60 años llevamos los humanos lanzando misiones a Marte. Lanzándolas, que no es lo mismo que lograr llegar o que, una vez allí, los ingenios que tanto tiempo y esfuerzo ha costado construir y enviar, hagan lo que se supone que tienen que hacer.
En seis décadas han sido medio centenar los intentos de llegar y algo más de una veintena los de tocar planeta. De todos ellos, más de la mitad han fallado. O no llegan, o se estrellan, o logran posarse suavemente sobre el suelo marciano para no volver a dar señales de vida, vaya usted a saber porqué.
Los primeros en intentar llegar a Marte, en lo más álgido de la carrera espacial, fueron los soviéticos. Suya fue la misión que inauguró la exploración de Marte, la ‘Mars 1’, en 1960. Fue un fracaso a medias porque su sonda, que no pretendía aterrizar, logró sobrevolar el planeta, sin embargo, un fallo del cohete no permitió que la nave entrara en órbita y se perdió.
El primer módulo de aterrizaje que los rusos ingeniaron para posarse en Marte apenas logró despegar de la Tierra. Se le conoce como ‘Mars1962B’ o ‘Sputnik 24’. Lo del nombre no se lo trabajaban mucho por aquel entonces en el ‘Programa Mars’ de la Unión Soviética porque dependiendo de si la misión iba bien o mal la bautizaban a posteriori. Esta, evidentemente, fue mal.
El ‘Mars1962B’ tuvo un problema con el cohete de lanzamiento y no logró superar la órbita baja de la Tierra. Se quedó por allá arriba unos días hasta que volvió a bajar y se descompuso en la atmósfera terrestre.
Los rusos tardaron casi diez años en volver a intentarlo. Lo hicieron con las misiones ‘Mars 2’ y ‘Mars 3’ en 1971. Los orbitadores fallaron pero lograron enviar una gran cantidad de datos y fotos del planeta antes de hacerlo, lo que puede considerarse un éxito parcial. Los módulos de descenso también fallaron pero uno lo hizo mejor que el otro.
El del ‘Mars 2’ fue el primero en intentarlo el 27 de noviembre de 1971 pero entró en la atmósfera marciana con un ángulo incorrecto y se estrelló. Fracaso total. Aunque cuenta con el honor de ser el primer ingenio construido por la humanidad que tocó suelo marciano. Demasiado rápido, pero el primero.
El módulo de la ‘Mars 3’ lo hizo mejor, mucho mejor. Llegó cinco días después que su nave gemela y entró en la atmósfera marciana a una velocidad de 5,7 kilómetros por segundo. Todo funcionó bien: la maniobra de frenado aerodinámico, los paracaídas y los retrocohetes. Se posó suavemente sobre la superficie y… 20 segundos después todos sus instrumentos dejaron de transmitir. El motivo exacto se desconoce aunque se especula que la nave quizá pudiera ser víctima de una tormenta de polvo.
La siguiente tentativa soviética llegaría dos años más tarde con la misión ‘Mars 6’. El orbitador logró situarse en órbita y se quedó allí recogiendo datos durante casi dos años. El módulo de aterrizaje, sin embargo, sólo consiguió transmitir información 224 segundos.
Durante el descenso informó de que la temperatura del aire era de -43º y captó entre un 20% y 30% de gases nobles en la atmósfera, pero la señal se perdió cuando tenía que activar sus retrocohetes. Se cree que consiguió llegar sana y salva pero se perdió el contacto.
La verdadera invasión marciana. Las primeras misiones que lograron aterrizar y que pueden considerarse un verdadero éxito fueron la ‘Viking 1’ y la ‘Viking 2’ de la NASA. Se lanzaron a finales del verano de 1975 con un mes de diferencia entre ambas. Las dos consiguieron llegar y las dos lograron amartizar.
El ‘Viking 1’ funcionó hasta noviembre de 1982. Hizo análisis biológicos y moleculares del suelo y la atmósfera marciana, tomó mediciones meteorológicas y sacó alrededor de 2.300 fotos del lugar de aterrizaje. Tan solo de ese lugar porque no tenía capacidad de desplazarse por la superficie.
El ‘Viking 2’ duró algo menos que su hermano pero aún así estuvo operativo cuatro años. Hasta el 11 de abril de 1980. Realizó los mismos análisis biológicos y moleculares del suelo y la atmósfera y tomó alrededor de 2.250 fotos. Ninguno de los dos lograron encontrar evidencias de vida. Aunque esa era una de sus misiones principales.
Tras la caída de la Unión Soviética la nueva Federación Rusa lo volvió intentar en 1996. El telón de acero había caído pero la imaginación rusa con los nombres siguió siendo la misma. La misión fue bautizada como ‘Mars 96’, pero porque se retrasó dos veces. Estaba previsto que se lanzara en 1992 y luego en 1994. Al final fue en 1996 y de ahí el nombre.
La misión sufrió el mismo destino de aquel primer intento ruso de 1960. El cohete falló y la sonda no logró salir de la órbita terrestre. Se desintegró en la atmósfera cuatro horas después del lanzamiento al noroeste de la ciudad de Iquique, en Chile, cerca de la frontera con Bolivia, y causó cierto revuelo porque la nave llevaba plutonio a bordo, lo que provocó preocupación por una posible contaminación radioactiva.
