Millones de años antes de que emergieran los seres humanos, existía un tipo de tiburón que medía hasta 18 metros de largo y que se consideraba el rey de los océanos. De hecho, Hollywood lo ha convertido en los últimos años en su protagonista favorito para películas B. Hablamos del megalodón. Sí, una bestia marina que eriza los pelos con solo oír su nombre. Pues bien. El mito puede haberse caída a manos de otro que provocó el miedo a medio mundo gracias a Steven Spielberg: el tiburón blanco.
Los expertos después de analizar los registros fósiles siempre sospecharon que el megalodon murió hace unos 2.6 millones de años, justo en el mismo tiempo en el que muchas otras especies marinas se extinguieron. Sí, estos gobernadores del océano pudieron ser víctimas de una supernova, o del cambio climático se decía en todos los estudios al respecto.
Lo sorprendente es que todas estas fechas se acabar de poner en entredicho así como las razones de su extinción. Un artículo publicado en la revista PeerJ, al menos, pone en duda la fecha de la extinción de los megalodones. Y no lo hace en pocos años, nada menos que en un millón. Los investigadores reexaminaron el registro fósil de megalodones en California y Baja California, donde se han encontrado muchos ejemplos de los enormes peces.
Según sus análisis hay pruebas claras de que, hasta hace aproximadamente 3,6 millones de años, los megalodones estaban vivos en el océano. Pero después de eso, las cosas se ponen feas. Los fósiles datados entre hace 2,6 millones y 3,6 millones de años comienzan a tener problemas. os investigadores en el nuevo estudio sugirieron que los grandes tiburones fueron superados por un depredador más pequeño y más inteligente. Los grandes tiburones blancos llegaron a los océanos hace unos 4 millones de años, solo 400.000 años antes de la fecha de muerte ahora revisada de Megalodon.
"Fue tiempo suficiente para que los grandes tiburones blancos se expandieran por todo el mundo y superaran en todo a los megalodones siendo la principal causa de su extinción, explica el paleontólogo del College of Charleston, Robert Boessenecker, autor del estudio.