interfazes directas, de cerebro a eso o de cerebro a cerebro.
P: Y no queda tanto para eso. No quieres hablar de plazos, pero igual hablamos de 10 años…
R: Exacto, eso es. Vamos a ir viendo poco a poco cómo van saliendo cosas. Ya hay start-ups en Silicon Valley que están haciendo una especie de pinganillo capaz de detectarte el habla interior (cuando estás pensando en hablar), y sólo con eso puedes tener una interfaz de forma no invasiva que le puede estar diciendo a SIRI búscame tal cosa o abre tal programa, pero sin hablar. Esto, en dos años, lo puedes estar viendo en Facebook, a lo mejor. Y si de pronto Facebook lo compra, a los dos años hay un producto basado en eso.
P: Todo esto, desde el punto de vista de los humanos no científicos, da un poco de miedo. O bastante. ¿Hasta qué punto la ética va a la misma velocidad que estos avances?
R: Muy buena pregunta. De esto sabe mucho Rafael Yuste, que es pionero en neuroderechos. La tecnología está muy por delante de la ética. Falta una neuroética, una base ética de todo esto. Y se lleva años trabajando en esto. Por ejemplo, Yuste ha conseguido que Chile esté debatiendo modificar su constitución para incluir neuroderechos. Es el primer país en hacer esto.
P: "Neuroderechos". Ya sólo el concepto asusta...
R: Claro, pero es que es la actualidad. Hoy en día hay muchas cosas que no son derechos pero que son parte de la IA. Lo del sesgo en los algoritmos, por ejemplo, si eso no lo regulas puede tener un efecto en la sociedad. O el tema de la privacidad de los datos. Si alguien tiene acceso a los datos de tu cerebro, ¿qué pasa? Se pueden generar muchos problemas…
P: O dónde acaba el "yo natural" y empieza el "yo artificial", por ejemplo. Eso no va a ser fácil regularlo.
R: No. Absolutamente. Pero esto se tiene que tratar, la gente tiene que sentarse a hablar. El mismo problema tienes hoy en día con los coches automáticos. El coche tiene que tomar decisiones de pronto como si atropella a una viejecita o a un niño, ¿y qué hace?
P: Bueno, pero va una persona en el coche, aunque sea automático…
R: Pero igual no lo va controlando. El objetivo es que vayas durmiendo o que vayas atrás y te lleve. Cuando tú no conduces, ¿qué haces? Pues con esto va a pasar lo mismo, se generan este tipio de dilemas. Todo el uso de la tecnología te genera este tipo de dilemas.
P: Y las respuestas siempre van a ir muy por detrás…
R: Sí. Pero también falta tiempo para que estas tecnologías estén fuera. Lo importante es que haya una conciencia en la sociedad y se trabaje en eso.
P: Y también entender que el objetivo es mejorar la vida de la gente. Aunque luego, alguien acabe pagando por tener más memoria, por ejemplo…
R: Esa es otra cosa, por supuesto, el tema de la igualdad, no crear dos clases sociales: los humanos aumentados y los que no. Porque esta tecnología no va a ser sólo para gente con discapacidades y problemas, sino también para aumentarnos. Esto nos aumenta (coge el móvil). Ejemplos de aumento tecnológico hay mil, es la historia de la tecnología. Con los smartphones de ahora tienes información infinita en la palma de tu mano.
P: Pero no es lo mismo un móvil que tener un dispositivo implantado en el cerebro…
R: Eso es irrelevante. Te puedes implantar un dispositivo y que te sea inútil. No hablamos de que esté implantado o no, sino de lo que tú consigues con ese dispositivo.
P: Por ejemplo, que una persona aumente ciertas capacidades porque quiere y se lo puede permitir, y otra no. ¿Eso va a ocurrir?
R: Sí, pero que sea invasivo o no, que esté en el cerebro o no, es irrelevante. Cuanto menos lo sea, más aceptación va a haber en la sociedad. Si te dicen que puedes ver en infrarrojo pero te tienes que implantar algo en el cerebro, dudarás, pero si te dicen que te pones un módulo nuevo en el móvil y ya puedes ver… Todo lo que sea menos invasivo va a ser más aceptado. Pero, claro, si tienes un problema serio de salud te implantas lo que haga falta. No te planteas si es o no invasivo.
P: Pero, insisto: eso puede acentuar mucho las desigualdades en la sociedad…
R: Claro. Pero está en nuestras manos cómo queremos que sea ese futuro. Esto no va a ocurrir de la noche a la mañana, va a ser gradual. Lo mismo que ha pasado con el móvil, que ahora es ya como una especie de diario nuestro. Sólo con tu móvil, una aplicación de IA te podría hacer un modelo de cómo eres tú.
P: Son cambios muy sutiles que ya están ocurriendo…
R: Sí. Y van a ir a más. Ya estamos haciendo cosas que son una aumentación en toda regla.
P: Da cierto miedo por lo que implica de invasión de tu propio yo, de tu esencia como persona…
R: Claro, por eso los neuroderechos están ahí ya. Es un tema que se está tomando muy en serio.
P: ¿Y crees que a la hora de regular todo esto y de establecer normas éticas se pueden limitar bastante los avances tecnológicos conseguidos?
R: No. No lo creo. Imagino que habrá una base legal para que no pueda haber en el mercado cosas que estén fuera de control, o que generen desigualdad, o todas estas cosas que estamos hablando…
P: Para no perder el control.
R: Eso es.