Ventanas, mascarillas o hablar bajo: así contagia el coronavirus en una cena de Navidad
NIUS simula cómo se propaga el SARS-CoV-2 por el aire en una cena o comida navideña
Calculamos el riesgo en varios escenarios, según la ventilación o el uso de mascarillas
Comprobamos cómo usar todos mascarillas, ventilar o hablar bajo reducen mucho el contagio
Las comidas y cenas de Navidad que preparan millones de españoles son el escenario idóneo para un macrocontagio por coronavirus. Una situación tradicional, con una casa llena de gente que se abraza, se besa y canta junta es, hoy, impensable. Este año, hay que protegerse. Pero, aunque se adopten medidas mínimas de precaución, el riesgo de contagio por aerosoles será difícil de evitar.
Los aerosoles son las partículas más pequeñas e ingrávidas que emitimos siempre al hablar o respirar. Permanecen el aire y se expanden por cualquier espacio cerrado. Piense en alguien que se enciende un cigarro en un salón, ¿cuánto tipo pasa hasta que todos los que están con él huelen el humo del tabaco? Con los aerosoles pasa lo mismo.
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En NIUS hemos analizado el riesgo en diferentes escenarios con la ayuda del simulador desarrollado por un grupo de científicos de Estados Unidos, liderado por el profesor español de la Universidad de Colorado José Luis Jiménez. En una serie de vídeos, puede verse cómo se expanden los aerosoles en un salón de 20 metros cuadrados, durante una reunión de cuatro horas en la que participan diez personas. Una de ellas, contagiada. El aire infectivo que exhala se dispersa por toda la sala, en concentraciones irregulares, muy rápido: a partir de los diez o veinte minutos del encuentro.
Escenario 1: ventanas cerradas y sin mascarillas
Empezamos analizando el riesgo en un salón en el que están las ventanas cerradas y nadie se pone la mascarilla. No se toman medidas de protección. De una situación así saldrían cinco personas contagiadas (4,49 según la simulación) y cada individuo se expone a una probabilidad del 54,3% de infectarse. Como tirar una moneda al aire.
Para ésta y las siguientes simulaciones, hemos partido de varias asunciones:
- Este año seremos, en general, precavidos. La gente mantendrá distancias de al menos un metro y no cantará villancicos. Esto último no es baladí, como se demostró en el ensayo de un coro en Mount Vernon (EE.UU.) que terminó con 52 contagios y dos muertos.
- Se asume también que no gritaremos, pero sí hablaremos alto, algo habitual en España, sobre todo en una reunión donde puede haber más de una conversación simultánea y puede haber un televisor encendido o música.
- En la simulación, figuramos que ésa persona contagiada es un supercontagiador. Se desconoce por qué alguien puede ser un supercontagiador, pero ya se sabe que están detrás del 80% de los contagios. El supercontagio es la clave de esta pandemia.
Las situaciones son teóricas. En cada caso real influirán, además, otras circunstancias imprevisibles e imposibles de predecir. Pero el modelo permite comprobar cómo con cada medida de protección se reduce el riesgo. Las dos fundamentales son la mascarilla y la ventilación; aunque ninguna reduce las probabilidades a cero.
Escenario 2: con ventilación y sin mascarillas
En este escenario, suponemos que muchas familias conocen la importancia de ventilar, pero muchas casas carecen de salones con ventanas en más de una pared que permitan que la ventilación sea cruzada. Además, con el frío de diciembre no se puede garantizar que las ventanas se abran de par en par, sino sólo parcialmente (los expertos recomiendan cuatro dedos). En un caso así, el número probable de contagios es 3 (3,10) y el riesgo individual del 34,5%.
Hemos supuesto una ventilación parcial, no cruzada, y relativamente eficiente, en la que el aire de la sala se renueva por completo cada media hora. Con las ventanas cerradas (escenario 1), la renovación del aire tarda dos horas y es mucho más probable que ese aire sea respirado de forma compartida por varias personas. Es decir, que el mismo aire pasará por los pulmones de todos o de varios. Y es un aire potencialmente infectivo, porque uno de ellos contagiado. De ahí la importancia de ventilar.
Escenario 3: sin ventilación y con mascarillas
Planteamos ahora la situación inversa, en la que los participantes consideran que no pueden ventilar, pero se comprometen todos a llevar la mascarilla, salvo estrictamente en el momento de comer. Hemos supuesto que todos llevan la mascarilla más común, la quirúrgica desechable. El número probable de contagiados se reduce a 2 (2,16) y el riesgo individual al 24%.
