El siglo pasado ha sido sin duda el siglo de los rascacielos, las grandes ciudades de todo el mundo han buscado durante este siglo poseer los edificios más altos del mundo como señal de poder. El Empire State Building, terminado en 1931 en Nueva York, tuvo el prestigio de ser el edificio más alto del mundo, con 381 metros de altura, durante 41 años. El World Trade Center fue el encargado de asumir dicho reconocimiento en 1972, con su Torre Norte de 110 pisos.
A partir de entonces han sido varios los intentos por poseer el edificio más alto del mundo, se levantó la Sears Tower en Chicago, seguida por las torres Petronas en Kuala Lumpur, después el Taipéi 101 en Taiwán terminando con la construcción del gigantesco Burj Khalifa en Dubái con 830 metros de altura.
Sin embargo la tendencia está cambiando, ciudades como Helsinki o París ya han comenzado a desarrollarse en dirección contraria, bajo tierra. El ahorro de recursos, el transporte, la temperatura, son algunas de las causas que han propiciado este cambio, aunque sin duda, la más importante es el cambio climático.
Clara Irazábal, profesora adjunta de planificación urbana y arquitectura en la Universidad de Columbia afirma que el desarrollo hacia abajo ayudará a protegernos de las condiciones meteorológicas, a controlar la temperatura especialmente en zonas con inviernos muy fríos o veranos muy cálidos y a controlar los niveles de contaminación en ciudades como Hong Kong o Pekín que destacan por una alta contaminación.
Son varias las ciudades, según ha publicado 'RT', que han comenzado a construir y a desarrollar proyectos subterráneos. Helsinki, capital de Finlandia, empezó a construir en 2011 una serie de lugares públicos a más de 30 metros bajo tierra con el objetivo de protegerse de las bajas temperaturas.
En París, la candidata a alcaldesa Nathalie Koziuscot-Morizet, ha anunciado un proyecto para la construcción de lugares de ocio como una piscina, un teatro, restaurantes, galerías de arte y otros establecimientos en estaciones de metro abandonadas.