Javier Cacho no tiene qué envidiar a Amundsen: ya es 'dueño' de la única isla española en la Antártida
Isla Cacho, que ahora lleva el nombre de este físico español, es un islote de 19 hectáreas en el remoto archipiélago de las Shetland del Sur
El Comité Científico para la Investigación Antártica reconoce "su contribución en la promoción de la Antártida y su apoyo al Programa Antártico Búlgaro"
Javier Cacho ha participado en siete expediciones al continente blanco, la primera en 1986, y ha escrito varios libros sobre los primeros exploradores del Polo Sur
¿Quién no ha soñado alguna vez con tener una estrella, una montaña o un lago a su nombre? ¿Quién no ha imaginado sentirse cerca de los grandes hombres y mujeres de la Historia? Quien lo ha conseguido es el madrileño Javier Cacho, que a sus 67 años puede presumir de haber alcanzado lo que para la mayoría se queda en un deseo infantil. Cacho, físico de profesión, tiene desde hace una semana una isla bautizada con su nombre. Una extensión de 750 metros de largo y 350 metros de ancho, ubicada en el archipiélago de las Shetland del Sur, en plena Antártida. Desde hace unos días y en adelante, Isla Cacho.
El investigador ha atendido a NIUS por teléfono desde una casa de campo en El Casar, Guadalajara. A más de 12.500 kilómetros del frío antártico y la isla que lleva su apellido. Aunque ha pasado una semana del 'bautizo', todavía se le escucha ilusionado y abrumado. La propuesta surgió del director del Instituto Antártico Búlgaro, Christo Pimpirev, con el que Cacho ha colaborado en varias expediciones al continente blanco.
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La primera isla antártica en honor a un español
La primera isla antártica en honorNo muchas personas pueden decir que un lugar en la Antártida lleva su nombre. "Siempre he relacionado los nombres de los accidentes geográficos con los grandes exploradores como Amundsen", comenta el científico, emocionado. El logro no es sencillo, ya que la candidatura pasa por varios organismos. Al final, la propuesta formal debe ser aprobada por el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, por sus siglas en inglés), la máxima autoridad científica del lugar.
Además, se trata de la primera isla del continente en recibir el nombre de un español. Aunque Cacho apunta, humilde, que "hay una docena de accidentes geográficos que llevan el nombre de algún compatriota". Él mismo nos recuerda a Josefina 'Pepita' Castellví, la primera mujer en dirigir una base en la Antártida, o a Antoni Ballester, uno de los fundadores del Programa Antártico Español.
Una recomendación "secreta" de un "amigo"
Aunque la trayectoria del propio Javier Cacho no se queda atrás; es el tipo de persona que uno se imaginaría al pensar en un aventurero moderno. Su carrera profesional -es experto en ozono y química atmosférica- lleva ligada a la Antártida desde hace muchos años. De hecho, participó en la primera expedición científica española al continente en 1986 y desde entonces ha vuelto otras seis veces.
Coincidencias -o tal vez no- de la vida, en su última campaña, a principios de este año, Cacho compartió base con el equipo búlgaro durante "dos meses". Pero nadie le habló de la petición de Pimpirev al SCAR, que ya estaba en marcha. "Lo mantuvieron en el más absoluto de los secretos", comenta, "ha sido una gran sorpresa". Como reza el documento oficial y nos confirma él mismo, su patrocinador y "amigo" quería reconocer "su contribución en la promoción de la Antártida y su apoyo al Programa Antártico Búlgaro".
Sus compañeros de base búlgaros no le dijeron nada sobre la candidatura en su última expedición
El físico, que agradece el "bonito detalle" de sus compañeros búlgaros, también hace hincapié en "la solidaridad y el apoyo mutuo” que surge de compartir experiencias en un entorno tan hostil. "La Antártida hace que conozcas a las personas", apunta Cacho, "y te das cuenta de que todos somos humanos".
Su tiempo en el Polo Sur le ha servido, además, para aprender a ser paciente. "En la Antártida hay un dicho muy famoso: 'Hurry up and stop', es decir, 'Date prisa y para'". Una filosofía que es inevitable adoptar en un lugar donde las condiciones climáticas son impredecibles.
Javier Cacho, un apasionado de las exploraciones
Pero a Cacho no le une a la Antártida solo su trabajo sobre el terreno, sino su admiración por los pioneros que exploraron el Polo Sur. En los últimos años, ha publicado varios libros sobre dichos hombres. "Se puede aprender mucho de los exploradores de la Antártida: la profesionalidad de Amundsen, el entusiamo de los británicos de Scott", señala el científico.
"Yo nunca pensé que mi nombre pudiese estar al lado de los suyos", dice, en relación al 'bautizo' de Isla Cacho. Por ejemplo, el apellido de Roald Amundsen, que dirigió la primera exploración antártica en 1911, lo llevan un mar, una bahía y un glaciar del continente helado. "Todos tenemos ensoñamientos, pero uno nunca se lo acaba de esperar", añade, ilusionado.
La isla Cacho, al alcance del prismático
Así, el Diccionario Geográfico del SCAR tiene desde hace unos días una nueva entrada para Isla Cacho. El islote rocoso, de unas 19 hectáreas, forma parte del archipiélago de las Shetland del Sur, que se extienden unos 500 kilómetros en el extremo más septentrional de la Antártida.
Curiosamente, y como nos explica Cacho, se trata de una formación reciente, ya que antes "estaba unida por hielo a la Península Hall", en la vecina Isla Snow. Aunque, por desgracia, esto es un síntoma más del calentamiento global, más de uno diría que es cosa del destino. "Me estaba esperando", bromea el investigador.
La isla 'surgió' al desaparecer el hielo que la unía a su vecina
De hecho, él ha estado en la Península Byers, en la cercana Isla Livingstone -dónde se encuentra la base española Juan Carlos I-, apenas a unos 13 kilómetros de dónde se encuentra el islote. "Con unos prismáticos puede que la hubiese visto, pero, claro, ¿cómo me iba imaginar que esa acabaría siendo 'mi' isla?", comenta, entre risas.
La Antártida, ¿refugio para el Covid?
Y cómo no, el tema candente, el coronavirus, tenía que aparecer en la conversación. En mitad de una pandemia así, la lejana Isla Cacho suena como un "buen" lugar donde refugiarse. Sin embargo, y como nos confirma el físico, hablamos de una isla "muy pequeñita", en la que "no hay nada". Es decir, su ubicación remota se vuelve una complicación en caso de epidemia.
Por suerte, Cacho afirma que "no ha llegado el virus en la Antártida". Pero sí que se plantea como un "gran problema" para la próxima temporada. "Hay zonas en las que a lo mejor están aisladas durante siete meses al año; además los recursos sanitarios son mínimos", apunta. Esperemos que para cuando Javier Cacho pueda poner pie en su isla, el coronavirus sea solo un historia de terror para los noches en la Antártida.