El 2018 será recordado en los libros de efemérides meteorológicas como el año que España le quiso llevar la contraria al mundo. Mientras en el resto del globo ha habido sequías históricas, récords de temperatura, olas de calor de semanas e incendios descomunales, nosotros hemos paseado por un 'camino de rosas' meteorológico: primero fue la primavera más lluviosa de los últimos 50 años, luego el verano más fresco de los últimos cuatro años y ahora seguimos en la misma tónica con el otoño, que ha conseguido acumulados de lluvia históricos en algunos puntos como Barcelona. Eso nos viene muy bien después de haber arrastrado un episodio de sequía casi crónica durante varios años hasta 2017, y que auguraba lo peor si la situación no cambiaba.
Pero todo ha acabado de momento bien. Tenemos los embalses llenos y hemos visto reverdecer buena parte del territorio. Y un detalle importante: las precipitaciones han hecho posible que no haga falta ni una vez activar los protocolos anticontaminación. Es una locura, sobre todo si tenemos en cuenta que hace mismamente un año por estas fechas decíamos que la 'boina de Madrid' estaba más negra que nunca.
Pero, ¿qué ha pasado para que en los años atrás no viéramos ni una gota y este año alucinemos? La respuesta está en la posición de los anticiclones, también conocidos como altas presiones. El año pasado la ausencia de lluvias vino marcada por la presencia de un anticiclón que se postró sobre nuestras cabezas casi permanentemente.
Esta 'mole' de altas presiones impedía de algún modo la entrada de lluvias, que se desviaban a otras altitudes. Además, cuando hay altas presiones el tiempo se caracteriza por una enorme estabilidad, es decir, que no hay movimiento atmosférico, no 'corre el aire', y eso pone muy difícil limpiar la atmósfera de las partículas contaminantes que se van acumulando en las grandes ciudades.
Un año después, el escenario es totalmente distinto. También tiene que ver con un anticiclón, pero con el escandinavo, que se ha colocado justamente encima de nosotros, en el norte de Europa. Por esa razón allí no está lloviendo mientras que aquí las bajas presiones campan a sus anchas al no haber ninguna muralla que las frene. Y eso ha producido el famoso 'tren de frentes y borrascas’ que nos han dejado varias semanas sin poder salir sin paraguas.
De momento, las predicciones marcan bajas presiones hasta el fin de semana, cuando el anticiclón se pose sobre la península y nos deje durante unos días una semana más calurosa y seca de lo normal. Sin embargo, a largo plazo parece que el invierno será más nivoso que helado, por lo que todo apunta a que las bajas presiones podrían seguir siendo las grandes protagonistas. Y, por ende, no tendremos episodios agresivos de contaminación.