“Le voy a poner un ejemplo que ilustra cómo está la situación. Enjuanes, Esteban y yo. Los tres somos profesores de investigación ad honorem, eso quiere decir que los tres tenemos ya una edad, estamos jubilados”. Nos lo contaba Vicente Larraga cuando hablábamos con él por primera vez, en junio, para que nos explicara su vacuna contra la covid. Las tres vacunas españolas más avanzadas, las tres del CSIC, están lideradas por científicos ad honorem. “Jubilados. Eso significa que somos jubilados y que cobramos de la Seguridad Social”. Así de claro, dice Larraga. Y de sorprendente.
Volvemos a hablar con él, ahora, y sigue al pie del cañón. La pandemia ha retrasado su jubilación real. “Cuando todo esto pase, me voy a casa”, asegura. Eso puede ocurrir dentro de un año, o año y pico. Y el problema vendrá entonces, porque no tiene relevo. “No lo hay. Si, cuando llegue ese momento, no se ha modificado la situación laboral de las personas que colaboran conmigo, el laboratorio se cierra. Es dramático, pero es así”. Larraga dirige el Laboratorio de Parasitología Molecular del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas.
Él tiene 72 años, y no es el mayor de los tres. Luis Enjuanes tiene 75. Mariano Esteban, 76. Hace unos días, en entrevista con NIUS, Enjuanes nos confesaba: “Yo tenía previsto haberme jubilado este año, pero la situación es muy complicada y era como abandonar el barco. En cuanto pase el peligro, tengo previsto hacer otras cosas”. En su caso sí hay relevo. Isabel Sola, que ya codirige con él su Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, podrá quedarse al frente, porque tiene plaza fija en el CSIC. Es la única, de las 14 personas que trabajan en el laboratorio, que tiene plaza fija de investigadora. Ella y dos técnicos. Los otros 11 son contratados.
“A día de hoy, solo estaría Isabel para quedarse al frente. Ella tiene plaza y seguiría con la línea de investigación. Luis ha hecho muy bien la transición, con mucha cabeza. No tememos en absoluto por la continuidad del laboratorio”. Nos lo cuenta Sonia Zuñiga, la investigadora senior del equipo. seniorTiene 48 años, y 25 de investigación a sus espaldas. Desde hace 20, trabaja en el laboratorio de Enjuanes. Tiene a su cargo a dos personas y va a dirigir su cuarta tesis doctoral. Y todo, sin plaza fija. “Desde 2013 me he presentado, al menos, a una oposición por año, y a veces a dos. Nunca las he sacado”.
Zúñiga está en la misma situación que Juan García Arriaza, codirector del otro proyecto de vacuna del CSIC, el de Mariano Esteban. Con 46 años, más de 20 investigando en virología, y codirigiendo una de las vacunas españolas más avanzadas contra la covid, sigue sin plaza fija. Con Esteban lleva 14 años. Los cuatro primeros, con contrato propio, de los previstos para los doctorados que empiezan. Los diez siguientes, enlazando contratos asignados a proyectos, que es lo habitual. “Es demasiada inestabilidad. Son contratos que se acaban, siempre tienes la incertidumbre de si te van a renovar o no. Cuando eres más joven, no te preocupa tanto. Pero, cuando te quieres dar cuenta, tienes 45 años y tu situación laboral es la misma que la que tenías con 25”.
Son tres de las personas que están detrás las principales vacunas españolas contra la covid. Las tres vacunas tienen detrás a equipos científicos de excelencia. Pero, laboralmente hablando, las tres se asientan en contratos eventuales y en la entrega vocacional de prestigiosos científicos jubilados. “Si Mariano (Esteban) hubiera abandonado hace años, el laboratorio se habría cerrado. Es así de triste”, nos cuenta García Arriaza.
Pero ni Mariano Esteban ni Luis Enjuanes ni Vicente Larraga han abandonado. Al revés, se han mantenido capitaneando el barco en lo peor de la pandemia. Entretanto, el sistema debería permitir el relevo generacional que les permita jubilarse realmente, cuando todo esto acabe. Porque no es un problema de valía, candidatos no faltan. El problema es del sistema.
“Todos somos valiosísimos. Si ves los currículum de todos los que nos presentamos cuando salen plazas, son alucinantes”, explica Zúñiga. Pero no hay plazas para todos. Más bien, para casi ninguno. “Como sólo suele haber una plaza, se la lleva el que queda primero. Y quien la saca, lo merece. Pero de todos los que nos solemos presentar, la mereceríamos muchos más. Tiene que haber más oferta, para poder estabilizar a toda la gente que lo merece”.