“La mascarilla ayuda, pero no es un talismán”, comenta José Luis Jiménez. Comprobamos que es una buena barrera de protección frente al virus, pero sólo una más. Sabemos que ciertas mascarillas, si están bien ajustadas, reducen el riesgo de contagio por aerosoles, aunque no lo eliminan por completo, así que no hay que olvidar el resto de medidas de protección aunque la llevemos puesta.
Escenario 4: con ventilación y con mascarillas
Sumamos ahora las medidas de seguridad de los dos casos anteriores: ventilación (no cruzada) y mascarilla quirúrgica. La teoría del queso suizo, difundida por el virólogo australiano Ian Mackay, aconseja ir sumando barreras para ir reduciendo el riesgo. De una situación así saldría sólo una persona contagiada (1,24) y el riesgo individual bajaría al 13,8%.
Escenario 5: la ventaja de ser menos es hablar bajo
El quinto caso es difícil verlo en la realidad: 10 personas juntas hablando bajo. Pero sirve para demostrar lo conveniente de estar en situaciones en las que pueda hablarse sin alzar la voz. Sólo con eso, sin ventilar ni llevar mascarilla, se reduce el riesgo casi tanto como en el escenario anterior, en el que tomábamos esas dos medidas de protección juntas. Hablando bajo se contagiaría una persona (1,4) y el riesgo individual sería de 16%.
Hablar bajo es casi imposible entre diez personas, pero si hay menos gente y, por lo tanto, no hay varias conversaciones simultáneas, y además se evita tener música o alguna otra fuente de ruido que obligue a elevar la voz, se puede reducir mucho la probabilidad de contagio. Si no se limita el número de personas presentes es imposible controlar el ruido ambiental y evitar que se hable alto.
Por eso mismo, es importante no cantar villancicos este año. Se ha comprobado que cantar o gritar emite 50 veces más aerosoles. Si una persona infectada se pone a cantar, la dosis infecciosa por hora (la cantidad de virus que emitirá al aire) se multiplica muchísimo.
Los cuatro primeros escenarios han tratado de ser fieles a lo que puede pasar en las celebraciones de este año. El quinto no. Nadie se imagina a un grupo de personas en España hablando durante cuatro horas sin alzar la voz. Aunque tampoco nos imaginábamos que iríamos todos por la calle, o en el trabajo, con mascarilla.
Cómo se han calculado los riesgos
Para terminar, detallamos los parámetros que se han utilizado para realizar las simulaciones y poder calcular los riesgos de contagio.
- 10 personas en un salón de 20 metros reunidas durante cuatro horas (se tiene en cuenta el tiempo previo a la cena o comida y la sobremesa)
- 21 grados de temperatura en el interior (calefacción puesta)
- Entre los 10 comensales hay un infectado con covid-19: se trata de un supercontagiador. Esto se ha planteado así porque, a día de hoy, se sabe que el 10% de las personas infectadas provocan el 80% de los contagios
- Los comensales hablan varios a la vez, así que tienen que hablar muy alto: se asume que el infectado está hablando, en total, durante un tercio del encuentro, es decir, noventa minutos, al mismo volumen que el resto.
- La respiración de todos ellos es la propia de personas que realizan una actividad tranquila. Es decir, no están en reposo total, como cuando se duerme o se lee un libro, pero tampoco realizando una actividad física. Hemos simulado el nivel de actividad de quien charla y se desplaza relajadamente por una sala.
- Las 10 personas se sientan a la mesa manteniendo cierta distancia de seguridad: al menos un metro de separación entre ellas.
- En el salón hay dos ventanas, pero en la misma pared: es posible ventilar, por tanto, pero no hacer ventilación cruzada (que sería la ideal para una buena renovación del aire). Cuando se abren las ventanas, se abre parcialmente (cuatro dedos), no de par en par. Hemos supuesto que la ventilación cruzada no es posible en muchos salones españoles y que la apertura total de ventanas no es probable en diciembre por el frío del exterior. El cálculo teórico de esa ventilación parcial ha sido generoso, de dos renovaciones totales del aire de la sala cada hora. Con las ventanas cerradas, hemos indicado que esa renovación de aire se completa una vez cada dos horas.
- El tipo de mascarillas que utilizan todos los participantes en el encuentro son las quirúrgicas homologadas. En interiores, las que más protegen del contagio de covid-19 por aerosoles son las FFP2, pero asumimos que se llevarán quirúrgicas por ser las más utilizadas por la población.
Con todo ello, hemos calculado los riesgos. Ahora, sabiéndolos, suya es la decisión sobre qué escenario eligen para celebrar estas navidades.