La recuperacón de la capa de ozono gracias a la disminución de su agujero es, sin duda, una buena noticia después de años de trabajo de concienciación desde las empresas y los gobiernos hasta los ciudadanos de a pie. Además, la comunidad científica se ha volcado en esta tarea a sabiendas de que la capa de ozono es, sencillamente, vital para nuestra supervivencia en el planeta. Desde que comenzaron las mediciones anuales, el agujero ha fluctuado llegando a límites preocupantes. Sin embargo, Montreal marcó ese punto de inflexión en el que la coordinación a nivel internacional ha sido fundamental para que ahora ese consenso haya dado sus frutos.
La clave de la recuperación de la capa de ozono y, según fuentes científicas, su cierre de manera permanente en torno al año 2050, se encuentran en la erradicación de los clorofluorocarbonos, que han sido en gran medida los responsables de que se haya abierto este agujero impidiendo filtrar las radiaciones ultravioletas que lleguen constantemente a la Tierra. El trabajo no ha sido fácil, porque los clorofluorocarbonos están presentes en casi todo lo que podamos imaginar. Por ejemplo, todos los sprays que empleamos a diario lo contienen, desde perfumes hasta ambientadores pasando por productos de belleza y estética. Su uso a nivel mundial genera un componente que se eleva a la atmósfera y ahí entra en contacto con la capa de ozono.
Lo que allí ocurre es una reacción química que rompe el O3 (ozono) liberando una de esas moléculas dejándolas en oxígeno simple. Estas moléculas por sí solas no pueden cumplir la función vital del ozono. A mayor porcentaje de clorofluorocarbono emitido, mayor será también la destrucción de la ligerísima capa que nos protege. Por razones del movimiento terrestre, los vientos que soplan en capas altas y otros factores, el agujero de la capa de ozono se concentra en las regiones más sensibles: los polos donde la incidencia de los rayos solares es más peligrosa aún si cabe por el ángulo en que reciben. En caso de que 2016 no hubiera supuesto un punto de inflexión, el agujero de la capa de ozono podría haber continuado su expansión hacia los trópicos con consecuencias fatales en forma de, por ejemplo, un incremento notable de los cánceres de piel a consecuencia de esa radiación solar que nos alcanzaría sin el filtro del ozono.
Lo que suceda de aquí a 2050 depende de diferentes factores. Una parte de la responsabilidad del avance en la buena dirección está en manos de los diferentes gobiernos y las políticas medioambientales que apliquen, así como las industrias de los diferentes países. El Protocolo de Montreal ha sido un éxito en este sentido, por lo que todo apunta a que se mantendrá o se intentará mejorar para acelerar la recuperación de la capa de ozono.
Para alcanzar el ambicioso objetivo de 2050, hay que avanzar e innovar tecnológicamente a pasos agigantados y cambiar no solo todo lo hace referencia a los aerosoles, lacas, insecticidas, productos de estética, limpieza, etc.
Las pinturas, tan presentes en todo, los sistemas de aire acondicionado que son imprescindibles para sobrellevar las altas temperaturas en verano o las espumas sintéticas y frigoríficos son también contribuyentes de esa tasa destructiva de ozono.
Además, otro dato importante que debemos tener en cuenta para entender el alcance del tiempo que necesita la capa de ozono para recuperarse es que los clorofluorocarbonos permanecen presentes en la atmósfera durante un siglo. Tras ese período liberan el cloro que reacciona con el O3 separando una de sus moléculas.
De esta manera es fácil entender que el camino no termina aquí. Más bien, el camino ha empezado en este punto y marcar una fecha concreta para erradicar el problema es arriesgado, porque junto a la mano del hombre existen una serie de factores que no podemos controlar.
El ozono de la atmósfera se destruye también como consecuencia directa de violentas explosiones volcánicas, que emiten a la atmósfera un volumen elevado de elementos químicos que también reaccionan con el O3 destruyéndolo. Por ejemplo, si entrara en erupción la cadena de volcanes de Yellowstone o el Monte Santa Elena (entre otros) es probable que la situación se revirtiera y habláramos de otro escenario.
Pero, otros factores exógenos también pueden contribuir a desestabilizar esta hoja de ruta. La actividad solar alcanza picos máximos que debilitan la capa de ozono. Si entráramos en una de estas fases también el escenario sería diferente a medio plazo.
Por último, los incendios forestales, provocados o no por la mano del hombre, emiten metilcloro a la atmósfera afectando a la capa de ozono. De ahí también la gravedad de los grandes incendios forestales que cada año devastan cientos de miles de hectáreas en todo el planeta. El daño no se concentra en la pérdida de biodiversidad y en los terrenos calcinados sino en la reacción química que tiene lugar entre los gases emitidos y el ozono.
Teniendo en cuenta que los factores naturales son poco predicibles, el camino ya está marcado para, al menos, permitir que discurra el curso normal de las cosas. Ahora queda por ver la voluntad para hacerlo realidad.