Rusia dijo que no había peligro, Estados Unidos tampoco envío equipos para medir posibles fugas de radiación y el gobierno chileno tampoco hizo nada aduciendo que los restos que no se habían desintegrado habían caído al mar.
Sin embargo, testigos presenciales de prestigio, como un especialista en electrónica del Observatorio Europeo del Sur, afirmaron que habían visto restos sobrevolando tierra firme.
La pérdida de la ‘Mars 96’ supuso un duro golpe para la exploración espacial rusa cuando el país entraba, además, en una crisis económica. Rusia no volvió a intentar aproximarse a las inmediaciones de Marte hasta 2011, cuando intento llegar a una de sus lunas con la misión ‘Fobos-Grunt’, que también acabó en fracaso.
El mismo año en el que Rusia fracasaba estrepitosamente la NASA lograba su mayor logro en Marte hasta la fecha con la misión ‘Mars Pathfinder’ y su pequeño rover ‘Sojourner’.
El aterrizador o ‘lander’ llevaba como nombre oficial 'Carl Sagan Memorial Station’, en homenaje al conocido astrofísico y divulgador que fue uno de los encargados de las misiones ‘Viking’ y que se hizo mundialmente conocido gracias a la memorable serie de divulgación ‘Cosmos’.
Dentro del módulo de aterrizaje iba el rover, el ‘Sojourner’, que también rendía un homenaje, en su caso a la la activista por los derechos civiles Sojourner Truth.
Ambos descendieron hasta la superficie con un sistema que era una prueba de concepto. Consistía en el uso de unos enormes airbags que amortiguasen la caída y que una vez en el suelo fueran rebotando hasta detenerse por completo. El concepto fue un éxito y se uso más tarde en las misiones de los rover ‘Spirit’ y ‘Opportunity’. También con éxito.
Con el ‘Sojourner’, por primera vez en la historia, un aparato construido en la Tierra se dio un paseo por el suelo marciano. Salió de su caparazón al día siguiente de aterrizar y se acercó a algunas rocas cercanas que los miembros del equipo de la misión bautizaron con nombres como: “Barnacie BIll’, “Yogui”, “Casper” o “Scooby-Doo”, en honor a los personajes de dibujos animados.
El pequeño vehículo, de apenas medio metro de largo y de alto y que pesaba poco más de diez kilos, logró completar los análisis científicos que tenía previstos y duró mas de lo que se esperaba. Se suponía que aguantaría entre una semana y un mes pero funcionó casi tres meses.
Por su parte, el lander transmitió más de 16.500 imágenes y realizó 8,5 millones de mediciones de la presión atmosférica, temperatura y velocidad del viento.
Tras los éxitos logrados con las ‘Viking’ y la ‘Pathfinder’ llegó en fracaso en 1999 con la misión ‘Mars Polar Lander’. La idea era llevar un lander y dos sondas que penetraran el hielo del polo norte marciano. Pero salió mal.
Tras muchas investigaciones se especula con que la apertura de las patas de la sonda durante el aterrizaje era tan brusca que podía provocar que los sensores de la nave creyeran que se había tocado ya el suelo y apagarán el motor, lo que dejaría a la sonda sin impulso, pero aún muy por encima del objetivo, provocando que se estrellara.
La ‘Beagle 2’, bautizada así en homenaje al ‘HMS Beagle’ en el que Charles Darwin hizo el mítico viaje que le llevó a escribir ‘El origen de las especies’, había sido construida por universitarios británicos de la Open University y su misión era la de buscar indicios de vida en Marte.
La pequeña sonda se acopló a la misión ‘Mars Express’ de la Agencia Espacial Europea y comenzó su descenso al planeta rojo el 19 de diciembre de 2003. Entró en la atmósfera marciana a 20.000 kilómetros por hora. Se suponía que la fricción la frenaría en primera instancia, luego se abrirían los paracaídas y finalmente se abrirían unos airbags.
Lo que pasó con la ‘Beagle 2’ fue un misterio hasta 2015 cuando la sonda de la NASA 'Mars Reconnaissance Orbiter' pasó por encima y la fotografió. Las imágenes mostraron a la sonda a seis kilómetros de su punto de aterrizaje previsto con parte de sus paneles solares parcialmente desplegados.
El siguiente asalto de la NASA al planeta rojo se produjo en 2003 y fue un rotundo éxito. En verano de aquel año la agencia espacial estadounidense lanzó dos cohetes equipados con sendos rovers destino a Marte. Ambos llegaron a principios de de 2004 a su destino y los dos lograron llegar a la superficie rebotando sobre un colchón de airbags sanos y salvos.
El 'Spirit' aterrizó en el crater Gusev. Estaba previsto que deambulara por la zona realizando experimentos durante 90 días solares, o soles, como se denominan en Marte, pero estuvo operativo más de seis años. Hasta el 22 de marzo de 2010 cuando dejó de enviar señales. Se cree que el frio marciano acabó por dañar las placas de sus componentes electrónicos que se desactivaron. La NASA se dio por vencida y dejó de intentar contactar con el rover el 24 de mayo de 2011. Un día después dio por finalizada la misión.