Lo explica García Arriaza, que también lleva años presentándose a todo lo que sale. Se ha presentado a cuatro, y en tres ha quedado el segundo, sin poder conseguirla. “En la última, la edad media eran 45 años. ¿En qué ámbito laboral una persona que lleva más de 20 años trabajando no tiene una recompensa con un puesto estable? En ninguno. Hay toda una generación de científicos, de entre 40 y 50 años, que si no cambian las cosas, la vamos a destruir. Estamos jugando con la vida de muchas personas”.
Vicente Larraga lo tiene claro: “El Ministerio de Ciencia debería ampliar las plazas en la investigación de patógenos, porque siempre ha habido muy pocas. Y ahora se ha visto lo importante que es este campo. Si no las amplían ahora, ¿cuándo? Si no se asustan cuando truena…”. Cuando vino la pandemia, él trabajaba en el laboratorio con otra persona, un estrecho colaborador, cerrando proyectos. Pero, animado desde la propia Agencia Española del Medicamento, y con el apoyo firme del CSIC, Larraga dio un paso al frente y decidió embarcarse en su nueva vacuna.
“De pronto, tenía que contratar a más personas, porque éramos dos y así era imposible. Esta vez se hizo muy rápido, porque estábamos en pleno estado de alarma y eso permitió que se aceleraron los plazos. En apenas cuatro meses, pasamos de dos personas a seis. Pero todos son contratos para el proyecto, para la vacuna, ninguno con plaza fija”.
La pandemia también ha dado un pequeño empujón a la situación de Zúñiga y García Arriaza. En mayo, el CSIC les hacía un contrato indefinido. Los dos siguen asociados a proyectos de su laboratorio, que es quien les paga, pero “ya no estamos por obra y servicio, aunque cambie el proyecto el contrato está asegurado”. Es un paso. Y es importante.
Nos lo explica Sonia Zúñiga. “Al poner la palabra indefinido, ya tenemos una relación contractual con el CSIC. Antes no, y eso implicaba que no podíamos pedir proyectos como investigador principal. Ahora, ya podemos. Cuando te presentas a una plaza, lo más importante es que tengas buenas publicaciones y que hayas sido capaz de atraer dinero a tu grupo, de sacar proyectos. Las plazas las saca gente que ya tiene proyectos. Pero ¿cómo puedes tenerlos si no puedes ni siquiera pedirlos? Es la pescadilla que se muerde la cola. A mí me han dicho, varias veces: el sistema te perjudica”.
Ella es optimista, cree que “el CSIC está por la labor de que esto cambie. Hay una serie de personas que llevamos muchísimos años ahí, y el año que viene van a sacar plazas de funcionarios para estabilizarnos. Eso sí sería plaza fija, por fin. Juan y yo estamos ahí, estamos en proceso de consolidación del puesto”. García Arriaza no lo es tanto. “Ahora tenemos más visibilidad, y salen a relucir nuestras situaciones. Y ahora, por fin, después de 17 años, tengo un contrato de doctor, mi situación laboral ha mejorado algo. Pero no es suficiente. Soy indefinido, sí, pero sigo asociado a proyectos”.
Con respecto al proceso de consolidación, ni uno ni otro echan las campanas al vuelo. “La idea es estabilizarnos, a los que enlazamos contrato tras contrato. Pero va a ser como una oposición, no algo automático”, explica el investigador. “Nos toca prepararnos cosas como un temario general de biología, o incluso la Constitución Española. A estas alturas, no es de recibo. No es un reconocimiento sin más. Vamos a tener que competir mucha gente. Y no tienes garantías cien por cien de que lo vayas a conseguir. Quiero hechos, no palabras”.
Zúñiga, de hecho, asegura que ella seguirá presentándose a todas las plazas que salgan, a pesar de esta anunciada consolidación. “También porque es cierto que nos van a consolidar, pero no sabemos con qué tipo de figura. Yo nunca pierdo la esperanza de conseguir la plaza”. Su compañero está convencido de que al final, la conseguirán, de una forma u otra. Pero, para ello, el sistema debe cambiar.
“La gente excelente, al final, va a conseguir una plaza. El tema es toda esa gente buena o muy buena, y que lleva 20 años trabajando. Siempre va a haber un Messi o un Ronaldo a tu lado, pero hay que tener claro que no juegan solos. Se trabaja en equipo. Y no hay contratos suficientes para tantos científicos buenos”.
