Con el desembarco del frío y las lluvias, los cristales del coche se empiezan a empañar, la piel a agrietarse y resurge algo que de pequeños nos encantaba: nos sale vaho de la boca. La humedad ambiental permite que, al liberar el aire que respiramos, se cree una nubecilla sobre nuestra cara. Para ello es necesario que a primera hora el fresco acompañe y que las últimas precipitaciones estén recientes. Así, tras el paso de la Dana (depresión aislada en niveles altos), no es de extrañar que reaparezca este efecto.
Al exhalar el aire, cuando hay humedad en el ambiente y las temperaturas son inferiores a los 10ºC, puede ser que salga vaho de nuestras bocas. Pero ¿por qué? Lo que sucede es que la composición química de ese aire que soltamos es diferente a la del aire que inspiramos. Cuando lo expulsamos tiene un alto contenido en nitrógeno, dióxido de carbono y vapor de agua.
Al liberar aire más caliente y húmedo, en contraste con el aire exterior, se produce una reacción química, más probable cuando hace menos de 0ºC. Estos días los bajo cero no han sido la tónica general, pero sí se han alcanzado en algunas zonas. Por ejemplo el martes pasado, día 22, la mínima en algunas estaciones meteorológicas de Castilla y León e incluso en Rascafría (Madrid), bajo de los -1ºC.
Solemos asociar este efecto al invierno, cuando se vuelve más frecuente, pero lo cierto es que puede producirse en cualquier momento siempre que las condiciones sean las óptimas. Con el paso de los días y según nos acerquemos a la estación venidera, la más fría, el vaho se convertirá en un frecuente en nuestras mañanas.