La plaga de los plásticos en los océanos
Organizaciones como Greenpeace y ONU Medioambiente denuncian que cada año se vierten en los océanos más de 8 millones de toneladas de plástico. Países como China, Indonesia o Filipinas son las naciones líderes en echar basura al agua, aunque ningún país se salva de arrojar desperdicios al mar.
Los microplásticos empleados en los cosméticos y el derroche de plásticos utilizados en el día a día de los seres humanos, hace que este material acabe siendo una auténtica plaga y termine contaminado los océanos y todos los seres que habitan en él.
Las bolsas, tapones y fibras de ropa sintética llegan a los océanos mediante las alcantarillas y residuos urbanos.
Más de 267 especies marinas, entre las que se encuentran las tortugas, tiburones o ballenas, se hallan en peligro debido a que se tragan o enredan en estos desechos tan difíciles de eliminar.
Desde las organizaciones medioambientales advierten que si las empresas no toman medidas para eliminar los microplásticos de los productos de higiene, y los países no regulen el uso de este material, en 2050 los océanos habrá más plásticos que peces y el 99% de las aves marinas habrán ingerido plástico.
La situación terminal de los arrecifes de coral
La subida de temperatura del agua en los océanos, producida por el calentamiento global, está provocando que los arrecifes de coral se encuentren en una situación crítica y desaparezcan a gran velocidad.
Un estudio publicado en la revista Nature Scientific Reports asegura que el blanqueamiento del coral será total si no se reducen las emisiones. Entre los años 2014 y 2016, se produjo un profundo y largo blanqueamiento, jamás antes registrado, matando a corales en una escala sin precedentes.
Incluso si las reducciones de emisiones superan las promesas hechas por los países en virtud del Acuerdo de París (de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados), más de tres cuartas partes de los arrecifes de coral del mundo se blanquearán cada año antes de 2070.
El problema de la sobrepesca y la sobreexplotación
Durante las últimas décadas, el consumo de pescado se ha disparado como consecuencia del aumento de la población, la utilización de tecnología en la pesca industrial y una mayor de demanda, lo que ha puesto en peligro el equilibrio natural de los ecosistemas marinos. Esto no solo afecta a la vida en los océanos, también en el bienestar social y económico de las comunidades costeras que dependen de los peces para su modo de vida.
Según un informe realizado por WWF sobre la sobrepesca y sus consecuencias, más del 85% de las diferentes especies de peces han sido empujados hasta sus límites biológicos, disminuyendo su población de manera considerable hasta estar amenazados.
La pesca ilegal, pescas de arrastre y otros problemas regulatorios deben ser tratados para reformar la gestión pesquera a nivel mundial centrándose en prácticas sostenibles.
La sobrepesca surge del hecho de que más allá de las primeras 200 millas náuticas que trascurren a lo largo del litoral de un país (zona de exclusividad económica de ese país), el acceso a los recursos no está reglamentado.
Vertidos y contaminación del agua
Los vertidos de petróleo, los fertilizantes y pesticidas utilizados para la agricultura, los desechos industriales, basuras nucleares y demás desperdicios han sido echados al mar durante años, provocando una situación insostenible para los océanos.
Todos estos vertidos repercuten de una u otra manera en el ser humano, ya que terminan afectando a los animales que viven en el océano, y que más tarde comemos.
Según la Organización Mundial de la Salud, el mercurio es uno de los metales más tóxicos del mundo y en los últimos años, el mercurio en los peces ha aumentado exponencialmente.
Tras un estudio de Erik Bjorn, científico de la Universidad de Umea, Suecia, y su equipo, afirman que el mercurio en el ecosistema ha aumentado entre un 200% y un 500% desde la revolución industrial.
En 2013, dos años después del desastre de Fukushima, el Gobierno de Japón reveló que diariamente se vertían al océano Pacífico unas 300 toneladas de agua radiactiva. Por otro lado la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO) admitió ser incapaz de confirma el volumen exacto de agua radiactiva que se ha vertido al Pacífico desde que ocurriera el accidente nuclear.
Dramáticas caídas en el oxígeno oceánico
El ‘Axiona’ es conocido como el agotamiento de oxígeno de los océanos y los científicos de la universidad de Exeter se encuentran estudiando su situación, y aseguran que es “crítico” que se limiten las emisiones de carbono para evitar que esto se produzca.
"Un océano saludable también puede significar la diferencia entre la desnutrición y un suministro constante de proteína de alta calidad para las comunidades vulnerables. Restaurar los océanos no es sólo el sueño de un ambientalista, sino que es vital para el empleo, el bienestar, los medios de subsistencia y la salud en todo el mundo". Plantea el gerente del Programa Nereus de la Fundación Nipona, Andrés Cisneros-Montemayor.