En el laboratorio de Mariano Esteban son 11 personas trabajando actualmente. Y ninguno con plaza fija. García Arriaza tiene a su cargo a cuatro: dos doctores, un estudiante de máster y un técnico. Y llevan meses trabajando en las vacunas a destajo, sin horario, de sol a sol. “Tengo dos hijos, de cuatro y siete años, y no les veo, me es imposible conciliar”, nos confiesa. “Yo espero que, con esta situación, se nos reconozca al menos a todos los que estamos ahí, trabajando más de 12 horas al día desde que vino esto. Yo estoy echando mi vida, mi salud, he perdido muchos kilos en estos meses”.
La situación se repite en el laboratorio de Enjuanes, y en el de Larraga. Equipos precarios, laboralmente hablando, pero punteros desde el punto de vista científico. Cuando "lo primordial del sistema científico son las personas”, subraya García Arriaza. Zúñiga lo secunda. “Nuestra situación no es una excepción. Es una muestra de cómo está la ciencia en España. Lo más caro de la ciencia no es el material de trabajo, los reactivos y todo eso, es el personal. Y el sistema se ha ido desangrando, porque se ha ido perdiendo personal”.
Ya no es sólo la precariedad en la que trabajan los investigadores. Los de las vacunas y tantos otros. Es que esta situación, además, invita a marcharse. A los que ya no aguantan más. “Muchos se cansan y se van fuera, donde las condiciones laborales son mucho mejores”. Y a los que vienen detrás. “Las nuevas generaciones le ven las orejas al lobo y se van. Nos ven a nosotros y dicen: yo no quiero esto para mí. Yo he dirigido tres tesis, y a dos de ellos, que son muy buenos, los he tenido que rescatar para el laboratorio”, nos cuenta García Arriaza. Larraga, desde su veteranía, lo resume así. “Las personas tienen un límite, y se cansan. Y algunas se van. El Estado se gasta dinero en la formación de personas, y luego las pierde”.
Zúñiga cree la solución pasa por más flexibilidad. “Habría que flexibilizar el sistema, no estar tan encorsetados por la burocracia. El problema es que todo pasa por conseguir una plaza fija, por ser funcionario. La investigación, en España, está muy limitada por la burocracia”. Y también, más inversión. “Hay que aumentar las oportunidades, públicas y privadas, y las fuentes de financiación”.
Larraga explica así el problema. “Desde 2010, la ciencia en España ha sufrido un ataque brutal, un ataque directo. Se considera algo superfluo, y es lo primero que se elimina. Pero la crisis económica es solo una parte del problema. Aquí nunca ha habido un plan estratégico a largo plazo, nunca se ha apostado por la ciencia y la innovación”.
Algo que achaca a la falta de cultura científica de nuestros gobernantes y de la sociedad en general: “No entienden la utilidad de la ciencia. En España, los científicos somos unos tipos que hacemos cosas raras. Antes de la pandemia, éramos unos bichos raros. Nos miran con prevención, somos gente sospechosa. Ahora, quizá, después de todo esto, un poco menos”.
Zúñiga coincide, pero entona un mea culpa también. "Parte de la culpa la tenemos los científicos. Hasta hace poco no se ponía mucho énfasis en divulgar lo que hacemos. Y es muy importante hacerlo. La gente no va a darle importancia a la ciencia si la propia ciencia no explica lo que hace. En esto, la pandemia ha ayudado muchísimo. Creo que el sistema de ciencia en España va a mejorar, a partir de ahora. Es lo único bueno que ha traído la pandemia”.
García Arriaza también cree que la situación puede ayudar a cambiar las cosas. “La precariedad es algo de lo que no se hablaba públicamente, que durante muchos años ha quedado entre nosotros”. Pero ahora, al trascender su propia situación, se le está dando visibilidad al problema. “Y la situación es muy grave. Es intolerable e indignante que tengamos a buenos científicos sin una situación estable”.
Confía en ése cambio al que aludía Zúñiga. “Al ministro, a Pedro Duque, le veo implicado, comprometido. Pero es la propia sociedad tiene que demandarlo. El cambio es urgente. La ciencia es un motor de la economía, estamos viendo ahora que la ciencia y la sanidad son líneas estratégicas. Creo que esta situación ayudará a que haya un cambio. Pero lo quiero YA, con mayúsculas, no podemos esperar más”.