En cualquier caso, aquellos seis años de idas y venidas dieron para mucha investigación y muchos descubrimientos:
Encontró, casi por casualidad, evidencias de que Marte hubo manantiales de agua en ebullición. El hallazgo se produjo porque una de las ruedas del ‘Spirit’ se bloqueó y el rover tuvo que avanzar arrastrándola por el suelo. El surco de aquella rueda rota sobre la superficie desenterró depósitos de silicio, que normalmente están asociados a sistemas hidrotérmicos, lo que apunta a que Marte, en algún momento de su pasado, tuvo agua y capacidad geológica para calentarla.
El ‘Spirit’ también descubrió evidencias de que en algún momento de su historia Marte tuvo una atmósfera densa, agua dulce; y que fue capaz de generar un ciclo del agua como en la Tierra.
Por su parte, su hermano gemelo, el ‘Opportunity’, rompió el récord de mayor distancia recorrida por un ingenio terrestre en otro cuerpo celeste y hasta el fin de su misión, el 10 de junio de 2018 (14 años tras su llegada), había logrado recorrer 45 kilómetros.
Logró obtener la primera vista panorámica en 360º del planeta rojo y, como su hermano, encontró evidencias de agua en grandes cantidades en el pasado marciano. De hecho, los científicos de la NASA que analizaron los datos del lugar de sus aterrizaje concluyeron que el ‘Opprtunity’ había amartizado en lo que alguna vez fue la costa de un mar marciano.
La NASA dio por concluida la misión el 13 de febrero de 2019 después de que el explorador quedara atrapado en una enorme tormenta de polvo que cubrió sus paneles solares y lo dejó sin energía.
Tras el fracaso de la la misión ‘Mars Polar Lander’ la NASA volvió a intentar la conquista del polo norte marciano en 2007 y esta vez logró aterrizar con la sonda ‘Phoenix’. El nombre se eligió como metáfora del renacimiento de estas misiones, como el ave que resurge de sus cenizas.
Además, incrustado en la sonda, se acopló un mini DVD diseñado por la Sociedad Planetaria cargado de contenido multimedia denominado como ‘Visiones de Marte’ en el que se incluyeron obras como la novela ‘La guerra de los mundos’ de H.G. Wells, su versión radiofónica de Orson Wells, los mapas realizados por Percival Lowell sobre lo que él creyó que eran canales en Marte, la novela ‘Crónicas Marcianas’ de Ray Bradbury, la saga ‘Marte verde’ de Kim Stanley Robinson y varios mensajes para futuros exploradores de parte de Carl Sagan y Arthur C. Clarke.
La misión del ‘Phoenix’ fue la de tomar muestras del suelo a diferentes profundidades con su brazo robótico. Los resultados fueron excepcionales. Se demostró que en Marte hay hielo, que el suelo en las inmediaciones del polo norte se parece al que puede encontrarse en las costas de la Antártida, que hay nieve en la atmósfera y el análisis de algunas imágenes y datos enviados por la sonda muestra los que parecen ser gotas de agua líquida y salada que salpicaron las patas de la nave tras su aterrizaje.
En 2012 llegó a Marte el rover más grande que jamás había deambulado sobre el planeta: el ‘Curiosity’. Dos veces más grande y tres más pesado que los rovers ‘Spirit’ y ‘Opportunity’, hasta agosto del año pasado ya había recorrido 23 kilómetros sobre la superficie marciana. Ha investigado el suelo en busca de vida en el pasado marciano y se ha sacado los primeros ‘selfies’ en otro planeta. A día de hoy sigue operativo y goza de buena salud.
El nombre se lo puso una estudiante de sexto grado e Kansas tras participar en un concurso organizado por la NASA en que recibió más de 9.000 propuestas. Como premio, la estudiante, de nombre Clara Ma, ganó un viaje al Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena, California, donde firmó su nombre, de su puño y letra, sobre el rover cuando lo estaban ensamblando.
En marzo de 2016 la Agencia Espacial Europea en colaboración con la agencia rusa Roskosmos lanzaron la misión ‘ExoMars’ compuesta por un orbitador y un aterrizador bautizado como ‘Schiaparelli’. El orbitador logró su objetivo pero el aterrizador se estrelló contra la superficie de Marte a una velocidad de 300 kilómetros por hora por un error en los instrumentos. Su misión era la de buscar vida en Marte, tanto pasada como presente.
‘InSight’ es el acrónimo de “Exploración Interior utilizando Investigaciones Sísmicas, Geodesia y Transmisión de Calor”. Fue lanzada en 2018 tras un retraso de dos años y logró depositarse con éxito sobre la superficie del planeta.
La idea es que la sonda estudie el subsuelo de Marte gracias al perforador que lleva incorporado. En abril de 2019 detectó el primer ‘martemoto’ jamás captado gracias a su sismógrafo. Sin embargo, las labores de perforación están resultando más complicadas de lo que se había previsto porque el taladro no acaba de funcionar como debería.