Los misterios de las noticias falsas y por qué es más importante investigarlo ahora

  • Las noticias falsas se propagan igual que los virus biológicos, solo que de forma más rápida y alcanzando a más personas, según un reciente estudio

  • En una situación de confinamiento el efecto nocivo de la desinformación se multiplica

Hay otro virus No se sabe cuántas personas han estado expuestas a él, pero supera en mucho los casi 4 millones de casos confirmados de coronavirus en todo el mundo. No es un desconocido: se llama desinformación.

Las noticias falsas se propagan igual que los virus biológicos, solo que de forma más rápida y alcanzando a más personas, según un reciente estudio sobre contagio social publicado en Nature Physics. “El comportamiento desde el punto de vista de la dinámica del sistema es equivalente”, explica uno de los autores Yamir Moreno, físico teórico y responsable del Grupo de Redes y Sistemas Complejos del Instituto BIFI de la Universidad de Zaragoza. “Lo que cambia es la escala de tiempo. En el mundo offline necesitas el cara a cara, pero en el mundo online, no.”

Los investigadores han diseñado un modelo matemático que ayuda a entender cómo se comparte la información. Conocer este sistema es clave para diseñar medidas más efectivas que frenen (como en el caso de una enfermedad) la propagación de las fake news. “En la sociedad actual, la información viaja más rápido que nunca y esto incluye, tanto la información "buena" como la difusión de noticias falsas. Sin embargo, la rapidez y el alcance de propagación de una noticia concreta, en general, dependerá en gran medida de quién o quiénes la compartan y de dónde se origine”, explica Moreno.

Con un virus es más ‘sencillo’: cuando interactúas con alguien tienes una determinada probabilidad de coger enfermedad. Si te relacionas con muchas personas, la probabilidad de infectarte es mayor.

“Pero con las noticias no siempre es así”, agurmenta Moreno. “Tus relaciones sociales tienen un determinado peso. Valoras más lo que te dice uno que otro. Eso no pasa con el virus porque toda exposición es igual”. Por eso es importante entender mejor cómo se propaga la información y las interacciones que permiten llegar a un punto crítico a partir del cual a noticia se convierte en una epidemia muy difícil de controlar.

Las grandes tecnológicas parece que se han tomado más en serio su papel de vigilantes en este resurgimiento de la desinformación o ‘infodemia’, según la ha bautizado la propia Organización Mundial de la Salud. Sabemos que Facebook alertó en marzo a 40 milllones de usuarios que habían compartido en su muro alguna de las 4.000 noticias que luego resultaron falsas. Twitter anunció que iba a endurecer la difusión de noticias que directamente fueran en contra de lo que dicen las autoridades sanitarias.

Todo entra dentro de lo “normal”. En épocas de crisis es mucho más fácil que surjan estos fenómenos. Las personas tienen la necesidad psicológica de encontrar explicaciones a lo que están viviendo. Pero este ambiente, a veces tóxico, en el que a la gente le cuesta distinguir una noticia verdadera de una falsa, tiene consecuencias todavía más graves en la actual situación por tres motivos:

  1. “Conocer la verdad puede convertirse en una cuestión de vida o muerte”, sostiene un grupo de investigadores del comportamiento humano en otro estudio reciente. “Sal a pasear y te curarás”. “Bebe lejía contra el coronavirus”. “Los niños no se contagian”. Son solo algunos de los ejemplos de noticias falsas que han circulado en las últimas semanas y que ponen el riesgo la vida de las personas que las den como válidas.
  2. La única ‘vacuna’ que tenemos disponible a día de hoy es la distancia social. Tenemos que seguir las normas que nos marcan los expertos sanitarios. Cualquier elemento externo, como las noticias falsas, que socave su autoridad puede provocar una vuelta atrás en esta batalla. La sociedad es un sistema complejo pero ahora mismo con un precario equilibrio. “Es más precario porque no tenemos posiciones intermedias. Te están diciendo lo que tienes que hacer y tienes que decidir: blanco o negro”, explica Moreno. “Pierdes estadios intermedios. En física, lo que caracteriza ese tipo de equilibrio es que la moneda podría caer a cualquier lado: puede ir bien o puede ir mal. No es normal. La sociedad no funciona así”.
  3. Encerrados en casa hemos perdido muchas interacciones con otras personas que, en una situación normal, nos servirían para filtrar o contrastar algunas de estas desinformaciones. Ahora dependemos más de las redes sociales, que vendrían a ser como entrar en una UCI sin mascarilla. Los bulos se amplifican en el mundo online con la ayuda de ‘bots’ o cuentas falsas. Estamos más expuestos que antes porque hay más fake news y corremos el riesgo de encerrarnos en una especia de burbuja donde solo escuchemos a gente que piense como nosotros.

Esta última idea, conocida en el mundo de la investigación como ‘cámaras de eco’, es una cuestión controvertida. No todos están de acuerdo en que existan en la realidad. Una reciente investigación ha desarrollado una especie de sensor para captarlas. “Hemos diseñado un método que nos permite medir estas cámaras de eco”, explica Michele Starnini, uno de los autores e investigador en Institute of Scientific Interchange (ISI), en Turín.

Lo que hemos visto es que sí se generan estas cámaras de eco en redes sociales como Twitter o Facebook”. El servicio de noticias (newsfeed) de estas empresas tiende a mostrarnos artículos sobre temas con los que seguramente estamos de acuerdo. Los anti-vacunas, por ejemplo, no se juntan o reciben información de los pro-vacunas. Esta realidad en una gráfica tiene aspecto como de dos ovnis que no se tocan nunca. Eso es lo que se observa en Facebook y Twitter, mientras en otras redes sociales como Reddit o Gab los extremos sí se tocan.

“Nuestra conclusión es que es posible entonces que el algoritmo que alimenta al newsfeed de Twitter y Facebook esté jugando un papel en la generación de estas cámaras de eco”, argumenta Starnini. No está claro, matiza, que esta situación contribuya a exacerbar el problema de la difusión de las fake news. “Es una posibilidad pero no lo hemos comprobado”.

Queda mucho todavía por estudiar sobre la difusión de la desinformación en la era digital (porque las noticias falsas han existido toda la vida). La epidemiología parece un buen lugar donde inspirarse. Una de las últimas sugerencias es la ‘inoculación psicológica’: exponer a las personas a una dosis debilitada de un argumento persuasivo “lo suficientemente fuerte como para activar el sistema inmune, pero no tanto como para abrumarlo”. Una especie de entrenamiento para generar una especie de anticuerpos. Porque se ha demostrado que una de las razones por las que nos tragamos algunas noticias falsas es: pura pereza mental.